Tocar la piel del tiempo La poesía de Luis García Montero Ioana Gruia Editorial Renacimiento Colección Iluminaciones Sevilla, 2022 |
POÉTICA DE LA PIEL
Asumiendo un fuerte vitalismo
creador, Ioana Gruia (Bucarest, 1978), profesora titular de la Universidad de
Granada, ciudad donde vive desde 1997, impulsa una escritura plural, que traza
itinerarios por la novela, el relato breve, la crítica, la poesía y el ensayo. Retorna
a esta última estrategia con el libro Tocar la piel del tiempo, una cala crítica en torno a la escritura
de Luis García Montero, autor de contacto sobre el que la escritora ha
reflexionado con frecuencia.
Las coordenadas poéticas de Luis García Montero le conceden en la poesía contemporánea en lengua española una ubicación sólida e incontestable. Sus entregas han propiciado abundantes antologías y compilaciones completas y se han traducido a más de una decena de idiomas. Muchos poemas se han musicalizado y son letras celebradas de conocidos músicos o cantautores, y su obra es generadora de una incontenible bibliografía, como recuerda Ioana Gruia en la selección final que sirve de coda al libro.
De inmediato se siente la sensación de cercanía con el autor; como intuyera Joan Margarit, la poesía de Luis García Montero es una casa de cimientos profundos, un espacio abierto, hospitalario e instalado en la lucidez. Las palabras de Ioana Gruia conceden a la poesía del granadino una propuesta de claridad y diálogo, de confidencialidad con el transitar del tiempo. Sin duda, el poeta es el mejor referente generacional y entrelaza señas identitarias de varias promociones en activo, desde los maestros del medio siglo hasta la poesía pandémica y digital.
La escritora explica el título con una sugerente intuición que asocia la existencia como una cronología sensorial que invita a “tocar la piel del tiempo” desde las relaciones personales y el mundo afectivo, pero también desde la práctica literaria y el arte como forma de buscar lo permanente en lo transitorio. Y establece un ritmo pausado en el discurrir de su ensayo que se articula con los siguientes núcleos abiertos: una perspectiva general en la introducción, análisis de la poética y tres enclaves temáticos: “Los párpados del tiempo”, “Bestiario íntimo" y, por último, “El ritmo del mar y los barcos de papel”.
El apartado “Una poética de la piel” recorre los pliegues del ideario personal a través del sustantivo piel, empleado con frecuencia en diferentes momentos del itinerario lírico, hasta ser resaltado por estudiosos como Marcela Romano y Laura Scarano. La cualidad matérica de la superficie invita a un largo viaje interpretativo que permite emerger, tras los pliegues de la epidermis, el sentido íntimo de la escritura. Al cabo, como escribiera Luis García Montero en Confesiones poéticas, al hablar del libro Diario Cómplice, “la poesía es una operación interpretativa de las superficies, un texto con conciencia exacerbada”. De este modo, la piel, según Ioana Gruia, se convierte en núcleo de significado y de irradiación fundamental que se ramifica en claves como el erotismo, el deseo, la meditación sobre la intrahistoria colectiva, el papel de los sentimientos y el temporalismo del discurrir existencial. El análisis concluye que, en la poesía de Luis García Montero, la piel aglutina la intimidad del pensamiento y su relación con el entorno, junto al diálogo continuo y confidencial entre razón y sentimientos.
El capítulo “Los párpados del tiempo” percibe el verbo confidencial de la temporalidad. En él se hace corpóreo el tiempo, como si fuera un protagonista vivo del texto, donde aloja y desaloja una larga sucesión de vivencias y recuerdos, prodigada por los momentos existenciales. La memoria es lumbre encendida; inventa calidez y belleza y consigue articular el enlace entre el pasado imaginario y el presente que postula la evocación. Esta superposición temporal materializa la fuerza interna de la intimidad para fijar el deseo, el resplandor callado de la evocación o la voz común de lo colectivo; pero también la herida de existir.
La compilación final “El ritmo del mar y los barcos de papel” explora los poemas marítimos. Son textos que mantienen vías abiertas con las obras de Rafael Alberti y Federico García Lorca. En las composiciones que tienen el mar como eje argumental hay una luminosa sensorialidad, y ubicaciones semánticas que emanan de términos como faro, deriva, naufragio, bruma acantilado o litoral; palabras que mantienen puentes tendidos entre lo cotidiano y lo fantástico y originan sorprendentes metáforas. En ellas se forja el devenir existencial, los faros mudables de un tiempo que ilumina el lenguaje.
