domingo, 30 de junio de 2019

JOSÉ MARÍA SOUVIRÓN. DIARIO I

Diario I
José María Souvirón
Edición de Javier La Beira y Daniel Ramos López
Centro Cultural Generación del 27
Málaga, 2018
BIOGRAFÍA Y CRÓNICA



   Frente a la proyección fulgurante que alcanzaron sus coetáneos de la Generación del 27, la estela literaria de José María Souvirón ha mermado mucho en el devenir temporal y apenas aparece en los estudios contemporáneos sobre literatura del siglo XX. Su obra extensa y plural apenas se libra en las últimas décadas de una persistente desatención crítica, por lo que el trabajo editor de Javier La Beira y Daniel Ramos López, al preparar Diario I es oportuna vía de acceso al caleidoscopio literario y humano del escritor.
   Los editores moldean su propuesta con tres vértices autónomos que sirven como umbrales del diario: una meditada reconstrucción del periplo biográfico, el trazado completo del legado en todas las facetas creadoras, con las contingencias editoriales y los efectos críticos suscitados, y un primer plano del diario para encartar las páginas autobiográficas dentro del género. Todo ello, recurriendo a una densa biobibliografía sobre el autor y a los propios testimonios personales dispersos en la cadencia reflexiva del diario.
  Nació José María Souvirón en Málaga el 26 de octubre de 1904 en el seno de una familia acomodada de clase media. En su ciudad natal cursó estudios con los jesuitas del colegio San Estanislao de Kostka, sobre los que escribirá en el mapa de la memoria con cierta asepsia sombría. Leyó con ojos juveniles el asombro de Juan Ramón Jiménez y conoció en Granada a Federico García Lorca, mientras cursaba Derecho en la ciudad de la Alhambra. En 1923 se publica su primer libro, Gárgola, contagiado por los destellos de un modernismo tardío, y colabora en la revista Ambos con Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa, impulsores de su afán literario. La muerte ese año de su progenitor modificó la situación laboral y económica pero no mermó su taller creador que entrega en 1928 un segundo fruto, Conjunto, claramente marcado por el ideario surrealista. Conocerá esta estética en profundidad en París, donde se casa y donde el matrimonio decide viajar a Chile. El país latino se muestra cálido y acogedor; allí nacen sus dos hijos y conoce a figuras como Pablo Neruda y Vicente Huidobro. Entra en una fértil etapa creadora que se quiebra con el estallido de la guerra civil. EL conflicto fraticida moviliza y extrema la ideología y se acerca a Falange, lo que le distancia de muchos escritores chilenos. Sin embargo, su prestigio docente en la Universidad Católica de Chile se acrecienta y prosiguen a buen paso las nuevas entregas. En 1953 retorna a España para integrarse con presteza en el ámbito cultural hispano del nacionalcatolicismo, donde siempre se sintió cómodo. Ninguna mácula percibió en la dictadura franquista y en sus ideólogos y vivió con entusiasmo complacido la colaboración entre iglesia católica y estado, como si la bendición de la cruzada supusiera un estadio de convivencia lógica y bonanza espiritual. Es en este tiempo cuando comienza su escritura del yo. El poeta se autocontempla en un mirador singular: “La circunstancia de haber regresado a España después de una larga ausencia –de un largo deseo de regresar- me permite ver las cosas españolas con una mirada que no tienen (no pueden tener) los que han permanecido aquí esos años. Estoy padeciendo y gozando de un proceso de reintegración, de reincorporación y adaptación. Venciendo lentamente y trabajosamente al olvido” (p. 108).
   Para Javier de la Beira y Daniel Ramos López la crónica íntima de Souvirón mimetiza los rasgos caracteriales del género: aporta intensidad emocional, necesidad de escribir para mitigar el aislamiento y la sensación de soledad, y da cauce al afán de escritura constante que hace de lo diario caligrafía y testimonio. Sin embargo, las anotaciones-sobre todo en la expresión directa de su ideología conservadora, han envejecido y resultan rechazables sobre todo en aspectos como la homosexualidad, la consideración de escritores como Antonio Machado o Vicente Aleixandre y los juicios de valor sobre su propia obra, siempre enaltecidos por una pujante autoestima. 
   La voluntad autobiográfica comienza en el otoño de 1955 y perdura hasta mayo de 1973, ya en el tramo crepuscular de su biografía, cuando la enfermedad clausura la última etapa existencial. Sus contenidos se conforman con los episodios vitales, las reflexiones y pensamientos íntimos y el papel de cronista de un entorno cercano en el que mantuvo un papel activo y una presencia visible en las primeras filas. Así lo corroboran las mismas anotaciones del escritor: “Un diario tiene que ser variedad (en la unidad) estados de ánimo, días nublados y claros, alacridad y fatiga, entusiasmo y desdén; si la transición de una nota a la del día siguiente parece demasiado violenta, es que ambas notas proceden de situaciones “correctivas” entre sí.
   La edición crítica de Javier La Beira y Daniel Ramos López recupera la zona de visibilidad de un escritor que hizo del diario un tronco fuerte de sensibilidad y coherencia, a veces con extrema sinceridad y con una profunda fe religiosa que exigía a la conciencia comprender y comprenderse mediante un testimonio directo y veraz. Diario I publica íntegramente los tres primeros cuadernos, por lo que se mantienen inéditos otros nueve; del material publicado, según informa la nota que clarifica los criterios de edición, complementada por un amplio aparado de referencias biográficas.
  En suma, un gran trabajo filológico que fotografía al hombre y al escritor, que muestra músculo y pensamiento luchando contra el tedio y la decepción. Diario I es el retrato de un protagonista integrado en el régimen franquista, mientras escapa del vacío que la vida va ahondando, consciente de que el tiempo erosiona y se destruye a sí mismo.  


  

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