miércoles, 9 de noviembre de 2022

ANTONIO DEL CAMINO. LAS SEÑALES DEL TIEMPO

Las señales del tiempo
Antonio del Camino
Introito de Alfredo J. Ramos
Mahalta Ediciones
Ciudad Real, 2022 

 

ATARDECIDA

 

   En la estela poética de Antonio del Camino (Talavera de la Reina, 1955) la evocación y el discurrir son dos esenciales itinerarios temáticos para descubrir la esencia del ser. Ambos aparecen en los poemas como espacios habitables, indicios fidedignos, que entrelazan pretérito y ahora. En Las señales del tiempo la voz elegíaca, ajena a cualquier sensiblería, sugiere a Alfredo J. Ramos la reflexión prologal “Por los caminos del tiempo y la memoria”. De nuevo encuentra continuidad un largo recorrido que ha ido dispersando en las aceras editoriales entregas como Para saber de mí (2015) o Paso a paso la vida (2017). Son libros dibujando una sensibilidad reconocible, donde se hace evidente la perfección formal, el sentido del ritmo, la incardinación entre personaje biográfico y hablante verbal  y la depurada cadencia léxica.
   En este quehacer las formas cerradas se definen como mirada continua al paso fuerte de la tradición y como propósito dialogal con el despeje enunciativo de la composición. Es importante también el subrayado de que experiencia real y palabras se tienden las manos; resguardan la cercanía de quienes caminan juntos y soportan con entereza los efectos del acontecer. En suma, sintetiza con nítida síntesis, el introito: “Las señales del tiempo es la apuesta de un poeta que, después de haber recorrido otros caminos y explorado territorios acaso más inhóspitos, en sus últimas obras se decanta por la claridad, la sencillez expresiva –aunque sin caer nunca en los arrabales del prosaísmo- la certeza de la duda sin enmascaramientos y el intento de ofrecer un relato inmediato de la experiencia…”.
   Como si tomara asiento en la amanecida, la sección “Albor” contiene un poema prólogo, de excelente concisión argumental, que da título al libro. El extraño que asienta su faz en el espejo muestra los trazos justos del discurrir; la suma de erosiones y rasgos mudables. Así comienza esa cronología vivencial que tiene en los primeros años su rescoldo más cálido con la presencia intacta de las identidades aurorales: la madre, el padre, los juegos infantiles, la abuela, el abuelo. Son capítulos intactos de la memoria que invitan a recorrer calles edénicas, esas rayuelas que forjan las casillas de la memoria. Son señales del tiempo que, al cabo de los años, configuran algún paisaje agónico, casi espejismos dando vuelo a realidades y sueños.
   Llega la juventud y con ella la educación sentimental que forja al hombre. No se retrata al yo concreto y circunspecto, asfixiado en su propia contingencia, sino el peso de la edad, aquella foto de grupo generacional que vivió el tiempo final del franquismo y los brotes aurorales de la democracia y, más tarde, lo que luego se llamaría transición. Nace así un maravilloso poema sociológico “Así éramos” que emociona y define, que visto en la distancia llena de indulgencia el corazón por esa mezcla de ingenuidad y ternura, Allí están los amigos para siempre, las lecturas, la jura de bandera, la certeza de transitar y otra ciudad, cobrando el velado amarillo de la lejanía.
   El mismo autor y varios de los críticos que se han acercado al ideario estético de Antonio del Camino recuerdan, de modo inevitable, el magisterio fuerte de Antonio Machado en el inestable zarandeo del tiempo. La voz cimera de la Generación del 98 ha iluminado la lírica de más calidad del siglo XX, aquella que se encuadra en la poesía social de la posguerra, en el grupo del Medio siglo y en los autores granadinos de la otra sentimentalidad que a principios de los años ochenta dan paso a la denominada poesía de la experiencia. De igual modo, Antonio del Camino vuelve a reflexionar sobre el devenir lírico del poeta; es verdad que todos vemos desde un lugar y un tiempo y ese contexto se percibe en el signo diferenciado y heterogéneo de cada creador, aunque también sean compartidos el enfoque fragmentario y el relativismo. En la interminable sucesión de causas y efectos, el pensamiento especula y busca coordenadas situacionales que le permitan trazar un comportamiento ético y un pautado cumplimiento del destino individual. Palabra y tiempo dan sentido al afán de decir, a esa senda en la que Antonio del Camino busca una expresión más luminosa y esencial, aunque con una evolución sin saltos significativos ni grandes rupturas. Temas y obsesiones se repiten en torno al lenguaje: el paisaje, la herida del tiempo, la introspección, el amor o la existencia cotidiana son los argumentos textuales que casi siempre encuentran un azul diáfano, sin la retórica hueca de lo innecesario: “¿Inspiración te llamas? Nada eres / sin el tesón final del artesano que a partir de tu voz desbroza el tiempo”.
   La sección final “Mientras atardece” deriva hacia una evocación  intimista que acoge indicios emotivos del sujeto, la casa y la infancia, ese proceso que muestra las mutaciones del entorno; el cambio es un modo de profundizar y entender; de aprender a vivir.
   Las señales del tiempo reflexiona sobre la experiencia de la temporalidad: “Este libro se asoma a mi memoria / transita por el tiempo y sus celadas, / por lejanos y nuevos laberintos / por los que va mi voz buscando luz”. Es un diálogo abierto en el que aflora la condición vulnerable de cualquier ser humano, esa fecha de caducidad que marca siempre nuestra huella y ese modo de ser asimilando que todo es nada, mudable recorrido de cercanías. Al cabo, en la travesía singular lo mejor es ser coherente con el propio destino y caminar hacia lo verdadero ligero de equipaje.


 
                                                                            JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 

2 comentarios:

  1. Amigo José Luis. El libro de Antonio es también el retrato potente y sencillo, de un tiempo, de una generación. La que vivió el tiempo excitante que tiñó el tardofranquismo en el camino hacia la transición y la normalidad democrática. La que hizo su papel con enorme éxito y ahora lo entiende. Y Antonio lo cuenta desde su experiencia personal (equivalente a la de tantos otros), también desde la pulcritud y la serenidad. Por eso entiendo cuando dices "argumentos textuales que casi siempre encuentran un azul diáfano, sin la retórica hueca de lo innecesario". Ahí encontramos el mundo de Antonio, limpio, lo afectivo de las vivencias que aún le pertenecen y que el libro aventa. Su persona estará en Madrid el próximo 22 martes de noviembre para poner voz a los poemas. Allí estaremos.

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    1. Querido amigo, pleno acuerdo con esa lectura generacional del libro, con esa espera que anunciaba el despertar de la democracia y el sueño de una noche de verano que anunciaban sus calles. Enhorabuena por la magnífica edición del libro y por cobijar en el catálogo a un poeta meditativo que hace del tiempo razón y abrigo. Un abrazo entrañable.

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