José Luis Morante, en Rivas Fotografía de Javier Cabañero |
TODOS
EN NINGUNA PARTE
Todos somos los inadvertidos habitantes de Ninguna parte, un pueblo sin impuestos y sin padrón municipal, donde a diario salimos a comprar razones para aguardar los viernes del futuro. Cada uno de sus vecinos persigue la quimera de la felicidad, esas huellas en la arena que, al final de trayecto, nos dicen si la meta fue la suma de pasos que hilvanamos para llegar a nuestro interior, un lugar lejano, en el horizonte de las esperanzas.
Mi último libro de poemas es la crónica viva de esa
convivencia plural en Ninguna parte. Si me asomo a su casco antiguo, cada una
de sus construcciones está llena de patologías. Así he denominado la primera
parte, que tiene como hilo argumental la erosión del tiempo en el
entorno más próximo, cuando los días incrementan la dependencia de lo
fisiológico; el desgaste nos convierte en seres dependientes y vulnerables que
hacen de la incomunicación una resignada espera en la que se va ratificando el
final. La existencia entonces se torna oscuramente dramática y dispara el
sentimiento de culpa.
Mucho más optimista, como adecuada para la
visita turística del sol de las amanecidas, es el barrio “Deshielo”. Sus poemas
habitables hacen del amor y la amistad una forma de estar en compañía y
compensar carencias. Los sentimientos son hálito fundamental para seguir el
viaje o para recorrer trayectos que mudan paisajes y afectos. Poemas para pasar
las horas en habitaciones con luz.
La existencia, como decurso temporal,
conlleva una inevitable cesación. El epitafio no es sino la voluntad de seguir
hablando cuando consumimos el turno de palabra; de este modo se convierte en
rebeldía frente al silencio. También en Ninguna parte está esa zona reservada
para los ausentes, para los que dejaron la solemnidad de una idea sobre el mapa
del tiempo.
Nunca entendí la poesía como algo misterioso
e inefable, sólo al alcance de iluminados que esperan la azarosa llegada de la
inspiración. Creo en ese trabajo intelectual que transforma lecturas y
vivencias en expresión lingüística. Esta consideración del ideario poético está
presente en el último apartado, frondoso parque que he denominado “Y todo lo
demás…”. Tal zona boscosa difunde impresiones sobre asuntos internos de la
literatura: el mensaje, la expresión comunicativa, la distancia entre idea y
logro, la identidad del yo lírico…Literatura.
Pretendo que Ninguna parte,
por su constitución interna, sea expresión fiel de una mirada de pautas
crepusculares, cuyos contenidos mezclan imágenes, estados de ánimo y actitudes. Son los ojos
del ocaso, aunque no olvido que el anochecer siempre tiene un inseparable
enlace con la amanecida, una íntima simbiosis. Nos quedan la palabra y la
esperanza.
Pd.- Texto publicado en la revista ESTE DE MADRID, nº 249, diciembre de 2013, pág 102, con motivo de la presentación en Rivas-Vaciamadrid de mi poemario "Ninguna parte", Ediciones La Isla de Siltolá, Sevilla, 2013.
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