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jueves, 31 de julio de 2025

MIGUEL CATALÁN. SUMA BREVE

Suma breve
Pensamiento breve reunido (2001-2018)
Miguel Catalán
Ediciones Trea / Aforismos
Somonte Cenero, Gijón, Asturias, 2018

 

ELOGIO DE LA PARADOJA

 
   El momento cenital del aforismo como estrategia expresiva tiene en Miguel Catalán (Valencia,1958-2019) un cultivador vehemente y muy recordado, como se percibe en el ensayo de Javier Recas La vida en un trazo (2025) dedicado al aforismo filosófico. Doctor en Filosofía, profesor universitario y ensayista, su cosecha paremiológica abarca seis entregas dedicadas al género. Todas se compilan en el volumen Suma breve. El trayecto completo abarca desde 2001 hasta 2018, un intervalo conformado por las ediciones El sol de medianoche (2001), La nada griega (2013), La ventana invertida (2014) y el aporte inédito que añade tres conjuntos, que anticiparon textos en revistas: Así es imposible, El altar del olvido y Paréntesis vacío.
  El conjunto permite definir, con lúcida solvencia, el carácter ontológico del aforismo y su evolución en el discurrir. El término siempre está vinculado a un territorio de intersección entre literatura y filosofía que es base común de todas las entregas. Así lo recuerda el texto de apertura de José Montoya Sáez, quien también examina de cerca el concepto de paradoja como implosión del lugar común. A través de la paradoja se puede expresar la constante fluctuación del entorno social y humano; de esta forma adquiere un notable potencial subversivo en la contundente concisión de sus reflexiones.
  El aforismo postula la complejidad de su contenido, emprende en su decir una interpretación del sujeto y de la realidad externa, en la que sondea una continua búsqueda de sentido. Su exigencia estética se asoma a los estantes de la verdad, con lo que adquiere en su definición una cierta claridad metafísica al intentar captar la significación de la experiencia. El texto se llena de matices. De este modo, dentro del material común del género, cada libro presenta rasgos específicos, aunque estos a veces sean contradictorios o definan estados de ánimo dispares, como si en su amanecida la escritura plegara pasos a la condición de ser.
   Ya se ha comentado que el primer paso aforístico de Miguel Catalán es El Sol de medianoche. El fenómeno natural, observable en las proximidades de las geografías polares, ejemplifica bien la antítesis y los contrastes. Esa visión de lo claro en la noche que prolonga el día entre la sombra. Desde el inicio, Miguel Catalán asume el desvelo incansable del observador. Sabe que el comportamiento del yo es reflejo de las actitudes aleatorias del otro; por tanto es necesario sondear su sentido para que el aprendizaje surta efectos interiores. Nada de lo humano resulta ajeno; de ahí que la ética sea siempre un relevante proceso reconstructivo. Pero hay que evitar los juicios sumarios, revestir las opiniones de calidez y argumentar con el tacto sosegado de quien sabe, como Marcel Proust, que “cualquier idea clara tiene el mismo grado de confusión que las nuestras”.
  El corpus textual, tras la entrega epifánica, abre un largo tiempo de silencio de más de doce años, pero ese acantilado temporal no varía el paisaje y su cartografía meditativa. Como si quien escribe apostara por una senda coherente, los aforismos caminan de un asunto a otro, con un paso constante. De cuando en cuando varían los ingredientes para que nunca pierdan fuerza meditativa. O hacen del humor una ventana para que salga al día la carcajada:”ANUNCIO POR PALABRAS. Se pintan casas a domicilio”.
    Como un regalo lector se recibe el material inédito de Suma breve, cuya voz siempre en guardia otea el paisaje frente a la opinión recibida y común. Los textos, breves y lapidarios, aunque a veces con un tallo argumental que los aproxima al microrrelato, marcan linden a la experiencia en su etapa de madurez. Más allá del contraste y del juego de palabras, apuntan una unidad vertebradora que confirma la permanencia del ser frente a una realidad mudable, propicia al desmontaje. La lógica interna del yo resiste la extrañeza, abre el paraguas frente a la intemperie de la contradicción y defiende la razón como brújula para buscar el norte del sentido.
   Suma breve descubre el excelente volumen conceptual del decir fragmentario de Miguel Catalán. Apunta que la lógica no es un logro en sí sino una aspiración que se aplica en solventar las contradicciones de la existencia. sobrelleva el discurrir bajo un cielo informe de nubes y claros, que obliga a caminar bajo el paraguas desplegado de la introspección. Así nace un quehacer continuo, atomizado, fresco, que tiene la claridad del manantial, esa sensibilidad que aleja la sed y empuja a sumar sin cansancio pasos nuevos. 
 

