viernes, 10 de enero de 2014

TODOS EN NINGUNA PARTE.

José Luis Morante, en Rivas
Fotografía de Javier Cabañero

TODOS EN NINGUNA PARTE 

   Todos somos los inadvertidos habitantes de Ninguna parte, un pueblo sin impuestos y sin padrón municipal, donde a diario salimos a comprar razones para aguardar los viernes del futuro. Cada uno de sus vecinos persigue la quimera de la felicidad, esas huellas en la arena que, al final de trayecto, nos dicen si la meta fue la suma de pasos que hilvanamos para llegar a nuestro interior, un lugar lejano, en el horizonte de las esperanzas.
   Mi último libro de poemas es la crónica viva de esa convivencia plural en Ninguna parte. Si me asomo a su casco antiguo, cada una de sus construcciones está llena de patologías. Así he denominado la primera parte, que tiene como hilo argumental la erosión del tiempo en el entorno más próximo, cuando los días incrementan la dependencia de lo fisiológico; el desgaste nos convierte en seres dependientes y vulnerables que hacen de la incomunicación una resignada espera en la que se va ratificando el final. La existencia entonces se torna oscuramente dramática y dispara el sentimiento de culpa.
 Mucho más optimista, como adecuada para la visita turística del sol de las amanecidas, es el barrio “Deshielo”. Sus poemas habitables hacen del amor y la amistad una forma de estar en compañía y compensar carencias. Los sentimientos son hálito fundamental para seguir el viaje o para recorrer trayectos que mudan paisajes y afectos. Poemas para pasar las horas en habitaciones con luz.
  La existencia, como decurso temporal, conlleva una inevitable cesación. El epitafio no es sino la voluntad de seguir hablando cuando consumimos el turno de palabra; de este modo se convierte en rebeldía frente al silencio. También en Ninguna parte está esa zona reservada para los ausentes, para los que dejaron la solemnidad de una idea sobre el mapa del tiempo.
  Nunca entendí la poesía como algo misterioso e inefable, sólo al alcance de iluminados que esperan la azarosa llegada de la inspiración. Creo en ese trabajo intelectual que transforma lecturas y vivencias en expresión lingüística. Esta consideración del ideario poético está presente en el último apartado, frondoso parque que he denominado “Y todo lo demás…”. Tal zona boscosa difunde impresiones sobre asuntos internos de la literatura: el mensaje, la expresión comunicativa, la distancia entre idea y logro, la identidad del yo lírico…Literatura.
  Pretendo que Ninguna parte, por su constitución interna, sea expresión fiel de una mirada de pautas crepusculares, cuyos contenidos mezclan imágenes, estados de ánimo y actitudes. Son los ojos del ocaso, aunque no olvido que el anochecer siempre tiene un inseparable enlace con la amanecida, una íntima simbiosis. Nos quedan la palabra y la esperanza.
 
 
Pd.- Texto publicado en la revista ESTE DE MADRIDnº 249, diciembre de 2013, pág 102, con motivo de la presentación en Rivas-Vaciamadrid de mi poemario "Ninguna parte", Ediciones La Isla de Siltolá, Sevilla, 2013.

 

 

                                 

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