jueves, 2 de enero de 2025

MARINA CASADO. OTROS SABRÁN DE MÍ

Otros sabrán de mí
Marina Casado
Premio Paul Beckett de Poesía
Fundación Valparaíso
Mojácar, Almería, 2023

 

CRONOLOGÍAS


 
   La obra poética de Marina Casado (Madrid, 1989), profesora de Lengua Castellana y Literatura en un instituto público, Licenciada en Periodismo y Doctora en Literatura Española, personifica una de las propuestas más significativas de la poesía emergente. Despliega en su planteamiento un intimismo trascendido, una voz elegíaca, que hace de la memoria patio de regreso y lugar propio.  Así se constata en la entrega  Otros sabrán de mí, conjunto de composiciones reconocido con el Premio Paul Beckett en su vigésimo cuarta edición.
  La poeta clarifica el emotivo título con una dedicatoria prologal que busca las raíces de la identidad en el pasado. El yo poético aspira a reconocerse en las secuencias discontinuas que habitan dentro, con la luz encendida del sondeo introspectivo; también con la certeza de que la travesía existencial se hace con andenes habitables y encuentros que preservan, encendidos, las brasas más cálidas de presencias, actitudes y sentimientos. En el trasiego de vivencias, la mirada del otro, según reafirma la cita prologal de Emilio Prados, es el necesario anclaje para persistir en una realidad en continua mutación: “Otros sabrán de mí, porque me pierdo”.
   La cercanía entre periplo biográfico y registro evocativo hace del poema un reflejo de la intrahistoria personal. Las palabras abren la puerta al yo pretérito. Reconocen un tiempo a resguardo que camina con voluntad indeclinable hacia la nada final. Como si volver los ojos permitiera convertirnos en otros, los poemas rastrean el legado de luces y sombras que ilumina los días. El poema siembra certezas sobre nuestra condición temporal y transitoria: “Cruzarás una puerta, la llamarás “futuro” / y no podrán seguirte los que tanto te aman. / Yo no sé qué decirte; todo esto es inútil. / ¿Nunca has pensado que también se mueren las estrellas”?.
  Lo vivido conforma los estratos dormidos de la melancolía: la niñez habita cada rincón del patrimonio sentimental. Sus palabras alzan una casa en el tiempo con la fascinación de estar repleta de elementos visuales llenos de vida, dormidos en la morosa quietud de quien espera un lejano retorno hasta el ahora. El ayer se puebla de vicisitudes que se empeñan en crecer junto al yo poético, convencidas de que el discurrir solo es instante, un presente nunca transitorio. Desde la eternidad azul de la memoria, la escritora vislumbra el vuelo fugaz de la educación sentimental. La calidez del padre se hace árbol fuerte que sostiene la casa, también cuando la ausencia. El poema “Física elemental” es una hermosa evocación de un intermedio en el que labores en el aula, lecturas y libros, alzan una presencia fuerte, cristalizada en momentos de vida, contrapuesta a la ingenuidad de quien poco a poco va descubriendo el mundo, todavía exento de naufragios y pérdidas.
   Pero las erosiones llegan y con ellas el desgaste y las demoliciones e intemperies, el callado silencio de un inerte patio de butacas. Poco a poco se difuminan los personajes de la mitología y el suelo rasante se puebla de héroes caídos. Las calles cotidianas transforman su apariencia, como esos cines de antaño, y sus acogedoras pantallas en blanco y negro, convertidos ahora en tiendas de consumo. Todo parece abocado a una expulsión del paraíso. Al destierro de un amanecer que poco a poco pierde la luz y se convierte en crepúsculo. Todo el apartado “Destierros” une poemas con esta atmósfera de acabamiento y anochecida. Quien percibe el entorno encuentra en su contemplación un espacio vacío, de desolación y lejanía: “Es difícil vivir en tales circunstancias: / respirando la sombra en palabras no dichas, / confiándote al tiempo, / burlando la distancia con un álbum de fotos. / Sería más sencillo hacer un día la maleta, / abandonar por fin este lugar. “. Todo empuja a la huida de estas horas sin sol, por más que todavía la propia percepción recuerde que nadie puede abandonar  los sueños cumplidos y el íntimo paisaje de la niñez, aunque alrededor solo se asiente el frío de la noche.
   Cuando todo es un eco que pierde intensidad, expandido en la frágil memoria del aire, la escritura es el empeño de perpetuar la fugacidad. La poesía es refugio y hondura, dejar constancia de los recuerdos. Las fértiles pesquisas ponen claridad y precisión, hondura filosófica y continuidad de lo vivido. Marina Casado captura en el caminar del tiempo los contornos precisos de un regreso; la memoria viva de quien dejó un inmarchitable patrimonio de sueños y esperanza.

JOSÉ LUIS MORANTE


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