JOSÉ LUIS MORANTE


miércoles, 16 de abril de 2025

MANUEL FERIA. EL RÍO DE LA PERPLEJIDAD

El río de la perplejidad
Maanuel Feria
Prólogo de Javier Recas
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2023

BALANCE

   Hay escritores que difunden, tras el tiempo ensimismado de la obra, una empatía natural, una lluvia en cursiva que empapa cualquier fronda. Su descubrimiento es una hendidura de alegría, que cobija la inteligencia y ocasiona gratificantes sensaciones de asombro. Así me sucede con el proyecto aforístico de Manuel Feria (La Laguna, Tenerife, 1949), Catedrático universitario de Farmacología y apasionado cultivador de la brevedad. Los fragmentos reflexivos del profesor canario nunca tuvieron prisa por visitar la imprenta. Llegan, con morosa cadencia, en plena madurez, alojados en cuatro entregas: Verlas venir (2015), En ascuas (2017) Diccionario imaginario de un irónico (2018) y Fe de vida (2023). Cada salida comparte la convivencia de la escritura mínima con las ilustraciones del artista visual Antonio Mauro García “Fanega” (La Laguna, 1952) y el cuidado molde de la diseñadora y maquetadora Irene Antón. Con el laborar común la publicación refleja singularidad y sello personal. Para el autor escribir es vivir, recuperar efímeros indicios desperdigados en el transitar. Desde la introspección, los libros sugieren un enfoque hacia las circunstancias, un estar lleno de vigilia y búsqueda, capaz de discernir la complejidad del ser humano. Su compromiso con el mapa de lo que sucede entrelaza emociones y pensamientos acumulados por la experiencia existencial.
   Sobre el balance del aforista, Javier Recas, el ensayista contemporáneo más cualificado en la teórica de lo conciso, edita y selecciona apuntes mínimos referenciales de la travesía creadora en la antología El río de la perplejidad. La compilación se incorpora al imprescindible catálogo de Apeadero de Aforistas y tiene como umbral el extenso estudio “Una radiante ironía”. Desde el comienzo de su análisis, el estudioso da solidez a la idea de que Manuel Feria es un autor a trasmano, ajeno al habitual afianzamiento de la estrategia expresiva mediante el quehacer editorial, los concursos literarios o la difusión en redes y publicaciones. La observación acerca al pensamiento el discurso fragmentado de lo que sucede. Y en ese estar tras la transparencia del cristal prevalece el detalle a contramano, el frescor del instante. Como advierte el investigador y filósofo, el recorrido interior no se disfraza de retórica cultural; no se busca la ornamentación verbal sino el vuelo alto de la intuición, las salpicaduras transparentes de la agudeza, “el río de la perplejidad”. No son rasgos únicos: el laconismo de Manuel Feria, sutil y luminoso, permite conocer un suelo argumental rico en estratos. En sus teselas se abrazan instantes evocativos y vibraciones. Alientan la simbiosis entre el oficio de vivir y la razón de escritura.
   Obviamente, el microtexto es un género cuajado de humanismo donde el sujeto siempre está presente en su doble condición temporal y metafísica. En ambas germinan temas universales como el amor, el deseo, el dolor, la vejez, el lenguaje o la muerte. Son sustantivos que se acercan a la pronunciación moralizante y al tono grave de lo solemne, como si revolotearan en ellos los pájaros de la transcendencia. Sin embargo, como apunta el prologuista, el enfoque desdeña púlpitos y busca el suelo firme de lo racional, el humor y la ironía: “A un gordo hay que conocerlo en ayunas”, “Antes del auge de la informática los ángeles ya estaban en la nube”, “Todos envejecemos, pero algunos se lo toman como algo personal”, “La incineración te dará la despedida más calurosa”. Son rasgos que potencian la mediación cercana entre hondura filosófica y calado lírico. Confieren también un posicionamiento ético, una defensa de principios y valores que tiende al compromiso y la marcada posición vital.  
