sábado, 3 de diciembre de 2022

TERESA GÓMEZ. PLAZA DE ABASTOS

Plaza de abastos
Teresa Gómez
Prólogos de Ángeles Mora
y Juan Carlos Rodríguez
Fundación José Manuel Lara
Sevilla, 2022 

 

EL QUICIO DE LAS HORAS

 
 
   La poesía contemporánea aglutina una luminosa conjunción de etiquetas que definen, con discutible precisión, los ensanches del género. Así sucede con la expresión machadiana “La otra sentimentalidad”, que nombra el grupo literario nacido en Granada a principios de los años 80, cuyos vértices referenciales más notables, en su comienzos, fueron Álvaro Salvador, Javier Egea y Luis García Montero. Pero la etiqueta adquiría solvencia con otras identidades como Ángeles Mora, Inmaculada Mengíbar y Teresa Gómez (Puebla de Don Fadrique, Granada, 1960), Licenciada en Filología Hispánica y Psicopedagogía. El trayecto personal compendia las publicaciones Subasta en mi ventana (2000), Tu silencio (2004), La espalda de la violinista (2018) y ahora, como definitivo amanecer tras una notable presencia en revistas y algunas antologías, Plaza de abastos, un libro escrito en el primer tramo de los años ochenta y presentado en 1986, aunque destinado muy poco después a soportar un largo paréntesis de silencio.
   En su acercamiento prologal, Ángeles Mora recuerda el clima cultural de la época. Aquella etapa en la que la Universidad de Granada era un hervidero de iniciativas culturales, auspiciadas por magisterios como el profesor Juan Carlos Rodríguez. La lírica de Teresa Gómez sonaba fuerte en lecturas públicas y recitales y había sido reconocida por la revista Olvidos de Granada. Pero sus poemas de viva voz solo tuvieron el apunte de una aparición fugaz, aunque contaran en aquella amanecida temporal con el refrendo presencial de Juan Carlos Rodríguez cuyas palabras sirven ahora como pórtico a esta edición. El investigador y ensayista recalcaba un aspecto clave de Plaza de abastos: la creación de una metafísica del cuerpo, exento y liberado de su condición biográfica.
   Ahora Teresa Gómez desvela el misterio de Plaza de abastos, ese modo de percibir que marca las estratagemas del solitario desde la poesía. Las palabras son intuición del espíritu; profundizan en la realidad y dan cuenta de la experiencia del conocer las fuentes esenciales del sujeto: el amor, el itinerario hacia el otro, la conciencia de la temporalidad y los claros indicios de la contemplación de lo cotidiano.
   En Plaza de abastos los poemas muestran su trabazón interna en torno a cuatro secciones. La del comienzo, “Variaciones sobre un tema inesperado” solo contiene dos composiciones, pero en ellas concurren los rasgos definidores del poemario. La voz confidencial explora de manera directa el cauce sentimental. Abre ventanas al cuerpo, percibe las huellas marcadas en la epidermis de los días que la sensibilidad lírica moldea, en una suerte de registro verbal: “Extendida la arena más allá de las costas / yo sostuve en tu cuerpo una formulación de mi pasado”. El inicio celebratorio de la pulsión amorosa establece en el segundo poema una analogía entre  los pormenores del deseo y el desplazamiento del yo existencial hacia su ineludible destino en la ceniza.
    El campo semántico del apartado “Oferta” se ajusta con destreza al acontecer del hablante en torno a su relación con el latir del cuerpo. El tiempo borra y distancia, pone niebla en las coordenadas del destino: “Son todos estos años de pie frente a la verja, / las preguntas aquellas con la luz apagada / y una explosión de ti a deshora / con un gesto en los ojos / terminantemente prohibido”. Frente a los días quedan los rastros del cansancio, el tacto áspero de un paisaje en el que languidece un callado rumor de besos.
   El conjunto de poemas “Ocasiones” incorpora en el cauce argumental la mirada social. En este tramo destacan poemas de sensibilidad oral mediante el empleo de recursos literarios como la repetición, el juego visual de las grafías y un ritmo de canción que recuerda el folklore. Junto al personaje, cercano permanece un escenario colorista que halla en la percepción de quien contempla un itinerario de retorno. En el avance de “Ocasiones” se muestra un atinado ejemplo de aliento transversal que hace propicio el tiempo para una cosecha de sentimientos diáfanos como el amor, la soledad, el desamparo de la calle –tan certero en el poema “Estado de sitio”- o las fotografías de un tiempo que buscaba esperanza tras la ominosa travesía de la dictadura.
   Se reflexiona en el apartado final “Demanda” sobre el ser de quien recorre el pálpito coral de lo cotidiano en su empeño de definir esperanzas y sacudir el tedio. La caligrafía de la intimidad siempre es el sencillo y eficaz salvavidas diario: “Y ahora llegas tú / con veinticinco mil maneras de acariciar mis dedos / aunque no estés de acuerdo con lo que yo / pensé / del precio de la piña  y la última decisión / que ha tomado el gobierno”.
  Recuerdos y experiencias son señas presenciales presenciales.  Son elementos vivificadores, símbolos plurales de cuyo existir se deducen inflexiones intimistas para animar la caligrafía aleatoria del pasado. El abrazo entre meditación y vivencias conceden al poemario textura meditativa.
  En los poemas de Plaza de abastos el tejido experiencial adquiere una importancia explícita; las evocaciones trasmiten la vigencia activa de la memoria; desde su cercanía se marcan los latidos del presente y las cualidades del entorno, ese contexto urbano marcado por las contingencias del sentir. Este singular encuadre personifica el apoyo en magisterios como Rafael Alberti y su momento creador surrealista. Teresa Gómez deja en Plaza de abastos un tramo escritural intimista, experiencial y evocador, que no olvida la preocupación formal y supera hermetismos y oscuridades para expresar la pulsión tensión de una identidad que camina hacia adentro, para reconocer sus vibraciones, los nuevos signos de la amanecida.


JOSÉ LUIS MORANTE

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