viernes, 31 de enero de 2025

JOSÉ MARÍA SOUVIRÓN. OBRA POÉTICA DE VANGUARDIA

Obra poética de vanguardia
José María Souvirón
Edición de José María Barrera López
Prefacio de José María Souvirón Morenilla
Centro Cultural generación del 27, Colección Estudios del 27
Málaga, 2023


PRIMEROS LIBROS

 
     La ejemplar voluntad de rescate que protagonizan  Javier La Beira y Daniel Ramos López en torno al legado literario del malagueño José María Souvirón (1904-1973) ha hecho posible la edición de sus páginas autobiográficas en cinco volúmenes. Las anotaciones del diario abarcan desde 1953 a 1973 y permiten vislumbrar la textura humana y creadora del escritor y los distintos entornos sociales que pusieron contingencia y espacios de representación, condicionando las diversas facetas expresivas. Tras el siniestro episodio de la guerra civil,  cuando la posguerra va curando las heridas y la vida cultural poco a poco reabre itinerarios, Souviron vive en Chile, donde se había instalado, tras abandonar París en 1932. Allí consume una larga estancia, hasta su definitivo regreso a la península en 1953.
   Prepara ahora el crítico José María Barrera López la edición de Obra poética de vanguardia, un trabajo de investigación que acoge, junto al laborioso estudio introductorio, los cuatro poemarios iniciales, más composiciones dispersas en distintas publicaciones y no recogidas en libro. La compilación cuenta también con un prefacio de José María Souvirón Morenilla, sobrino del poeta, que aporta el conocimiento directo de la personalidad humana del escritor y de las persistentes vinculaciones entre discurrir existencial y los quehaceres de novelista, poeta, ensayista y estudioso.      
   A pesar de los abundantes intentos de ampliar la nómina incompleta del 27 con voces femeninas y autores olvidados por las etiquetas críticas, el núcleo central del Grupo del 27 no ha variado, casi en absoluto. En él se integran, casi de modo exclusivo, los poetas que viajaron a Sevilla para participar en el homenaje a Luis de Góngora en su tricentenario, más Vicente Aleixandre, que no asistió al reivindicativo evento del Ateneo por tu endémica mala salud. José María Souvirón es un poeta de difícil encuadre y complejo acomodo generacional. Algunos estudiosos e investigadores encuentran afinidades personales y poéticas con la generación del 36, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo y Luis Rosales, pero su alejamiento del foro literario peninsular y circunstancias políticas y personales provocan una significativa ausencia de manuales y antologías.
   Su libro auroral, Gárgola (1923), escrito cuando el poeta tenía diecinueve años,  comparte ingenuidad y una sosegada celebración del modernismo tardío como ideario estético. Las composiciones celebran un sentimiento lírico del paisaje con expresión pulida y una temática juvenil, inspirada en la tradición popular. También se perciben resonancias de la obra de Federico García Lorca y claras deudas con el molde clásico del romance y con las canciones de corro y cuna. Es un libro de iniciación y aprendizaje, con dedicatorias a coétáneos como Hinojosa, Prados y Altolaguirre, con quienes el poeta vivió afinidades amicales y el mismo empeño vocacional por la poesía.
     A los ausentes en la celebración gongorina les toca conseguir un espacio propio. Al año siguiente sale Conjunto (1928) segunda entrega del malagueño, donde irrumpe un simbolismo mitigado. La voz lírica ha madurado, tiene un evidente dominio formal y se incorporan estrofas cerradas como el soneto y la décima. No es necesaria una erudita reconstrucción de la escritura del momento, pero hay una voluntad consciente de definición personal y busca sitio en las mejores revistas del momento, como “Carmen, “Verso y prosa” y “Mediodía”.
    El viaje a Paris en 1931 pone en contacto a José María Souvirón, por mediación de Manuel Altolaguirre, con el surrealismo, y con la poesía de Baudelaire y Verlaine, pero no llega a conectar con el ambiente cultural francés. Al año siguiente viaja a Hispanoamérica, contratado como profesor de la Universidad católica de Chile, y allí se editan los dos últimos libros integrados en este volumen. Fuego a bordo (1932) es la crónica personal del viaje por mar, con la búsqueda y celebración del amor como asunto central. En esta entrega se perciben abundantes ecos de Juan Ramón Jiménez, y se evidencia también la mirada del yo sentimental, con un amplio abanico de emociones, expresadas con claridad diáfana y sensibilidad neorrromántica. El intermedio del libro acoge una evocación de paisajes dormidos en la memoria; son estampas que conectan con el temblor afectivo del enamorado y entremezclan la confidencia intimista y el verso descriptivo.
   Como si el poema fuese marcando las distintas etapas de navegación, desde la salida de puerto, hasta el avistamiento de tierra, Fuego a bordo mantiene un cauce argumental en línea con un desenlace hecho de luz: “Tierra. Pronto, la tierra, / para pisar en recio, firmemente, / Para correr entre pinares altos / hasta llegar a alguna costa brava / donde encuentre otro mar como el que dejo. “
   Para completar la entrega se incluye, junto a los poemas rescatados de revistas y cuadernos, el libro Plural belleza (1936). Es una obra fragmentada en tres partes y escrita por completo en Chile, donde se refleja la plenitud de una relación amorosa y el asentamiento en un espacio geográfico cercano y humanista.  
  La guerra civil empuja al poeta a regresar y vivir la contienda sumándose al ejército de Franco, pero pronto adviene el desencanto y el mapa de la memoria se llena con un colmado equipaje de escepticismo. El viento intempestivo y la abulia ambiental impulsan la vuelta a Chile, donde continúa un fértil taller de escritura que lleva a imprenta un inacabable goteo de novedades, hasta el definitivo regreso a Málaga.
   Sobre los años de la vanguardia histórica y sus efectos en todas las parcelas del arte y la literatura, Juan Manuel Bonet escribió un libro de indispensable consulta, Diccionario de las vanguardias (Alianza Editorial, 1995, 1999, 2007). En él se precisa el término vanguardia como impulso de cambio y renovación, como empeño literario de avanzada. En este sentido, resumir el tramo poético de José María Souviron como “Poesía de vanguardia” tiene más de fantasía que de realidad conceptual. Si bien el arranque lírico del malagueño coincide en el tiempo con la eclosión experimental de los años veinte, los cuatro títulos compilados, respetando la autonomía de cada salida, se mantienen en unos parámetros bastante marcados de clasicismo, tradición y búsqueda del tejido sentimental. Todos mantienen un cuidadoso olvido de lo experimental para centrarse en los laberintos del yo, el paisaje y el declinar del tiempo. Reiteran además itinerarios formales conocidos. El poema, lejos de cualquier estridencia, alumbra sinceridad. Muestra, con la buscada constancia del diario, la mirada interior y el tejido emotivo del hombre y sus creencias.

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