  La nota a la edición explica el muestreo en la selección de cada libro. El río de la perplejidad es un botiquín básico de la obra aforística de Manuel Feria, todavía inédita en su mayor parte. Por tanto, Javier Recas, fuera de las autoediciones, nos deja la primera versión del despertar y reajusta los logros recurrentes. De este modo, la primera parte selecciona casi noventa aforismos de Verlas venir la entrega más temprana, donde se contenían las coordenadas que marcan huellas. Quien percibe interpreta una conciencia frente a la incertidumbre: “Uno no puede huir de sí mismo sin caer en el otro”, “Profundiza y discreparás”, “Para esconderse de uno mismo no hay que ir muy lejos”, “La soledad es la falta de uno mismo”. Son anotaciones que recuerdan la reconstrucción de una autobiografía con secuencias dispersas.
  Ese alguien, con aire de familia entre el escritor y el ser biográfico, aborda en el segundo conjunto aforístico Ascuas el recorrido entre luces y sombras de lo cotidiano; la expresión del entorno tiene una apariencia de grisura, pero vivir es siempre un proceso de conocimiento, una luz encendida que aleja la propia oscuridad: “Vivo en ascuas por saber si soy prueba o error”. ”Esté donde esté, sólo estoy de paso”, “El futuro suele decepcionar a la esperanza”. El cauce existencial se identifica como uno de los vértices centrales de este tramo y en su propuesta retornan recursos habituales de Feria, las fluctuaciones argumentales y lecturas irónicas de la paradoja, y la conciliación de contrarios. Los pensamientos muestran la geometría variable de un entorno que expande incertidumbres y despierta las inclinaciones subjetivas.  El destino es proclive al azar. En su dermis duerme la hermética caligrafía de lo que no tiene respuestas. Así nace una metafísica de la duda, las convicciones que apenas encuentran sistematización.
   Los aforismos de definición de Diccionario imaginario de un irónico exploran cavidades semánticas. Buscan rupturas del sema establecido y abren grietas para cobijar significados nuevos. Es el mismo propósito que alumbrara el quehacer de uno de los precursores de este formato aforístico, Ambrose Bierce; pero es también un acercamiento a nombres contemporáneos de interés como Miguel Catalán. Más que la definición precisa, interesa el vuelo del tiempo y sus versiones lúdicas. Abundan las comparaciones, metáforas, imágenes y es habitual el recurso al oxímoron. Así se logran efectos de perplejidad, dotando al decir conciso de las voces fuertes de la imaginación y lo hipotético: ”Adúltero. Alma de abeja”, “Almohada. Confidente de la otra mejilla”, “Bandera. Tela de colores representativa de los peores instintos de un colectivo”.
      Más cerca de la geografía humana de lo colectivo está la entrega Fe de vida. Sus apuntes componen un poblado testamento social, encendiendo farolas en los callejones de la convivencia. Tras conocer los propios límites, la complejidad ambiental requiere salir fuera. Airear conciencia y entendimiento. El vislumbre racional percibe la escucha del paisaje humano. Son continuas las mutaciones de la identidad que convierten al nosotros en un personaje desdoblado. Mientras las pupilas reflejan espacios habitables para la meditación y el paseo, “el buen aforismo reduce la realidad a su máxima expresión”. En Fe de vida abundan los fotogramas con mirada crítica, que buscan los relieves del dibujo final, las asimetrías del tapiz: “Los mediocres cazan en manada”, “Beberse de un trago la juventud produce resaca en la madurez”, “La masa diluye la razón”. Frente a una sociedad llena de asimetrías y crudeza se manifiesta el rumor fuerte de una filosofía crepuscular. El pensar propio ha hecho suya la idea de que el estar cotidiano se debate entre el espejoy la confrontación abierta con lo indefinido.  
   En los textos sentenciosos de El río de la perplejidad, aportados por la destreza intelectiva de Javier Recas, vislumbramos una resignificación permanente, una pluralidad de vías de sentido. Más allá del discurso cerrado  de una artificiosa realidad, emergen claves interpretativas que conforman una peripecia analítica, ese empeño continuo de dislocar los ateridos miembros de lo gregario y hablar de lo imposible; de aquello que no se puede decir. El yo afronta el destino con la incertidumbre de salir a un día de límites difusos donde es preciso rastrear la improbable destilación del devenir.
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
     https://archive.org/details/manuel-feria-el-ri-o-de-la-perplejidad
 

