LUCES
Desde hace cuatro días en la casa
no hay nadie, salvo yo. Al bajar los peldaños una luz interior del dormitorio se
enciende sola. No recuerdo cómo accioné el interruptor. Apago y tanteo hacia la
escalera. Otra vez sombras. Un instante después está encendida la lámpara del
baño principal. Reitero que en la casa no hay nadie salvo yo, y me repito mientras veo en el
espejo a un tipo asustado que se mira a sí mismo y que hace una hora consumía
un tiempo en soledad, monótono y previsible, antes de abrir su mundo al miedo.
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