miércoles, 17 de marzo de 2021

ÍNSULA, nº 889-890 (75 ANIVERSARIO)

Ínsula 889-890
(Revista de Letras y Ciencias Humanas)
Enero-Febrero, 2021
Editora: Arantxa Gómez Sancho
ESPASA, con el apoyo de Fundación José Manuel Lara

 

 Un camino en el tiempo:

 75 aniversario (1946-2021)

 

   Frente al libro, carga potencial de un quehacer único, la revista literaria crece ramificada, es testimonio colectivo de un tiempo. Hace posible la perspectiva global de un momento histórico, donde se entrelazan generaciones coexistentes. En las secciones discurren propuestas plurales, cruces de itinerarios renovados. La revista signa su propio planteamiento, su asiento reservado en los palcos literarios. Y ese lugar ha de ser visible entre unas coordenadas precisas. Naturalmente, no me refiero al dogma cerrado y panfletario, beligerante por principio con otros ideales estéticos.
    La primera página que abre una revista de literatura es la estructura coherente de contenidos y fidelidad de formato. Dicha coherencia crea una tradición, coloniza, cultiva un jardín propio y hace del encuentro una costumbre. Setenta y cinco años cumple la revista Ínsula y la efemérides impulsa el número extraordinario 889- 890. Es un monográfico coordinado por Juan Miguel Sánchez Vigil, María Olivera Zaldúa y Arantxa Gómez Sancho. La editora de Ínsula abre contenidos con palabras de gratitud a todos los que hacen posible  tan abrumadora longevidad. Un demorado caminar, vivido con pasión e intensidad, como recomendaba Horacio, y esa alegría de lo humilde que fue razón de ser en la poesía del gran Joan Margarit.
   Los enfoques críticos recuperan el periplo iconográfico de la literatura española desde la Edad Media hasta el Siglo XX. Del deslumbramiento de las imágenes en el medievo se ocupa Helena Carvajal González, quien subraya la importancia artística y simbólica de libros como Auto de los Reyes Magos y El Cantar de Mío Cid. La fuerza de la ilustración se mantiene y afecta también a los grabados, la literatura jurídica y los manuscritos traducidos, que se personifican con ilustraciones plenas de color y onirismo. 
   José Luis Gonzalo Sánchez-Molero elige como senda exploratoria el retrato literario en el Siglo de Oro. Recuerda que la vuelta del Humanismo al mundo grecorromano facilitó el cultivo del retrato, aunque idealizara rasgos físicos y estuviese repleto de elementos simbólicos. Así cuajaron las prácticas iconográficas del siglo de Oro que añadieron al texto la semblanza visual del autor como tributo a la curiosidad popular. Esta contingencia alentó mucho la imagen singular de los grandes autores de la época. Sería ya en la Ilustración, analizada por Esperanza Guillén, cuando el retrato se pliega a todas las clases sociales, como testifica la obra de Francisco de Goya
   Nace en el siglo XIX un culto fuerte a la personalidad individual, alentado por el peso económico de la burguesía y por la fuerza presencial de estamentos de carácter, como militares, políticos, intelectuales y jerarquía eclesial; posan no solo para exponer rasgos físicos sino la fuerza anímica del carácter o el temple moral. Desde ese enfoque se escribe la aportación de Marta Palenque “Un viaje emotivo por la iconografía de la literatura española decimonónica”. Plantea en sus contenidos una galería de retratos y el marco ambientes en el que se mueven los personajes de ficción. No olvida estudiar la materia visual en periódicos, libros y láminas de folletín, cuyos formatos e iconografías se mantendrán en las revistas satíricas del siglo XX, como recuerda José María de Francisco Olmos.
   La selecta partida visual del siglo XX y los ensayistas que la comentan dan un formato dinámico de las mutaciones intelectuales del periodo y de los personajes de primera línea: Antonio Machado, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, máximas credenciales líricas del siglo, y fotos de grupos, estampas colectivas o eventos literarios que pertenecen al friso expresionista de la memoria común. Del mismo modo, Teodosio Fernández convoca un florilegio de imágenes de las literaturas de Hispanoamérica, que funda un paisaje propio, cuajado de pujante diversidad, donde se fortalece la expansión del idioma, con una heterodoxia empeñada en rebelarse contra lo rutinario.
   Otro acierto pleno es el recorrido por el espacio creativo de las literaturas peninsulares (catalana, gallega, vasca), y la mirada a la pléyade de escritoras que tuvo que lidiar con ese persistente halo de invisibilidad y marginación, sostenido por una organización patriarcal, repleta de asimetrías en la igualdad de géneros. El murmullo de fondo de este número doble de Ínsula recuerda la iconografía literaria de Alfonso, el más persistente hacedor de retratos, cuyo objetivo fotográfico ya forma parte de la mitología bajo aquel sugerente lema práctico: “mirar y ver”.
   Junto al doble número centrado en la aportación visual,  acompaña a esta entrega  un número especial que recupera el formato sábana original. Recuerda una biblioteca ambulante actualizada. Se abre con la palabra evocadora de Arantxa Gómez Sancho, quien en “La resistencia de los materiales” evoca el largo trayecto y el sentido histórico de la publicación, que se complementa con un selecto recorrido por las portadas. Las fotografías adquieren la contundencia de un álbum de la memoria, cuajado de grandes protagonistas literarios de España y Latinoamérica. 
  Tras la atroz debacle de la guerra civil, poco a poco renacen las publicaciones periódicas. Más allá de la dicotomía formalismo o testimonio que representaron Garcilaso y Espadaña en las primeras décadas de la dictadura convivieron  publicaciones como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Dau al Set, o La estafeta literaria. Del tramo histórico de Ínsula entre 1946 y 1970 da cuenta la entrevista por Antonio Núñez con Enrique Canito y José Luis Cano, impulsores de una publicación “orteguiana y liberal” que buscaba superar la quiebra cultural del momento. Sin miedo, rescata voces del exilio y crea puentes entre concepciones estéticas polarizadas o marcadas por una recepción minoritaria, de escasa aportación crítica.
   Del arraigo de la revista en el suelo cultural y del sentido de una cabecera ideológicamente tolerante y comprometida con el legado de la tradición escriben pensadores, filósofos y ensayistas que coinciden en definir la labor de Ínsula como un ámbito intelectual abierto, dispuesto a propiciar conexiones entre escritores españoles y latinoamericanos y recuperar la convivencia creadora silenciada por el franquismo. La selección de poemas publicados en el tiempo, realizada por Marta Agudo, propicia una completa antología en las calles del tiempo, con una coda en prosa de Carmen Laforet, la inolvidable ganadora del Premio Nadal.
   Setenta y cinco años de continuidad certifican un mérito incuestionable. La literatura española del siglo XX no se entendería sin la vitalidad de Ínsula. Sea esta breve síntesis también el homenaje de gratitud de tantos críticos y poetas que han encontrado en el eclecticismo de los materiales publicados un aula de convivencia y conocimiento, un privilegiado mirador al alcance de todos.

JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 


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