domingo, 5 de enero de 2025

MANUEL FERIA. AFORISMOS

Manuel Feria
(San Cristóbal de la Laguna, 1949)

 

Los aforismos de Manuel Feria

 

  Después de largos periodos con perfil casi desvanecido, en el tiempo digital el aforismo multiplica círculos de resonancia. Deja la imagen de un género sedimentado que ocupa una geografía expandida y traza itinerarios impredecibles de la mano de una pluralidad de voces. De esta crecida participa el taller literario de Manuel Feria (San Cristóbal de La Laguna, 1949), Catedrático de Farmacología con desempeño laboral de casi cuatro décadas en la Facultad de Medicina de la Universidad de la Laguna. Autor de publicación tardía, Manuel Feria comenzó a publicar tras su jubilación, “transitando los setenta” y fuera de los habituales circuitos editoriales. Nutre sus libros con una literatura breve escrita al margen de promociones y solo impulsada por su gravitación, lo que tal vez ha ocasionado una leve marginación en antologías y propuestas indagatorias que intentan poner lindes al espacio aforístico actual.
   Su amanecida en el molde breve es Verlas venir, entrega editada en 2015, aunque no tarda en publicarse de nuevo dos años después. Con portada y viñetas interiores del pintor Antonio Mauro García González, más conocido por Fanega como nombre artístico, el volumen cuenta con una hermosa nota prologal del poeta, narrador y profesor de talleres literarios Bruno Mesa, quien alentó a Feria a perder su condición de escritor secreto. En ella se resaltan algunas claves esenciales del pensamiento microformal: el desorden compositivo, el impulso de omisión y despojamiento de la caligrafía concisa y el propósito unitario de hacer del trabajo reflexivo una terapia, una medicina capaz de fortalecer la resistencia del material humano entre certezas difusas.
   Los invitados al proceso creativo de Manuel Feria percibirán un tono moralizante en torno al trayecto biográfico y un empeño, más o menos jocoso, por “caricaturizar la existencia, ya que “verlas venir no es suficiente, también hay que saber apartarse a tiempo”. El caminar por lo cotidiano de cualquier presencia se hace aula abierta, cercanía con interrogantes y claroscuros y convivencia con un yo social, diverso y contradictorio.   En el suelo argumental de Verlas venir se ramifican las propuestas. El tiempo, la vida al paso, las relaciones con los otros, el tejido sentimental son interrogaciones verbales que van dibujando el latido tenaz del interior: “No hay peor vida que vivir en los suburbios de uno mismo”, “Profundiza y discreparás”, “Nadie lo sabe todo sobre sí mismo”.
 Tantos registros mantienen una estela unitaria, que salvaguarda paradojas e ironías: “Sobre una misma verdad se puede mentir de mil maneras”, “Para esconderse de uno mismo no hay que ir muy lejos”, “¡Cuánto caos se necesita para conseguir el más perfecto orden!”, “Solo el silencio puede explicar el infinito”. Preguntas y respuestas giran alrededor y mantienen en guardia una mirada subjetiva, cuyos descubrimientos a veces no están exentos de caminar por las ramas de la incertidumbre.
   Los textos de Verlas venir muestran sensibilidad ética. Quien percibe la práctica social sabe que la realidad requiere una configuración desde dentro, la retina tonal de un moralista. El pensamiento sabe que en sí mismo el lenguaje es estéril y necesita un despliegue filosófico, una mirada a la luz de la razón que tenga el equilibrio de la prudencia y la voluntad fuerte del ideal: “Si te exhibes muestras tus sombras, si te ocultas apagas tu luz”.
   La Real Academia de la Lengua define la expresión “Estar en ascuas” como la acción de permanecer en un estado de inquietud e incertidumbre”; un estar implicado con un grado de atención extremo hasta conocer el desenlace final sobre acontecimientos que despiertan en el observador el máximo interés. El aserto sirve a Manuel Feria para titular los breves reunidos en su segunda entrega, publicada en 2017 con similares características formales de su libro de arranque. Otra vez las viñetas de Fanega aportan el saludable cromatismo visual y en esta ocasión la firma invitada para escribir el umbral es la de Javier Recas, filósofo, aforista y uno de los perfiles más clarificadores en la teórica  sentenciosa. El investigador recuerda las frecuentes vicisitudes del género al consolidar un molde propio; reafirma los recodos esenciales de una tradición en la que el aforismo se va consolidando como luminosa reflexión sintética que da cuenta de percepciones subjetivas.
