viernes, 25 de noviembre de 2022

ANTONIO MACHADO Y LA ELEGÍA

Antonio Machado


 
BALAS Y POEMAS (Fragmento)
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE
Poeta y crítico literario
 
 
                                                                       Si vis pacem para bellum
                                                                       (Si quieres la paz, prepara la guerra)
                                                                                             

                     Adagio Latino

 

Si quieres paz, prepárate

para vivir en paz con todo el mundo

 

                               Juan de Mairena

 
 "...  En el arco temporal de la guerra civil fueron muchos los intelectuales que hicieron pública su lealtad al régimen republicano. Así se constataría en el II Congreso Internacional de Escritores, celebrado en Valencia[1], que reunió en sus debates a voces que condenaron la rebelión de Franco y su ensañamiento. Pero la fidelidad al régimen vigente se percibe de manera ejemplar en la biografía de cuatro poetas: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Miguel Hernández a quienes el hispanista Ian Gibson –bien conocido por los lectores por sus investigaciones sobre nuestra historia contemporánea- dedica su estudio Cuatro poetas en guerra[2]. Queda fuera Rafael Alberti, el poeta con más conciencia política, cuya actuación, sin duda merece un monográfico. 
  El golpe de un grupo de militares en África, en julio de 1936, contra el gobierno surgido en las lecciones de febrero que dieron el triunfo al Frente Popular, fue el principio de una bárbara contienda que cercenó la convivencia, desmanteló la sociedad civil y trajo como epílogo una inacabable dictadura. El enfrentamiento afectó a todos los sectores sociales y exigió pronunciamientos personales[3].
   Federico García Lorca, uno de los miembros más brillantes de la generación del 27, de la mano del ministro de instrucción pública Fernando de los Ríos se involucró en las Misiones Pedagógicas al frente del grupo teatral universitario La Barraca que recorrió amplias zonas rurales para popularizar nuestro teatro clásico. Caería asesinado en los primeros días de la guerra, víctima de las arteras maniobras de la falange granadina. Los ultras no han olvidado sus compromisos con el Frente Popular. Aunque no milita en ninguna formación se prodiga en significados eventos: recita en la Casa del Pueblo de Madrid, pertenece a la Asociación de Amigos de América Latina, que denuncia  los gobiernos autoritarios del Cono Sur, firma manifiestos y concede entrevistas en las que recalca que la situación social no es ajena a las tablas teatrales y que el postulado esteticista del arte por el arte, además de falso, está finiquitado. En junio de 1936 concluye La casa de Bernarda Alba, un drama sobrio y sin poesía sobre la sexualidad en el que halla acomodo el ambiente inquisitorial del campo y el cúmulo de creencias lastrado por la intolerancia.
   Un mes más tarde, a principios de julio, la situación social empeora: las huelgas de obreros y las provocaciones falangistas ensombrecen la calle. El 12 de julio, pistoleros fascistas acaban con la lealtad republicana del teniente José Castillo. Como respuesta, hombres uniformados detienen y ejecutan al diputado José Calvo Sotelo. Los rumores del golpe se disparan; Federico decide ir a Granada, donde llega el 14 de julio. Al día siguiente, la prensa granadina saluda su retorno. En su ciudad, mitiga el miedo y participa en algunas actividades públicas o privadas. Se confirman los augurios: el 17 de julio se levanta la guarnición de Marruecos y, al llamamiento de Franco del día siguiente, Queipo de Llanos se hace con la Capitanía Militar de Sevilla. En Granada la información política es confusa y dos días después los rebeldes ocupan los edificios oficiales. El 23 de julio dominan completamente la ciudad.
   Los insurgentes quieren evitar una contraofensiva y encarcelan a los cargos legales. Instauran un régimen de terror, con ejecuciones y saqueos en domicilios privados. El 6 de agosto, la casa familiar del poeta en la Huerta de San Vicente sufre un estrepitoso registro falangista, la excusa es la búsqueda de una radio clandestina. Días después, los joseantonianos vuelven y con métodos violentos investigan la existencia de algunos fugitivos. Federico se derrumba; busca seguridad en el domicilio de los Rosales. Uno de los hijos, Luis, es un joven poeta que admira el itinerario de Lorca. Acepta el alojamiento de Federico. Pero la represión es implacable. El 15 de agosto se cursa la orden de detención del poeta y la búsqueda en la Huerta lleva a averiguar el paradero real, bajo amenazas. Al día siguiente, Ruiz Alonso y sus esbirros se personan en la casa de los Rosales y conducen a Federico al Gobierno Civil para  interrogarlo.  Las posteriores gestiones de los Rosales[4] resultan infructuosas. En la madrugada del 17 de agosto sería fusilado.
 
