Pájaro herido Carlos Iglesias Díez BajAmar Editores Asturias, 2018 |
VUELOS
También las editoriales de poesía, como los creadores, buscan la voz singular, ese catálogo compuesto de entregas al paso que se convierte, con
el tiempo, en un andén de visita obligada, que alumbra voluntades lectoras. Así
sucede con BajAmar Editores que, en su breve paréntesis vital y con la incansable coordinación de Pascual Ortiz, ha sacado más de una docena de poemarios de nombres
propios como María Rosa Serdio, Miguel Ángel García, Aurelio González Ovies,
Sara R. Cabezas, Vicente García o Carlos Iglesias Díez, quien firma en esta
colección su segunda entrega, Pájaro
herido.
Coautor de la antología Siete
mundos, firma habitual de la revista Anáfora
y profesor de lengua Castellana y Literatura, Carlos Iglesias Díez dejaba en
2012 su primer paso, El niño de arena,
una entrega de línea clara, de textura sentimental. Así lo expresaba, en el
proemio, Fernando Beltrán: “Los poemas resumen el pulso y los latidos de un ser
que siente con el corazón en el abismo y se entrega y escribe con un corazón en
la mano”
Sorprende el entrelazado de citas iniciales. Su diversidad postula que
el discurso lírico es una gavilla que unifica recursos y
sentimientos, ya explorados, que necesitan nuevos matices y puntos de inflexión
para seguir avanzando. Late fuerte el fragmento poético de Jordi Doce, que se
convierte en un indicio del hilo argumental: “Has detenido el tiempo al
ignorarlo / y solo yo lo advierto, /
parado en el umbral que te destaca”.
De inmediato, Carlos Iglesias Díez deja ante el lector la identidad
amorosa del libro y la búsqueda de puentes hacia la otredad, con la convicción de que el amor es
posibilidad y plenitud, donde la ternura solo es “ese pájaro herido que tiembla
entre las manos”. La poesía adquiere así una claridad en su enunciado que
conlleva una identificación inmediata con el hablante. Si la existencia
diaria obedece a un principio de incertidumbre, los sentimientos van creando
estratos que otorgan solidez al estar en el ahora. Las palabras dan cauce a una
sinceridad intimista en la que encuentran formulación los estados de ánimo: “La
caricia del sol / te recorre la piel / como la de un amante fugitivo”. Se opta
por la concisión expresiva del haiku para formular también la brevedad de lo
transitorio y ese constante devenir de los ciclos estacionales, aunque con un
esquema versal aleatorio.
Algún poema se inspira en referentes culturales. Así en “El sueño del
jinete” aflora un breve homenaje a la narrativa ficcional de Antonio Muñoz
Molina, a ese ámbito claroscuro de El
invierno en Lisboa. Otros pretenden regresar a la afectiva senda de la
infancia, cuando las preguntas de la incertidumbre todavía no se formulaban y
el discurrir alentaba recreos y juegos de niños. Son secuencias vitales que van
mudando la realidad en recuerdos.
Cierra esta cartografía amorosa un epílogo de Guillermo Fernández Ortiz.
Su enfoque alienta el diálogo personal, expandido hacia la reconstrucción de
paréntesis vitales compartidos. Descubre también la demorada maceración de un
libro en apariencia muy leve, que comienza a escribirse en 2003 y que opta por
la sugerencia y la evocación empleando mínimos recursos: “el secreto de
escribir está en callar”.
La poesía figurativa requiere precisión e intensidad. Pájaro herido deposita en las palabras
la pulsión de una sensibilidad que se va gestando en el camino, entre vivencias
emotivas e impresiones. De esta implicación directa del sujeto verbal nace una
poesía cercana, un diario confesional exento de hermetismos discordantes, que
ofrece en el poema anclaje y compañía, la levedad área de un vuelo inadvertido.
Lo tengo pendiente y ahora me entran muchas ganas de leerlo gracias a tu fantástica resela, José Luis, un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Isabel, lo comentaba con Carlos Iglesias Díez hace unos minutos; qué maravillosa labor hace el editor Pascual Ortiz alentando voces emergentes y sacando adelante un catálogo plural, lleno de interés. Un abrazo, isabel, y siempre muchas gracias por tu amistad.
EliminarEnhorabuena al autorpor ser merecedor de esta reseña.
ResponderEliminarLo es, querida Chelo, por hacer de la poesía un espacio habitable, que trasciende lo individual y se asienta en sentimientos comunes como la amistad, la soledad o la incertidumbre. Un fuerte abrazo, poeta.
EliminarComo en tantas ocasiones, tomo nota y apunto autor y obra. Gracias.
ResponderEliminarGracias por tu confianza, querido amigo, y la misma alegría de siempre cuando estás cerca en la brega diaria.
EliminarCarlos iglesias es de esas personas que sin conocernos apenas (coincidí con él en la presentación de la revista Anáfora si mal no recuerdo y luego nos hemos cruzado alguna vez por la calle con un fugaz "hola" ) le tengo gran afecto. Hemos cruzado algunos mensajes de FB y me parece una gran persona. Si nada me lo impide el lunes 21 estaré en su presentación aquí en Oviedo en la que además hemos quedado en intercambiarnos los poemarios. Estoy deseando leerle porqeu sé que me gustará y aprenderé mucho de él, más todavía después de leer tu reseña José Luis. Gracias por compartir.
ResponderEliminarFeliz semana!
Siempre es muy bueno, querida Sandra, descubrir los enlaces que hay entre existencia biográfica y escritura; cuando los poemas se humanizan adquieren mucho más calidez. A veces la persona no está a la altura del poema, otras, en cambio, descubres un amigo con el que seguir caminando en común por los laberintos literarios. Un fuerte abrazo.
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