   También el autor de Estar en ascuas se acerca con voz humilde a la esencia interior del decir conciso: “Escribir un libro de aforismos es desnudar el alma y exponerse a la curiosidad ajena. A fin de cuentas, mis aforismos describen cómo soy, en qué creo, qué me sorprende y cómo reacciono ante un mundo confuso y cambiante. Son, a un tiempo, filosofía vital y biografía personal”. Con tan ligero equipaje retórico, Manuel Feria se deja ir por el manso río del tiempo, sintiendo la cercanía de un entorno que genera fragmentación y diversidad, escenas cambiantes, vislumbrando los pasos del yo y su distante cercanía: “Al final del camino, las cosas se desnudan de sí mismas y apenas se percibe el aroma sutil de haberlas vivido”, “Vivir no es mucho más que buscar sentido a la vida”.
   Observar es renacer, buscar en la aparente quietud los matices que despliega ese espacio ambiguo expandido entre la realidad y el sueño, entre lo previsible y el vuelo onírico que mira más allá de lo aparente: “A veces, la memoria parece encontrar un especial deleite en recordarnos aquello que no sucedió”, “El aforismo es una ficción que explica la realidad”.
   La precisión verbal agiganta lo minúsculo; hace de la reflexión un desvelo. En la entrega En Ascuas Manuel Feria reconstruye un rompecabezas de ideas. La sedimentación de la experiencia vital y la llegada a la madurez propician que la aforística adquiera densidad filosófica; ya no se trata de escribir sino de entender, de buscar en nuestros exiguos conocimientos la necesaria sensibilidad que se convierta en espejo de nuestra conciencia.
   En el preámbulo de Fe de vida, tercera salida de Manuel Feria en su recorrido por el aforismo, Benito Romero hace del discurso lapidario y de sus principios de armonía, exactitud y brevedad, un campo abierto a la ironía; a la solemnidad sentenciosa le viene bien la pérdida de cualquier púlpito para no tomarse en serio a sí misma. Desde ese enfoque la voz verbal de Fe de vida coloniza las palabras de un ironista liberal, un paseante del transitar vital, resignado y perplejo, que deja en sus enunciados una fe de vida.
   Con innegable afán de continuidad, Manuel Feria prosigue su tentativa de definición del yo, ya que la existencia es la columna vertebral de esta nueva compilación textual: “Cultiva tu definición y podrás salir fuera”, “Contemplar un amanecer es la mejor fe de vida”, “El silencio no niega la evidencia, la reafirma”, “Abrir una puerta es tentar al destino; cerrarla es resignarse a vivir en él”
   Quien escribe no se engaña sobre la naturaleza ilusoria del contexto social, sabe que la caducidad de dogmas y verdades acecha a cada paso del enfoque indagatorio y que hay que aprender de los errores propios y ajenos para diseminar la hojarasca: “La verborrea diluye el pensamiento”, “La soledad es el último refugio de la libertad”, “El caos subyace al orden natural, la confusión al orden social.”, “Las cuatro edades del hombre: ilusión, lucha, desengaño y resignación”, “Filosofar es remover las aguas del estanque de la perplejidad”.  
   El conjunto de brevedades de Manuel Feria hace de los sondeos en la cambiante superficie del yo el venero central de un largo proceso de autoconocimiento. El aforismo se abre camino para rejuvenecer a las palabras, más allá de la evanescencia temática. La vida es imprevisible pero siempre garantiza una cumplida paleta de colores para celebrar y dudar, para tantear el decurso existencial desde una metafísica introspectiva, discrepante y nunca exenta de contradicciones, acaso porque esa realidad aparente no es más que una ligera construcción mental, un ejemplo de arquitectura porosa.



