Secuelas del fuego Anais Vega XIV Premio de Poesía Joven RNE-FUNDACIÓN MONTEMADRID Pre-Textos, Poesía Valencia, 2022 |
RITUALES DIARIOS
Si exploramos los itinerarios estéticos de la generación nacida en el
cierre de siglo, percibimos una producción cadenciosa y diversa,. En ella se
conjugan nombres propios que ponen frescura e intimismo en su creación. En este
sustrato histórico comienza su andadura Anais Vega (Córdoba, 1991), que cursa
en el ahora Filología Hispánica en la Universidad de Córdoba. Su trabajo más
temprano, Azules y otras sombras, fue
reconocido con el Premio de Poesía Joaquín Benito de Lucas; también su
segunda entrega Secuelas del fuego sale
de amanecida al obtener el XIV Premio de Poesía Joven RNE-Fundación
Montemadrid.
La poeta elige como vértice iluminador de su escritura una cita del
mexicano José Emilio Pacheco, cuyo sustrato lírico está marcado por la
exploración del inasible ritual diario y por la percepción del discurrir
existencial que crea de continuo inquietud y desconcierto, secuelas de ceniza.
También la estela poética de Anais Vega opta por varias
señas reconocibles: la cercana dicción del coloquialismo, la trama de lo
cotidiano, el papel relevante del diálogo con los otros al compartir sueños, decepciones y
sosiego y, en el propósito formal, el uso del poema breve como propuesta cercana y transparente,
despojada de aditamentos herméticos. Quien camina por la hondura gris del
amanecer dibuja una identidad reflexiva: “Es una extraña la que pinta / mis
labios / mirándose al espejo. / Contesta algunos wasaps / y ríe con sus amigas,
/ madruga, / hace deporte, / y después el amor. / Es una extraña y yo / simple
pared / e involuntaria espectadora.”
Por tanto, la marcha argumental
de Secuelas del fuego hunde su raíz
en el devenir de lo contingente. Está marcada por los afanes de un ser
individual que sobrevive a la monotonía del discurrir. Una calma aparente se
posa en el entorno, como un extraño marco de representación. De repente aparece
un suceso que convulsiona todo, que pone en la tristeza una estridencia, un
tacto áspero, un grito que recuerda los mecanismos desgastados de un mundo inicuo, “que solo puede haberlo
creado un loco”.
El balance vital prosigue indeclinable hasta dejar al hablante poético
en las frontera de los treinta; es un tiempo de transición que zarandea
aquellas aspiraciones entusiastas de la juventud. Qué excelente reflejo de ese
impulso vital el poema “Los jóvenes de abajo" que enfoca la
decepción en la grisura de lo laborable. Poco a poco, se perciben también las
mutaciones propias, esas inadvertidas erosiones que van tomando
formas nuevas y dejan en las aceras ausencias y pensamientos nacidos desde la
evocación. Todo lo que fue un día, ya es distinto. Son otras las ramas que sostienen, o las voces que suenan en el parque y que describen, íntimas, esas certezas que
los años mueven de sitio; ilusiones que
no saben terminar un buen autorretrato.
En el apartado central “Chispa y llamarada” Anais Vega se asoma al
presente sin filtros desde una hermosa cita de Joan Margarit; no busca retocar
sino que encuentren una ventana con luz las preguntas de siempre; aquellas que
saben que la naturaleza de fondo del existir está cubierta por una vaga niebla. Resalta
la coherencia del sujeto verbal en asumir su identidad biográfica y el
pensamiento con mínimos cambios de planes. Un ambiente sin decoración que
tanto recuerda en ocasiones a la sala de espera de un psiquiatra con sus expresionistas
contornos de normalidad. Pero también allí crece una brizna de esperanza, salta
la chispa que no pierde la fe en la supervivencia, por más que los lobos nunca
cambien o se disfracen con pieles de temporada.
En la poesía de Anais Vega, con voz sabia y precisa, se dibujan los
contornos de la realidad y su tendencia intacta de cobijar la umbría y el
pesimismo existencial. Los pasos afloran con huella frágil, destinados a ser
silencio y humo, un poco de vaho en los espejos. Desde ese sentimiento elegíaco,
que enlaza con magisterios como Ángel González, comienza un trayecto marcado
por la inquietud de una conciencia insomne. Quien piensa sabe que un día no
estaremos, pero sabe también que vivencias y percepciones no son definitivas.
Que es posible emerger con palpitaciones vivas. Ser otra vez un ave fénix, cuando el amor
rescata con su mano tendida y libera de cualquier sensación crepuscular “Con la
Noche estrellada bajo el brazo”.
JOSÉ LUIS MORANTE
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