Mañana no será nunca (Antología poética 2003-2015) Luis Felipe Comendador Prólogo de Fernando Rodríguez de la Flor Epílogo de Luis Alberto de Cuenca Diputación Provincial Salamanca, 2017 |
NICOTINA Y POESÍA
El escritor argentino Adolfo Bioy Casares escribió que “el conocimiento
del hombre no permite la previsión de su literatura”. Me toca disentir, aunque
admire el talento de Bioy y añore su dúo dialogal con Jorge Luis Borges. Discrepo porque conocer a Luis Felipe
Comendador (Béjar, 1959) ha sembrado de continuo claves de desciframiento de su
producción poética, cuyo primer tramo compiló la antología Vuelta a la nada (El Árbol espiral, Béjar, 2002). Se ofrece ahora
la poesía reunida editada entre 2003 y 2015, un quehacer que integra los libros
El amante discreto de Lauren Bacall,
(2003), Con la muerte en los talones
(2004), El gato solo quería a Harry (2005),
Esa intensa luz que no se ve (2007), Dientes de leche (2008), Los 400 golpes (2013) y Corre la voz (2015). Un paréntesis que concede al escritor un lugar propio en su generación, pese a su
alejamiento de la sociedad literaria y a su estar silencioso en las
contingencias de lo episódico, El bejarano es un outsider con la identidad de “un
autor raro”.
El trabajo de interpretación de esta caligrafía comienza por el título y la imagen de cubierta. Son dos elementos que no agotan
su sentido literal pero que muestran una fuerte relación con el contenido: la
imagen dibuja un rostro a punto de morder un anzuelo; y el aserto Mañana no será nunca no elude el
pesimismo exacerbado de quien no encuentra ningún rastro de vida en el porvenir.
Ambas claves predisponen a adentrase en las consideraciones de Fernando
Rodríguez de la Flor. El profesor contextualiza el momento histórico en el que
nace esta poesía, marcado por la crisis y la globalización. Un tiempo tenso que
nunca enmascara su deambular desapacible, su fondo oscuro. Tal estado conlleva
el descrédito de lo social y el trazo borrado de cualquier utopía: estar es
sobrevivir, ponerse cada día la piel de los naufragios.
Esta conciencia en proceso se traslada de inmediato a la entidad del
sujeto verbal que habita en los poemas y las sombras mudables de su
pensamiento; el yo se hace trasunto de un ser contemporáneo que expone su
periplo biográfico en la desolación estéril de la derrota a partir de unos
cuantos elementos de uso. Una de las columnas más relevantes de esta
escenografía personal es el cine, trasunto de aquella caverna platónica, donde
la presencia no es sino el sueño de una sombra, una emanación sobre la pared
del fondo de contornos difusos. La gran pantalla está en los títulos del poeta
y en la construcción de ambientes y argumentos que con frecuencia imitan la
trama a resolver del cine negro. En esos callejones oscuros de la soledad el
poeta construye su tentación reflexiva; allí aflora, entre la nicotina y los
trazos de humo sucio, la certidumbre que mantiene vivo cada latido: estar vivo
no es poner en pie un esqueleto resignado; es buscar un sin embargo, hacer de
las palabras un refugio, aventar el amor y el estar solidario, pedir cuentas a
los propios errores para salir al día con ánimo dispuesto a una nueva derrota.
En El amante discreto de Lauren
Bacall el amor y el deseo se hacen razón de vida para dibujar cerca un
arquetipo de belleza, el mito se hace símbolo, impregna lo cercano y restablece
un ahora habitable. Pero somos un ser para la muerte y a cada paso asoma la
condición efímera. De esa conciencia de habitar la ceniza se nutre
la escritura de Con la muerte en
los talones. Conciso y lapidario, el poema dibuja un estar provisional:
“Atrapado en campo abierto, / con todo el horizonte / vestido para mí, / los
caminos de ida son tantos…/ que no existen”.
En los libros de Luis Felipe Comendador resuena fuerte la primera
persona; habla el yo y en su densidad semántica la intimidad es un rasgo
poético esencial. Para convertir ese intimismo en instrumento de revelación y
verdad objetiva, el poeta recurre a estrategias de distanciamiento; se ha visto
en los libros anteriormente citados y así sucede en las composiciones de El gato solo quería a Harry, donde de
nuevo el cine pauta el cauce argumental, a través de personajes como Orson
Welles, quien se convierte en callado receptor del soliloquio. El habla
evocativa recupera vivencias, sensaciones o el extraño laberinto existencial
que suma y resta su erosión en el tiempo.
Como un viejo tronco que aguarda un brote estacional reverdecido, las
obsesiones reinciden y se yuxtaponen los matices de su reconstrucción. Si en
los días de infancia hay un sol áureo que va perdiendo brillo mientras se
completa la educación sentimental, las secuencias de vida retornan para dejar
su vuelo en los poemas de Esa intensa luz
que no se ve como si fuese necesaria su presencia para mantener la coherencia. Esperar se convierte en sólida estrategia: “siempre la misma nieve /
el mismo mar / el mismo decorado donde ser / o dejarse / donde vivir / o a
tientas buscar causa o reposo / abismo, balsa o trono / libertad / pan /
cadenas”.
La poesía de madurez aprende a graduar las emociones, requiere
construcciones más severas, aunque conserve el mismo protagonista y profundice
en los fundamentos del ideario estético. De este enfoque participan, desde su
particular topografía, los poemarios Dientes
de leche, Los 400 golpes y Corre la voz. Los tres comparten una
similar psicología del sujeto verbal, la eficacia de una expresión en la que
nunca hay sitio para la digresión ociosa y el clima orgánico del conjunto.
No quiero cerrar esta lectura de Mañana
no será nunca sin citar el apunte epilogal de Luis Alberto de Cuenca. El
poeta deja claro su entusiasmo afectivo por una manera de ser a trasmano. Es
consciente de la coherencia amical y de lo complejo que resulta en tiempos de
corrección y escaparate exhibir a diario la sinceridad y las pancartas de los
que denuncian, sin que ningún sometimiento merme la profundidad de su grito.
En los hilos sueltos de Mañana no
será nunca está el autorretrato de Luis Felipe Comendador, las repletas
estanterías de esa biblioteca interior donde se guardan los libros vividos,
aquellos que condensan la geografía de una decepción, la luz pequeña de un
cigarro encendido, las ganas de vivir, su nicotina.
¡Notable!
ResponderEliminarViajé a Béjar, la ciudad del poeta, hace unos días para recoger el libro y para recrear el proceso de escritura de esta poesía reunida. Hablar con Luis Felipe es adentrarse en el cuadro psicológico de su escritura, entender sus emociones y pensamientos ante una realidad con grietas...Un fuerte abrazo.
EliminarVi la foto, claro. Béjar, suena lejos.
EliminarOtro abrazo.
Disfrutar de tu afecto siempre fue un privilegio, amigo. Un abrazo infinito.
EliminarQuerido Luis, disfrutar de ti es borrar la pereza del tiempo, encontrarse delante de una puerta que se abre al afecto y a lo perdurable. Mil gracias por ser. Como dice Luis Alberto de Cuenca, si no estuvieras habría que inventarte. Suerte en el rastrillo de hoy y suerte en tu trabajo literario. Besos, poeta.
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