JOSÉ LUIS MORANTE







jueves, 28 de marzo de 2024

JAVIER RECAS. EL ARTE DE LA LEVEDAD

El arte de la levedad
Javier Recas
Cypress Cultura
Colección Scripta manent
Sevilla, 2021

 

FILOSOFÍA LACÓNICA

 
   Madrileño nacido en 1961, Javier Recas es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y ejerce la docencia en un instituto de la capital. Su personalidad define a uno de los grandes estudiosos de la literatura breve, con una certera travesía de investigaciones. Es autor de las entregas Hacia una hermenéutica crítica (2006), Meditaciones de Marco Aurelio (2011), Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo (2014), Una grácil y aguda miniatura (2020) y la edición Encuentros y extravíos. Aforismos de Mark Twain (2020). Los ensayos postulan redes interpretativas en torno al enunciado lacónico, como un despliegue de contenido sustentado en la fuerza de la razón, acorde con el entorno histórico y cuya claves expresivas radican en la intensidad y la decantación de lo mínimo en precisa síntesis.
   La entrega El arte de la levedad clarifica su aportación con el subtítulo Filosofía del aforismo y una introducción que muestra el lúcido conocimiento de esa relación natural entre el aforismo, que aspira a la verdad,  y el quehacer poético. Como insólitos misterios expresivos, escurridizos y complejos en su definición, nacen así las perdurables “islas de sentido entre dos silencios capaces de abrir nuevos horizontes, de movernos y conmovernos, de evocar y provocar, para entregarnos, tras el inicial deslumbramiento, el testigo de la reflexión” (P. 7). Comenta también el escritor que el diseño interno ha optado por acompañar las argumentaciones con una amplia colecta paremiológica, que hará más diáfana la trama, alejándola del púlpito académico. La espigada selecta de Javier Recas refrenda el norte del discurso crítico con admirable intensidad. Se convierte en una estela de sabiduría en el tiempo, cuajada de precisión y belleza tonal, que hace del aforismo “una inquebrantable voluntad de verdad, de concisa y desnuda verdad, intensa, provocadora, inquietante, radicalmente distinta del discurso argumentativo” (P.45).
   También esbozado en las líneas prologales, el recorrido de El arte de la levedad elige, para el estudio del pensamiento discontinuo, ocho sendas interrogativas básicas, secuenciadas en ámbitos autónomos. El análisis de la parquedad es el estrado de superficie de “En los márgenes del silencio”. En el avance alumbran otras indagaciones meditativas. Así sucede con el silencio, íntimamente asociado  a la desnudez extrema del aforismo. De la entidad del silencio, emerge en el primer capítulo un amplio espectro de posibilidades significativas. La palabra no pierde su fuerza cuando se hace generadora mudez, sino que adquiere carácter insondable.
   La obra valora, en segundo lugar, el modelo epistemológico, la carga conceptual del aforismo como campo verbal autosuficiente, capaz de diseñar en el despliegue una totalidad de sentido. Javier Recas no deja al margen los aforismos de extracción, tramos verbales espigados de obras mayores, cuyo despiece se ha convertido en “flores cortadas”, desgajadas por su expresividad sapiencial y plenitud expresiva. El capítulo “Cien rostros” es una galería donde se expone la diversidad del decir breve, esa superación del molde único para pluralizar codificaciones que expanden límites formales. El aforismo adquiere un carácter mutable; personifica un espíritu híbrido. El impulso creativo ha presentado una contundente variedad de registros, aunque preservando con fuerza su núcleo filosófico. Esta evolución hasta la modernidad constata la pérdida del alarde sentencioso y el aumento del ropaje subjetivo; más que una verdad universal con voluntad de ser “un enunciado con pretensión de universalidad e intemporalidad”, el aforismo intenta resolver las incógnitas existenciales del yo concreto.
    El valor cognitivo del aforismo acostumbra a mostrar en su superficie un epitelio poético. Del examen de esta cuestión se encarga el capítulo cuarto “Verdad poética”, que muestra una terna de perspectivas en torno a la condición lírica. Focalizar la relación entre filosofía y poesía requiere una tolerante lucidez porque los términos conjugan discordancias. El pensar filosófico se desvela desde el logos y la razón instrumental, en tanto la poesía, como machadiana palabra en el tiempo, es fundación del ser y forma de conocimiento desde el verbo.
   La tarea exploradora del género en su búsqueda de un persistente fondo semántico,  se desarrolla en el apartado “Cargas de profundidad”. La aparente naturaleza simple del decir breve, anuncia plenitud; como afirmaba Porchia “Lo hondo visto con hondura, es superficie”. La profundidad resulta compleja, requiere una agudeza sutil que no pierda la concisión e impulse la búsqueda; por tanto, es una actitud asociada al autoconocimiento, capaz de traspasar el epitelio de lo cotidiano y adentrase en ese sustrato velado del yo interior. Del despertar auroral de lo diáfano trata el capítulo “El embrujo de lo liviano”, capaz de moldear una contemplación estética de alcance desde la arquitectura verbal del aforismo. La humildad no resta, porque guarda un misterio intangible, pleno de sensibilidad y magia interna, que se hace escaparate de madurez. La sección “Vinos secos” emplea un símil ajustado para definir el trayecto vital como un curso bajo en la decepción y el vacío; el tiempo acaba calcinando las emociones, se hace vino seco que amarga el paladar y grava su acidez en la garganta; esa certeza crepuscular está presente en la tarea aforística de muchos clásicos que han convertido al aforismo en lacónica queja final; la vida es pasajera, devalúa posibles utopías  y marca un precio de cierre que cabe en la ceniza.
   La herencia meditativa del decurso aforístico en el tiempo histórico ofrece a Javier Recas un contenido que se convierte en sólida cimentación. El lector queda en suspenso ante el rescate sabio que muestra el cielo en calma de lo perdurable. Los máximos predecesores de la actual eclosión del aforismo reverdecen logros y ponen sus relámpagos de lucidez  para que aprendamos, como sugería Eliot, a decir lo justo y contemplar lo bello.
    La lógica de El arte de la levedad, que ubica como coda una trabajada bibliografía monográfica, capaz de recomponer grietas de un persistente vacío teórico, forja un mirador representativo. Su arquitectura integra sondeos conceptuales y el fluir de voces con sensibilidades asistemáticas, tradiciones experienciales diversas y contenidos heterodoxos. Javier Recas nos deja frente a un mar abierto; contempla con gozo el mediodía de un género, empeñado en el quehacer humilde de la agudeza. Ante el fragmentario litoral del mundo, se trata solo de percibir destellos.
 
 

JOSÉ LUIS MORANTE



viernes, 23 de febrero de 2024

JAVIER RECAS. UN VIENTO PROPICIO

Un viento propicio
Javier Recas
Fotografías de Davido Prieto
Prólogo de José Luis Morante
Edición de Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2023



