En el corazón, escamas Rosario Troncoso Prólogo de Pilar Cabanes Ilustraciones de José Enrique Izco La Quinta Rosa Editorial Córdoba, 2020 |
SENTIR EL FRÍO
Me acerco con frecuencia a la poesía de Rosario Troncoso, profesora de
Lengua y Literatura, poeta, columnista de prensa e impulsora de distintos
proyectos editoriales, atraído por la callada confidencialidad de una voz
sacudida por la inconformidad existencial. En su denso tejido verbal el espacio
vital es una aleación de contenida riqueza emocional en la que conviven el
canto y la queja, el dolor y la plenitud sensorial de los sentimientos.
El
texto de introducción de En el corazón,
escamas, firmado por Pilar
Cabanes, recuerda el quehacer plural de la autora y deja en primer plano esos
rasgos nucleares definidos por la búsqueda incesante del sentido vital. Las
palabras dan cuerpo e impulso al discurrir y recuerdan el carácter catártico y
depurativo de la razón poética en el desvalimiento y la fragilidad. El análisis
de Pilar Cabanes explora también con mucha lucidez el carácter simbólico del
epígrafe En el corazón escamas. “En
la misma fuerza simbólica que entraña el título vislumbramos este resurgimiento
y una implacable resistencia. Las ásperas escamas protegen y aíslan a un herido corazón de sirena”.
Este itinerario intimista, en el que nunca se pierde la conciencia de lo
temporal, muestra un afán introspectivo que complementan las ilustraciones de
José Enrique Izco (Puerto Real, Cádiz, 1976), maestro y estudiante de Bellas
Artes, cuyas imágenes dejan las coordenadas de un interior marino habitando en
el pecho, hecho de colores fríos, como si la profundidad ocultara la decepción
y la culpa; un rastro de musgo que fermenta en los fondos abisales del yo.
Rosario Troncoso acrecienta la carga narrativa del verso, explorando las
anotaciones del poema en prosa. Lo que da a cada composición la apariencia de una
crónica emotiva que busca un escueto desarrollo argumental. Desde esa actitud
de compartir estados anímicos, que nunca renuncian a la evocación y a la búsqueda
de instantáneas vivenciales, van aflorando cicatrices y sombras. Los poemas
retratan una existencia marchita y anodina que suele desembocar, a diario, en
la plaza estrecha del desencanto: “Frágil ha sido esta fortaleza imaginaria. Y
fugaz. / Ahora sabemos, amor, que no es posible huir del sol”.
El poemario no cierra los ojos al uso convencional del verso libre, e
integra composiciones próximas en sus recursos expresivos a los textos en
prosa. Si vivir es sentir la nada, en esa ambigua identidad mitológica de la
sirena, el sujeto verbal siente que se configura en su destino un callejón
final: “destino irremediable de sirena: / morir de asfixia y sed / con la culpa
enredada / en la aleta dorsal”. Es una certeza sombría que anula el bucear de
la esperanza y hace de cada logro concreto una estela de fugacidad. Acecha la
indolencia y el paso rutinario que convierte la costumbre en grisura: “Emergí y
caminé sobre los añicos de todo. Ojalá tenga sentido. No permitas que seque la
indolencia. No me dejes morir”. Tras la noche de sombra acecha el despertar y
en ese retorno a la superficie la soledad se hace certeza y frío, esos síntomas
de la desnudez que invitan al vacío y la disolución.
En las emotivas secuencias que
Rosario Troncoso hilvana en los poemas de En
el corazón, escamas late fuerte una historia de amor y desamor. El vértigo
cansado de una voluntad a solas, nadando en la corriente del deseo hasta caer
exhausta en el desamparo. Toca entonces buscar el tacto áspero de la línea de
playa; aceptar esos espejismos conformistas que proyecta el futuro: “Entre los
sueños descansó con él, lejos de miedos abisales. Y entendió de su mano que la
orilla es el regreso a una casa que no existe”.
JOSÉ LUIS MORANTE
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