   Las operaciones militares del ejército nacional se realizan con ferocidad. Franco y Queipo de Llano prodigan avances hacia el centro y bajo su autoridad suman territorios andaluces y extremeños. El objetivo prioritario es Madrid, sede gubernamental. Tras la caída de Toledo, la carretera de Extremadura presencia un avance fortalecido por la idea de que la capital carece de una defensa adecuada. Así es: los emplazamientos antiaéreos son escasos, no se dispone de armas y municiones para reclutar efectivos civiles y cunde la anarquía entre los elementos defensivos, a excepción de la disciplinada organización del partido Comunista y el Quinto Regimiento. Sin embargo, las carencias se superan y el “no pasarán” atrinchera al fascismo en la Casa de Campo, soportando bombardeos que afectan incluso a edificios como la pinacoteca del Prado, los aledaños de la Biblioteca Nacional y el Palacio de Liria. Muchas voces condenan esta agresión a la cultura. El 19 de noviembre, El mono azul[5] denuncia “la patológica crueldad” que no respeta el legado de generaciones y se ensaña con centros culturales e intelectuales en un manifiesto que firman Rafael Alberti, María Teresa León, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, José Bergamín, León Felipe…
   El 24 de noviembre un grupo de intelectuales es evacuado hacia Valencia. Uno de los que salen es Antonio Machado, quien es portavoz del agradecimiento colectivo ante el heroísmo de la Junta de defensa. Republicano por tradición familiar, vivió con alborozo el bienio progresista y se involucró en escritos, homenajes y actividades de apoyo cultural. Atrapado en Burgos, su hermano Manuel poco a poco se convertirá en benevolente cantor de los militares rebeldes; esta incidencia afecta al poeta que, sin embargo, asume con entereza el rol del compromiso. Instalado primero en Valencia y más tarde en Rocafort con su familia, durante año y medio Antonio Machado desarrolla diferentes funciones: preside la Casa de la Cultura, firma manifiestos, da entrevistas que propagan su apoyo a la democracia de las urnas, forma parte de la Presidencia de Honor de la Conferencia Nacional de la Juventud, condena el golpismo y la criminal actitud del fascismo internacional y colabora en iniciativas como la revista Hora de España[6]. Sería en esta publicación[7] donde se levantó... "

(Fragmento del estudio sobre Antonio Machado)



[1] Los sublevados conquistan el centro peninsular casi sin oposición y, tras la toma de Toledo, y se impone la opinión de que la caída de Madrid es inevitable. El 4 de noviembre de 1936 se gesta un poder ejecutivo de urgencia, presidido por el socialista Francisco Largo Caballero quien para preservar la autonomía política decide el traslado a Valencia. Se oponen a la propuesta los cuatro ministros cenetistas y los dos comunistas, pero la decisión se impone. De ese modo Valencia se convierte en capital política de la II República. 
[2] Ian Gibson hace un análisis muy documentado sobre la lealtad a la causa republicana de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Miguel Hernández en  Cuatro poetas en guerra, Planeta, Barcelona, 2007.
[3] La defensa de Madrid se encomienda a una Junta de Defensa en la que participan todas las formaciones ideológicas con representación en el Consejo de Ministros. La preside el general José Miaja.
[4] Félix Grande reconstruye los últimos días de Federico García Lorca en su libro La calumnia- Mondadori, Madrid, 1987-para exculpar a Luis Rosales en la muerte del poeta y para dar cuenta de su compromiso en el clima de represión que soportó Granada en los primeros pasos de la guerra civil.
[5] La revista era uno de los órganos de expresión de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, firme soporte para la defensa de la cultura.
[6] Es una revista mensual cuyo primer número amanece en enero de 1937, en la imprenta de Manuel Altolaguirre. Cuenta con ilustraciones de Ramón Gaya y un colectivo de calidad en el que están León Felipe, José Moreno Villa, Antonio Machado, José Bergamín o Rabel Alberti; después se sumarían otras escrituras como María Zambrano, Miguel Hernández u Octavio Paz.
[7] Hora de España, número 8, pp. 5-10. Esta entrega se editó en la ciudad del Turia, en  agosto de 1937. Un largo artículo glosaba la significación del II Congreso Internacional de Escritores

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