miércoles, 23 de noviembre de 2022

LAURA RAMOS. LA VERDAD ES QUE ESTOY SOLA Y QUE ESTOY ARDIENDO

La verdad es que estoy sola y que estoy ardiendo
Laura Ramos
Ediciones de la Isla de Siltolá / Poesía
Sevilla, 2022 

UN PACTO DE FICCIÓN


   Una de las sendas más transitadas del espacio lírico contemporáneo es el intimismo, una estética de normalidad en la que el poeta focaliza la subjetividad como mapa de significaciones. Quien escribe se siente cómodo el aporte experiencial de lo diario y entre un abanico de lecturas que funciona como fuente nutricia de la propia creación. Laura Ramos (Avilés, Asturias, 1996), Licenciada en Filología Hispánica y profesora de Literatura, titula su amanecida La verdad es que estoy sola y que estoy ardiendo, un aserto confidencial, alejado de cualquier solemnidad retórica, cuyo alcance expresivo  define, según escribe Rodrigo Olay, en la nota de contraportada: “Una pequeña cosmogonía cuajada de mitos propios, hasta construir una leyenda, un lenguaje y una lógica personales en el espacio imaginado de Nonú”.
   Antes de iniciar el trayecto poético, también resultan sugerentes los datos previos sobre la identidad del sujeto poético definidos en la Nota de la autora: “colocar a la niña o al robot (a poder ser / muy cerca del agua de un estanque / pactarlo todo / como un milagro”. Desde esa ubicación reflexiva que invita a un pacto de ficción llegan las citas de Rodrigo Olay y Ausiàs March, como aperturas del apartado “Cuatro poemas sobre amar y morir”. Los materiales líricos enlazan directamente con el epitelio sentimental del sujeto. Todo gira en torno al discurrir afectivo, vértice central del laberinto existencial, pero las contingencias de esa relación con las emociones mantienen una clara sensibilidad onírica, a trasmano de una realidad estable y convencional: "el día que te conocí dispuse un telar en el centro de mi cuarto / con cuidado peiné los hilos, ásperos como salidos de la tierra / Penélope y yo guardamos raíces comunes / erguidos como varillas de acero / nos reconocemos en el telar". Hay poemas que remiten al clima de las leyendas medievales, a esa trama reticular de caballeros y damas. Enfrentados al cauce azaroso del destino, prodigan gestos de valor, elementos mágicos y versiones ficcionales, como relatos de final abierto, junto al fuego, donde todo lo que ocurre solo es percibido en espacios dormidos en el alféizar de lo cotidiano.
 En ese yo parapetado en las profundidades de la imaginación afloran personajes con voz propia como Elisena y Sissi, y espacios geográficos, ajenos a cualquier mapa conocido, como la tierra de Nonú, un punto ciego abierto donde cobijar sagas perdidas en las manos del tiempo, e historias con grietas a la fantasía. De este modo, cobra vida un transitar evocativo, ajeno a la cronología del ahora.
  El paisaje conforma una experiencia lingüística. Se trata de inventar y construir, de ubicar en esa cartografía ficcional emplazamientos para el amor, la ausencia, el deseo o la soledad.
   Apoyado en citas de Wallace Stevens y Anne Carson, en el apartado final “La alegría y la mecenas” la temática metaliteraria de algunos poemas refuerza el carácter experimental del libro. No hay un hilo argumental que paute un planteamiento, nudo y desenlace, sino un cúmulo de composiciones en el que cada texto, incluso en los poemas fragmentados, tiene una autonomía expresiva, con distintos estratos de significados. Conviven el relato textual de lo anecdótico y la alegoría, los recuerdos y el magma cultural de la lectura.
   La verdad es que estoy sola y que estoy ardiendo de Laura Ramos contiene una propuesta compleja en sus procedimientos formales, que invita a la interpretación crítica. La poeta niega certezas al limitado mundo de lo figurativo. Escribe, disfraza la anécdota, busca tras el lenguaje la recreación de lo desconocido. A veces, los significados caminan tanteando entre imágenes oníricas, aunque sin perder la carga orbital de lo emotivo, como si el amor y el deseo ganaran definitivamente la partida al lenguaje para volver hacia la amanecida. Quien mira hacia dentro habita un cuarto exiguo, vital e intuitivo, en constante transformación y movimiento; en él dibuja una espiral que busca su centro, ese lugar donde se definen las vibraciones del amor,  el pactado camino del poema.
 
                                                                              JOSÉ LUIS MORANTE 

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