Piedra de toque Mario Urquiza Montemayor Buenos Aires Poetry, Colección Pippa Passes Ciudad de Buenos Aires, 2019 |
PIEDRA DE TOQUE
Se me permitirá una leve digresión para recordar que el lingüista ruso
Roman Jackobson, a quien Octavio Paz dedicó su poema “Decir: Hacer” de Árbol adentro, investigó en sus ensayos
las distintas ondulaciones del lenguaje. Resumió su experiencia léxica en seis maneras
de actuar, denominadas: función referencial, emotiva, estética, apelativa,
metalingüística y fática. Con esta última, como aserto aglutinador, comienza el
poemario Piedra de toque de Mario
Urquiza Montemayor (Estado de México, 1994), cuya composición inicial se
pregunta sobre la posible conexión entre el escritor y el receptor del mensaje.
A través de ese sondeo, el territorio conceptual se convierte en un canal
comunicativo abierto, que facilita el contacto social. Detrás de su quietud
aparente, el silencio de las palabras expone la inadvertida luz que lo
justifica: “Depende de ti, de mí y de la
soberanía del poema; de buscar, de hacer, de deshacer y rehacer el poema en
planos muy distintos. Porque el poema no es un objeto, ni la poesía un método.
El poema es ante todo: voluntad de sacrificio”.
Pero el formato expresivo
de la prosa poética de amanecida muda de inmediato para imitar la disposición
visual del caligrama y llena los arenales de la página de espacios gráficos
aleatorios. Los versos se quiebran, incorporan espacios blancos, asimetrías y
escalones caligráficos que provocan en su lectura una relación quebrada, donde
se asume el contenido del poema como un jeroglífico. El libro adquiere así un
añadido experimental, ya que el entrelazado de palabras, por su impacto visual,
parece dejar en un segundo plano el mensaje.
Dentro de los poemas hay algunos referentes culturales como Vishnu, dios
hindú que encarna en la mitología hinduista la preservación y la bondad, como
deidad central de la Trimurti o “tríada divina”, pero el verbo reflexivo de
Mario Urquiza Montemayor se basa más que en el legado de la tradición en la
interiorización de la experiencia vital, que transforma las sensaciones en
pensamiento. De esa cala en el intimismo nacen poemas como “Para volver a
recordar” que emplea el molde habitual del verso libre, en donde el yo indaga
en la memoria para capturar recuerdos que se van borrando en el discurrir.
El escritor, ya con un amplio itinerario poético, aunque la mayor parte
de su obra permanece inédita, es el fundador de la gaceta La experiencia de la libertad, una publicación digital inspirada en
un dicho aforístico de Octavio Paz, quien define la poesía como experiencia de
libertad. Y es evidente la asunción del magisterio de Paz también en el título
de este poemario que toma su nombre de un poema homónimo de quien ha sido y es
una de las figuras capitales de la literatura hispánica contemporánea. El breve
aporte de poemas compilado en Piedra de
toque se define desde dos núcleos reflexivos básicos: el lenguaje y el
epitelio sentimental. Ambos son realidades interiorizadas que requieren la mano tendida del lector. Sin ella el yo nunca es otro, permanece encerrado
en el cauce del ensimismamiento, sin la franja de luz de las palabras,
percibiendo que la mutación o el cambio, esa hoja agostada de los calendarios,
que transforma el vértigo de los cuerpos en umbral de la muerte, es la única certeza.
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