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VENTANA AL CALLEJÓN
(A Monterroso, claro)
Un día abrí los ojos y el dinosaurio ya no estaba. Mi voluntad regresó
al suelo frío de los sueños. Soy de los que piensan que el olvido es un acantilado natural,
dispuesto a imponer la consistencia de sus agravios. Mientras dormía, el dinosaurio añoró mi estar solo y atravesó las horas para buscarme.
(Cuentos diminutos)
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