domingo, 18 de abril de 2021

MARIO LOURTAU. EL LUGAR DE LOS DIGNOS

El lugar de los dignos
Mario Lourtau
XVIII Premio de poesía José de Espronceda Ciudad de Almendralejo
Algaida Poesía
Sevilla, 2021

MATERIALES DEL RECUERDO


   Mario Lourtau (Torrejoncillo, Cáceres, 1976), licenciado en Filología Inglesa, suma a la diversa geografía poética contemporánea cuatro entregas, Donde gravita el hombre, Catálogo de deudores, Quince días de fuego La mirada del cóndor. Son quehaceres que conforman un itinerario lírico con sitio en distintas antologías. El lugar de los dignos ratifica el riguroso trabajo personal y obtuvo el XVIII Premio de Poesía Ciudad de Almendralejo.
  El poema prologal está precedido por tres nombres propios de solvente evocación semántica, Ida Vitale, Francisco Brines y Basilio Sánchez, cuyos extractos verbales comparten evocación y cercanía a un entorno que se hace observación, espacio de conocimiento, claridad y belleza. Los versos inaugurales reivindican el papel de la memoria y su profundidad de horizonte. En ella afloran, con fuerza, las palabras convertidas en cauce y labor de permanencia de lo nombrado.
  La amanecida del libro “Raíz de la memoria” opta por dar cauce libre a los recuerdos. El poema yuxtapone secuencias biográficas y sustratos reflexivos hasta culminar un deambular expresivo que tiende manos entre pretérito y presente. Se enlazan viajes introspectivos y destellos al paso, como dones dispuestos a la tenaz cercanía de los sentidos: ”Yo no sé qué recoge mi mirada / después de tanto asombro, / después de acariciar, sin yo tocarlo, / el gesto de la vida, su regazo. / Tal vez aquí, en lo intangible, / resida la grandeza de las cosas. / Tal vez de aquí, de los sencillos dones / derive lo sublime”.
  La aproximación a los materiales del recuerdo despliega sensaciones magmáticas que unen palabras, tiempo y existencia, ese asombro diario que tiene el peso leve de lo transitorio: “La memoria es el agua que se filtra en tus poros. / Arena entre los dedos que se criba hacia el alba. / Mano que traspasa el alféizar del tiempo y los visillos. / Nube subordinada a la elástica luz de lo inefable”.
   El enfoque del segundo apartado “El reino escrito”, subtitulado “Dimensión de la palabra”, consolida una creciente sensibilidad metaliteraria. Las peculiares características del quehacer poético añaden a la existencia amanecidas fundacionales, universos de claridad e intimismo, capaces de dar vuelo a la mansedumbre de lo cotidiano. Pero los enfoques varían y en este apartado se alojan también dos homenajes, el que configura el poema “El pulso de lo eterno”, dedicado a Miguel Ángel Velasco, y “Las aguas mansas”, que busca dimensión afectiva con el recuerdo de Claudio Rodríguez. El mismo afán celebratorio marcan otros nombres propios como José Hierro y Leopoldo María Panero.
  El discurrir argumental de “La estatura de un hombre”, abierto con una cita de Chantal Maillard, postula una inclinación más pronunciada hacia el intimismo reflexivo. Se oye la voz de lo biográfico en el poema “Semejanzas” donde se contrastan el recuerdo del padre y la pujanza germinativa del hijo, cuya inocencia adquiere el aire de familia y el pequeño milagro de la continuidad. El empeño de lo diario propone un marco escénico, con su carga de azar y rutina. Sobre ello se habla en el poema “Alineación de los planetas”. Habitamos un discurrir de fachadas grises y crepúsculos cansados, pero “La vida es así, / un par de viejos jugando a la petanca, / mientras  la tarde / cae / como una bola espesa sobre el foso”. No resulta fácil con esa panorámica en la retina diaria buscar un horizonte de esperanza y saber responder a las incertidumbres que componen sus preguntas sencillas en las aceras de lo laborable.
   En El lugar de los dignos el paso modulado del poema dialoga con la condición efímera que conforma el epitelio de las cosas cercanas: “Como el vuelo de las grullas en otoño / somos breves, fugaces, / contemplación casi ilusoria de este mundo, / efímera verdad, belleza y llanto”. El viaje introspectivo del lenguaje se esfuerza en preservar el asombro del latido existencial, superando erosiones y pérdidas. Quien formula las interrogaciones de siempre no ignora las asimetrías de una realidad distorsionada e impredecible que conlleva un estar perdido en los extraños laberinto de la vida diaria. Pero desde este hábitat sin certezas, entre luces y sombras estacionadas por el peso de los años, perdura el afán de mantener, sin desmayo, las coordenadas recurrentes de emoción y belleza, el alojado empeño de interpretar el mundo.
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 
 
  

2 comentarios:

  1. La reseña dignifica este poemario que no conozco, pero va a durar poco, porque lo voy a encargar ahora mismo por whatsapp a mi librería del barrio.
    Me ha gustado mucho que nombres esa profundidad del horizonte y una "interpretación del mundo" que ha despertado mi natural curiosidad que desde niña me invade.
    Un abrazo, José Luis

    ResponderEliminar
  2. La poesía de Mario Lourtau suena a media voz, hecha intimismo y búsqueda; en ella sobreviven las instantáneas del tiempo: esa estela de nombres propios, viajes y sentimientos que el olvido se empeña en borrar. Muchísimas gracias siempre por tu generosidad lectora.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.