Reencuentros |
HETERÓNOMOS
Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.
Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.
A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde inicia el
galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.
El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.
(Pulsaciones (Antología personal 1990-2016)
El poema, que pertenece al libro "Rotonda con estatuas", abre la nueva antología "Pulsaciones", en el sello editorial Takara, con prólogo de Rosario Troncoso. Muy ilusionado con el trabajo de Carmen y Charo.
ResponderEliminarAdentro es afuera, pero con más sonrisa. Afuera llueve, adentro siempre, siempre llueve, aunque la veda, aunque los ojos, aunque no se quiera.
ResponderEliminarLo importante es que esas manos, salgan de los bolsillos y nos regalen, versos como los tuyos.
Abrazos y felicidades, poeta.
Abrazos de regreso, Gabriela, sigo tus incidencias en la incertidumbre y sigo con voluntad renovada para acometer las lecturas pendientes. Un gran abrazo y gracias por tus palabras.
EliminarGracias, José Luis. Muchas gracias.
EliminarGracias a ti por dejar entre el ruido y la furia de la calle una ventana a la poesía. Sé que es muy difícil y sé que desde lejos todo parece plácido y conforme...Lo hablaba hace unas horas con Luis Felipe Comendador, un poeta que hace del compromiso una razón de vida. Un abrazo, poeta.
ResponderEliminarPues gracias, por llevarnos, pensarnos y por tu estar. Es valioso, igual tu abrazo.
EliminarMe das fuerza.
Dichoso tú en el que sólo conviven dos yos, jejejeje
ResponderEliminarCada ego tiene ese punto de ciudad desplegada entre paseantes circunstanciales, el barullo de la vida al paso. Un fuerte abrazo y gracias por tu compañía.
EliminarEsa dualidad no me es ajena. Uno se pierde en la contemplación de una nube y el otro lo insta a bajar a la tierra, a consumir las horas en el cemento gris del horario prescrito por la rutina. Lo expresas, poeta, con magníficos versos.
ResponderEliminarAsí es querida María José, tal vez porque la identidad propia no es un suelo firme sino una superficie maleable, que se ajusta al discurrir del tiempo. Un fuerte abrazo.
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