La estela lúcida de Ioana Gruia en las páginas de Tocar el tiempo explora con vocación de luz los enclaves más definitorios del discurrir poético; la cuidada simetría entre apuesta ética y razón estética. Queda, de este modo, el legado lírico de Luis García Montero en el centro del ahora, con una obra plena que es testimonio de incertidumbre y asombro. Lluvia, que difunde transparencia y fecunda el surco abierto del tiempo.
Las coordenadas poéticas de Luis García Montero le conceden en la poesía contemporánea en lengua española una ubicación sólida e incontestable. Sus entregas han propiciado abundantes antologías y compilaciones completas y se han traducido a más de una decena de idiomas. Muchos poemas se han musicalizado y son letras celebradas de conocidos músicos o cantautores, y su obra es generadora de una incontenible bibliografía, como recuerda Ioana Gruia en la selección final que sirve de coda al libro.
De inmediato se siente la sensación de cercanía con el autor; como intuyera Joan Margarit, la poesía de Luis García Montero es una casa de cimientos profundos, un espacio abierto, hospitalario e instalado en la lucidez. Las palabras de Ioana Gruia conceden a la poesía del granadino una propuesta de claridad y diálogo, de confidencialidad con el transitar del tiempo. Sin duda, el poeta es el mejor referente generacional y entrelaza señas identitarias de varias promociones en activo, desde los maestros del medio siglo hasta la poesía pandémica y digital.
La escritora explica el título con una sugerente intuición que asocia la existencia como una cronología sensorial que invita a “tocar la piel del tiempo” desde las relaciones personales y el mundo afectivo, pero también desde la práctica literaria y el arte como forma de buscar lo permanente en lo transitorio. Y establece un ritmo pausado en el discurrir de su ensayo que se articula con los siguientes núcleos abiertos: una perspectiva general en la introducción, análisis de la poética y tres enclaves temáticos: “Los párpados del tiempo”, “Bestiario íntimo" y, por último, “El ritmo del mar y los barcos de papel”.
El apartado “Una poética de la piel” recorre los pliegues del ideario personal a través del sustantivo piel, empleado con frecuencia en diferentes momentos del itinerario lírico, hasta ser resaltado por estudiosos como Marcela Romano y Laura Scarano. La cualidad matérica de la superficie invita a un largo viaje interpretativo que permite emerger, tras los pliegues de la epidermis, el sentido íntimo de la escritura. Al cabo, como escribiera Luis García Montero en Confesiones poéticas, al hablar del libro Diario Cómplice, “la poesía es una operación interpretativa de las superficies, un texto con conciencia exacerbada”. De este modo, la piel, según Ioana Gruia, se convierte en núcleo de significado y de irradiación fundamental que se ramifica en claves como el erotismo, el deseo, la meditación sobre la intrahistoria colectiva, el papel de los sentimientos y el temporalismo del discurrir existencial. El análisis concluye que, en la poesía de Luis García Montero, la piel aglutina la intimidad del pensamiento y su relación con el entorno, junto al diálogo continuo y confidencial entre razón y sentimientos.
El capítulo “Los párpados del tiempo” percibe el verbo confidencial de la temporalidad. En él se hace corpóreo el tiempo, como si fuera un protagonista vivo del texto, donde aloja y desaloja una larga sucesión de vivencias y recuerdos, prodigada por los momentos existenciales. La memoria es lumbre encendida; inventa calidez y belleza y consigue articular el enlace entre el pasado imaginario y el presente que postula la evocación. Esta superposición temporal materializa la fuerza interna de la intimidad para fijar el deseo, el resplandor callado de la evocación o la voz común de lo colectivo; pero también la herida de existir.
La compilación final “El ritmo del mar y los barcos de papel” explora los poemas marítimos. Son textos que mantienen vías abiertas con las obras de Rafael Alberti y Federico García Lorca. En las composiciones que tienen el mar como eje argumental hay una luminosa sensorialidad, y ubicaciones semánticas que emanan de términos como faro, deriva, naufragio, bruma acantilado o litoral; palabras que mantienen puentes tendidos entre lo cotidiano y lo fantástico y originan sorprendentes metáforas. En ellas se forja el devenir existencial, los faros mudables de un tiempo que ilumina el lenguaje.
La estela lúcida de Ioana Gruia en las páginas de Tocar el tiempo explora con vocación de luz los enclaves más definitorios del discurrir poético; la cuidada simetría entre apuesta ética y razón estética. Queda, de este modo, el legado lírico de Luis García Montero en el centro del ahora, con una obra plena que es testimonio de incertidumbre y asombro. Lluvia, que difunde transparencia y fecunda el surco abierto del tiempo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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