 APUNTES MÍNIMOS
 

   Pocos investigadores literarios superan a Javier Recas (Madrid, 1961), doctor en filosofía, docente universitario, filósofo, ensayista y pintor, en el conocimiento de los principios esenciales del aforismo. Trabajos como Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo (2014), Una aguda y grácil miniatura (2020) y El arte de la levedad. Filosofía del aforismo (2021), junto a sus ediciones de autores clásicos, analizan con profundo rigor la singular arquitectura de un género que durante demasiado tiempo ha tenido en los escaparates de novedades una presencia distante y secundaria.
   Tras esta persistente reivindicación como analista del decir mínimo, Javier Recas compila en Un viento propicio su cosecha lacónica personal. La hermosa edición de Apeadero de Aforistas añade un prólogo de José Luis Morante y un conjunto de fotografías en blanco y negro de Davido Prieto que reportan a cada uno de los bloques un cálido trasfondo visual.
  El material conciso se organiza en ocho cuadros escénicos con títulos de expresividad manifiesta. De este modo, cada intervalo constata las modulaciones reflexivas de un anclaje semántico. En el tramo de salida “Los dientes del tiempo” hay una percepción espontánea y honda del discurrir. El aforista escribe: “Con ojos de asombro y paso incierto, caminamos por un bosque de señales, incógnitos designios del tránsito mundano, sereno a veces, turbulento las más”. Somos ensimismados caminantes que esperan el viento favorable de lo cotidiano, el necesario polen que pone aire y cobijo al pensamiento. Los breves refrescan con las cristalinas acuarelas de emociones y sentimientos, siempre dibujadas, como refrenda el autor, “a mano alzada”.
  En cada conjunto de apuntes mínimos toma cuerpo una grieta conceptual, un asunto que va desplazando recorridos que nunca agotan su energía interior, ese hilo argumental que mantiene el latido de la reflexión. En Un viento propicio la experiencia verbal gira en torno al transitar del tiempo, la amistad como juego de complicidades, la ineludible presencia de lo contingente, el viaje interior del sujeto frente a sí mismo, los estados de ánimo que genera el manso cauce de lo laborable y esos huidizos reflejos que deja en la conciencia el manto oscuro de lo conceptual. Desde esos temas básicos va creciendo un latir conciso para hacer de cada aforismo un relámpago de lucidez, una aguda y grácil miniatura. Javier Recas transforma el merodeo mental en destello súbito. Así, en la amanecida “Los dientes del tiempo” encontramos este fecundo semillero verbal: “No sé si el futuro nos aguarda o nos persigue”, “Incrustado en este momento, soy eterno”, “Los recuerdos son los posos del fluir del tiempo”, “Vivimos en la infatigable clausura de un presente continuo” o “Cada vez contrasta más la velocidad de los días con la serenidad de la edad”.
  Los enunciados de cada sección iluminan los indicios aurorales que brotan del minimalismo lacónico; de igual modo, las fotografías de Davido Prieto complementan, con sus instantes capturados, el silencio de la desolación. Sus arquitecturas, desde la enramada de grises, absorben la mirada para constatar los pasos del trayecto y su crecido patrimonio de erosiones y carencias: la fachada de vanos clausurados, los transeúntes que caminan de espaldas hacia una senda ensombrecida, las anónimas presencias que se mueven en las grandes superficies o las puertas abiertas ante oscuros pasillos son pequeños esquejes visuales, cuadros que hablan con la pujanza de otros apuntes por escribir.
   El título Un viento propicio deja a resguardo las fisuras de la memoria. La mirada sensible afirma su voluntad de búsqueda. El pensamiento en vela emite señales, hace recuento del mensaje tenaz de los sentidos. Sobre el estatismo del lugar se mantiene un tacto de aurora para preservar en las profundidades del lenguaje la voluntad de permanencia,  la huida de los confines de la nada. Quien camina  o se asoma al umbral de la ventana, no está solo, sabe que la amistad es un gratísimo juego de complicidades, un impulso favorable que pone al tránsito mundano sol y aire limpio y alza puentes de luz hacia "el corazón de las cosas". Sabe también mirar hacia dentro e iluminar la hondura de un espejo cuyas sombras nos interpelan siempre.

JOSÉ LUIS MORANTE




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ORANTE  

miércoles, 1 de febrero de 2023

PUBLILIO SIRO. SENTENCIAS

Sentencias
Publilio Siro
Introducción de Javier Recas
Edición y revisión de José Luis Trullo
Traducción de Francisco Navarro y Calvo
Cypress Cultura
Sevilla, 2022

 

EL SABER ÚTIL

  
 
