LOS CIEN MEJORES POEMAS de Karmelo C. Iribarren Edición de José Luis Morante La Isla de Siltolá / Poesía Sevilla, 2018 |
CIEN POEMAS Y UNA EXPLICACIÓN
Hay títulos que no esconden su naturaleza
hiperbólica. Este, por ejemplo: Los cien
mejores poemas de Karmelo C. Iribarren. No hay que asustarse; el sentido es
diáfano; bosqueja una muestra selectiva de trayecto, la que yo prefiero en este
momento, cien composiciones marcadas en el espacio lector personal. El lenguaje
del escritor es seco, restallante, emotivo. Define con exactitud un entrelazado
de rincones reflexivos del pensamiento y la experiencia, sea cultural o
biográfica. Ha adquirido en el tiempo sentido medular. Por ello, he optado por
seguir la cronología creadora libro a libro. Salvo el cuaderno inaugural Bares y noches y el libro ilustrado Versos que el viento arrastra, concebido
como un corpus poético para niños, están representados todos los peldaños, lo
que concede al conjunto el carácter de un mapa de ruta.
Una edición jamás se abre paso sin consultar
con el protagonista principal, el escritor. La efectiva respuesta borró
cualquier incertidumbre. Adelante, poeta. Así que sin especulaciones, me
adentré en una geografía poética que no pocas veces deja la sensación de ser
una autobiografía heterodoxa y diferente, dispuesta a poner brisa fresca en el
cuarto cerrado de lo previsible.
Los días laborables viajan hacia el crepúsculo con una grisura
pactada, pero sólo en apariencia; en su dermis subyace lo incógnito, eso que
pugna por pasar inadvertido a los ojos de casi todos. De ese modo, el poema se
define por su afán de búsqueda, por su quehacer indagatorio.
En Karmelo C. Iribarren existencia y
escritura conforman una sociedad limitada, que no admite masa social y que se
distribuye las funciones mediante acuerdos tácitos. Por ello, la existencia es
una veta natural que permite explorar las calles céntricas del yo, ese sitio
monumental que cobija los sentimientos y las idas y regresos hacia los demás;
se trata de pautar con el otro un acuerdo de mínimos que exige cada yo al
acontecer diario y que está hecho de argumentos sencillos para que el ruido de
fondo de lo cotidiano amortigüe su incoherencia y muestre un discurrir
apacible; cada sujeto define las propias estrategias de autodefensa frente al
temporal de la calle.
Otra veta fuerte nace de la escritura que
es, al mismo tiempo, tradición lectora y práctica de una sensibilidad que glosa
en distintos formatos las habituales obsesiones del taller. Karmelo C.
Iribarren escribe con palabras que inspiran confianza y que trazan en el rastro
fugaz de lo vivido algunas razones para el optimismo. Hay que saber mirar: “la
prosa de la vida está llena de poesía”
En su ensayo Otra manera de decirlo (Renacimiento, 2017) Pablo Macías plantea
una extensa perspectiva panorámica, capaz de subrayar interacciones,
discrepancias y apoyos al abordar la trayectoria de Karmelo C. Iribarren.
Agradezco aquí su entusiasmo crítico y la inmersión profunda en las aguas
inquietas de una obra en movimiento. Me ha despejado dudas al abrir la
necesidad de enfoques nuevos.
Integro aquí también mi afecto a Javier
Cabañero Valencia, siempre dispuesto a solventar los problemas digitales y las
correcciones de texto con la eficacia solidaria de su amistad. Suelo defender
que la poesía despereza la hipótesis de un encuentro dialogal reconstruido,
capaz de situar cara a cara, en un espacio cercano, la mirada creadora y el
afecto lector. Ojalá el presente trabajo consiga esa posibilidad vecinal
abierta y comunicativa. En ello estamos; que los poemas seleccionados prosigan
senda en la transitada calle del futuro.
Poco dado a la especulación teórica, José
Agustín Goytisolo, coordenada esencial de la generación del 50, argumentaba que
“el papel más válido de un crítico literario es el de catador, el de quien distingue y explica al público las diferencias,
las calidades y los sabores; no el de homologador,
cuantificador y clasificador, que acaba de hacer perder al lector las pocas
ganas que normalmente tiene de enfrentarse al texto literario”. Traspasado el
umbral de las buenas intenciones, comparto plenamente el lúcido criterio del
poeta. Con esa pauta invito a degustar estos cien mejores poemas.
Los amigos de estos Puentes de papel entenderán la alegría que supuso para mí la edición de este libro, el estudio crítico y la selección del legado poético de Karmelo C. Iribarren. Son sensaciones que siguen intactas, que perduran en los renglones de cada poema. Así que vuelvo a LOS CIEN MEJORES POEMAS para mirar la lluvia, aunque no llueva.
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