Blas de Otero EL EJEMPLO DE BLAS DE OTERO |
Una cronología, el trigésimo aniversario del fallecimiento de Blas de
Otero, proporcionó el motivo para la convocatoria en Granada, entre el 27 y el
29 de enero de 2010, de un foro internacional. En torno al paradigmático poeta
coincidieron más de veinte estudiosos de la lírica contemporánea. El volumen Compromisos y palabras bajo el franquismo,
editado por Araceli Iravedra y Leopoldo Sánchez Torre, compila las actas del
congreso y permite profundizar en el legado intelectual y en los claroscuros
biográficos.
Sabina de la Cruz, compañera
sentimental del poeta desde 1971 y albacea testamentaria, aporta el trabajo liminar;
centra su intervención en un paréntesis temporal (1943-1944) que coincide con
la crisis que condujo a su primer internamiento psiquiátrico, y la penuria
económica de posguerra que se convirtió durante años en un mal endémico y
colectivo y fomentó la búsqueda de canales alternativos de supervivencia. Como
privilegiada conocedora de entresijos coyunturales, nos descubre siete cartas
inéditas dirigidas a un amigo cercano, Antonio Elías Martinena.
La necesidad de integrar el material literario en el discurrir colectivo
fue tratada con singular acierto por Jean Paul Sartre en su ensayo ¿Qué es la literatura? Aquel texto de
1948 se asentó de inmediato como bibliografía básica sobre la eficacia del
valor estético. Fomentó un debate que todavía no ha periclitado y ahora se
recupera al abordar la relación contextual de la poesía de Otero. A él se
dedica el cuerpo central de Compromisos y
palabras bajo el franquismo.
Lo social como clave temática crea escuela, se convierte en elocuente
epígrafe, sintetiza un recorrido en la que abren senda Blas de Otero y Gabriel
Celaya. Sin embargo, la exigencia ética transciende ese periodo de humanismo
utópico y deviene coordenada referencial en el quehacer de las promociones
siguientes. El legado reitera vínculos con la Escuela de Barcelona, aquel
subgrupo mediosecular que aglutina a Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral y José
Agustín Goytisolo, También con Ángel González en cuya poesía abundan los ecos
sociales, los ingredientes de denuncia y el empleo de una ironía crítica
distanciadora.
Esta filiación languidece en los
años setenta, cuando se impone como tendencia dominante el formalismo
esteticista, y vuelve a aflorar en el comienzo de los ochenta debido al impulso
de “la otra sentimentalidad”. La estela de la poesía cívica no se apaga con
Javier Egea, Álvaro Salvador y Luis García Montero, yuxtapone matices y crea enunciaciones
que difunden la utilidad ideológica en el cambio de siglo.
La posguerra, el franquismo consolidado y la postrera etapa de la
dictadura fueron estrictos vigilantes de la libertad expresiva. En ese marco
agónico los valores oterianos mantienen su vigencia; la escritura preserva su
vocación transformadora y se hace portavoz de afanes colectivos. El entramado
lírico difunde una actitud crítica ante la realidad circundante y propicia el
ensanche de la conciencia individual. Su coherencia y unidad sigue pidiendo al
tiempo la paz y la palabra.
Compromisos y palabras bajo el franquismo
Recordando a Blas de Otero (1979-2009)
Araceli Iravedra y Leopoldo Sánchez Torre (eds)
Renacimiento, Sevilla, 2010
Vivimos tiempos de una extraña complejidad colectiva, que hacen patente con trazo más nítido la doble identidad de escritor y ciudadano. Sobre la implicación de ambas presencias en el acontecer diario la obra de Blas de Otero es un ejemplo paradigmático, de ahí su actualidad permanente, su necesidad de dialogar a menudo con su legado literario.
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