    En el andamiaje teórico del aforismo, como estrategía expresiva que vive una época de esplendor, Javier Recas (Madrid, 1961), Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, pintor, coordinador de ediciones críticas y ensayista, se define como un pilar central. Su talante investigador sobre el legado sentencioso conecta con el mundo clásico, las grandes figuras del pensamiento occidental y con hitos de la literatura breve, desde Marco Antonio a Mark Twain; en suma, una certera travesía de investigaciones. El humanista y filósofo mantiene una consolidada trayectoria que integra las entregas Hacia una hermenéutica crítica (2006), Meditaciones de Marco Aurelio (2011), Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo (2014), Una grácil y aguda miniatura (2020) y la edición Encuentros y extravíos. Aforismos de Mark Twain (2020). Son trabajos con una perspectiva ecléctica. Postulan un cúmulo interpretativo en torno al enunciado lacónico, como un despliegue de contenido sustentado en la erudición y en el conocimiento del entorno histórico.
   Por su interés histórico y literario, Javier Recas impulsa la edición de Sentencias de Publilio Sirio, un personaje tal vez nacido en Antioquía (Siria) hacia el año 85 A.C. Esclavo en su juventud, logró pronto emanciparse como liberto por su inteligencia y condición natural. En Italia se hizo dramaturgo y en el año 46 fue llamado a Roma para participar en los juegos públicos celebrados para lucimiento y homenaje del emperador. Resultó vencedor con sus mimos y su fama sería recordada durante décadas. Apenas se conserva algún fragmento de su extensa obra; en cambio sí se han preservado las sentencias, breves, aleccionadoras y propicias a ser formuladas con frases de impacto, lo que propició la difusión y permanencia. Su aportación fue muy valorada en la tradición gnómica. Forjó una estela de admiradores en el tiempo como Séneca, Petronio, Aulio Galio, San Jerónimo y Erasmo de Rotterdam, editor de las sentencias de Publilio en 1514.
   El lúcido quehacer se resume en más de setecientos textos breves en los que sobresalen la textura poética y una relación natural con la condición moral. Las sentencias aspiran a la verdad desde la concisión y no contradicen muchos de los principios morales del cristianismo, lo que revalorizó el legado de esta escueta sabiduría sentenciosa. Como islas de sentido, las sentencias abordan “cuestiones relevantes para el ser humano”, esos ámbitos complejos en su definición como el honor, la muerte, la vida social, las virtudes, los papeles sociales… Fortalecidas por el legado filosófico griego y la oralidad de la sabiduría popular, nacen así las teselas verbales con un fuerte aporte didáctico y epitelio sapiencial, como testigos del pensamiento y la reflexión ética.
   Las argumentaciones de esta colecta paremiológica optan por la brevedad. No hay disertaciones, solo el propósito de acertar con una exposición inmediata y diáfana. La fuerza de los asuntos refrenda consejos y enlaza discursos éticos con admirable intensidad. El devenir lacónico se convierte en una estela de sabiduría en el tiempo, cuajada de precisión y belleza tonal: “Todos estamos igual de cerca de la muerte”, “Quien discute con un ebrio, lucha con un ausente”, “No nos pertenece lo que es objeto de nuestros deseos”, “El sabio es dueño de sus pasiones, el necio su esclavo”. Ya se ha comentado que Publilio Siro opta por recorrer caminos indagatorios de largo recorrido como el amor, la amistad, las pasiones y ese amplio abanico de actitudes que sale al encuentro en la vida social. Algunos asertos han envejecido con el tiempo, ya que se han superado condicionamientos y estereotipos que definían una sociedad jerarquizada y patriarcal; pero muchos aforismos mantienen en el azaroso tránsito del tiempo su horizonte de verdad y belleza, su desnudez expresiva como reflejo de un pensamiento que manifiesta altura de espíritu y necesidad de emparentar el ánimo conforme, ese abrazo necesario, sin discordia, entre conciencia y logos. 
 

JOSÉ LUIS MORANTE


 

lunes, 4 de mayo de 2020

ESCRITURAS NÓMADAS

Ejercicios sin red
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

ESCRITURAS NÓMADAS


Estos días de soledad crepuscular dejan en la mesa de trabajo esa relación aleatoria entre texto y autor. Los folios se llenan con escrituras nómadas que recuerdan que escritor y quehacer creador viajan hacia ninguna parte. Somos derivas, sin balizas de localización.

Jerarquizo lo pendiente con un mínimo inventario de urgencias. Me quedo más tranquilo. Es un disfraz que oculta la inquietud y da confianza al barniz de las buenas intenciones. Nadie sabe cómo será el regreso.

Apenas hay correspondencia en el buzón. Un asunto extraño para mí que todas las semanas recibo libros y revistas. Así que ando más pendiente del efecto coral de internet. Sé que las redes digitales alojan un contradiscurso de la inteligencia. Son círculos abiertos que hay que utilizar con mesura, sin forzar el paso, con la distancia de un espectador que solo está allí.

El aforismo se ha convertido en el hilo del funambulista. Por él transito a diario convencido de que la escritura liliputiense es un ejercicio sin red. Conmigo el decir breve de Luis Felipe Comendador y Karmelo C. Iribarren; también, de nuevo, la lectura del volumen Relámpagos de lucidez de Javier Recas. Me gusta conversar a solas con esa gente que nunca defrauda.
   

(Apuntes sobre lo real)