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jueves, 7 de abril de 2022

JAVIER BOZALONGO. NOMBRAR LA HERIDA

Nombrar la herida
Javier Bozalongo
Imagen de cubierta de Joaquín Puga
Granada, 2022


 SIN SUTURAS

 
    Javier Bozalongo (Tarragona, 1961) ha protagonizado en la última década un intenso despliegue creador. Su trayecto plural aglutina senda poética, relato y aforismo. Quien fuera fundador y director de Valparaíso Ediciones ha hecho de las galerías íntimas del poema un largo trayecto que suma las entregas Líquida nostalgia (2001), Hasta llegar aquí (2005), Viaje improbable (2008) La casa a oscuras (2009), Todas las lluvias son la misma tormenta (2018), Este país (2019) y el cuaderno Los días generosos (2021). Este camino personal conforman un recorrido representado en las recopilaciones Nunca el silencio, Has vuelto a ver luciérnagas y Las raíces, las tres editadas en Latinoamérica. A este fértil quehacer se añade el libro de haikus Todo es azar (2021) que completa corpus.
   Nombrar la herida, que tiene como cubierta una expresiva fotografía de Joaquín Puga, amanece con un poema de homenaje a la presencia firme de la madre, siempre costa y refugio, y un segundo texto dedicado a la memoria del padre, como si la voz poética quisiera refrendar una subjetividad compartida, que traza puentes entre el verbo evocativo de lo biográfico y el claro anhelo de una voz confidencial y reflexiva, que trata de entender la condición temporal de la conciencia.
   Frente a la asepsia del purismo, que convierte el lenguaje en monopolio de exploración verbal,  la estética realista de Javier Bozalongo exige a su escritura un compromiso nítido con los desajustes; el poema se convierte en denuncia y expresión unitaria del yo social;  conforma una voz fuerte que dota al núcleo argumental de sentido ético. En el apartado “las heridas” emergen nombres propios que escriben en voz baja su intrahistoria, desde el monólogo dramático, para que nos asomemos al mirador oscuro de su experiencia vital. Todos identifican a rostros concretos cuyas circunstancias se describen en la nota final. Allí están la primera víctima de la violencia de género, la mutilación genital padecida todavía por tantas muchachas africanas o la desmesura invasiva de los asentamientos en Gaza y Cisjordania que divide culturas y genera continuos enfrentamientos; son ejemplos de una convivencia erosionada por el progreso, la desigualdad social, la violencia y perpetuación de estereotipos patriarcales y las catástrofes ecológicas que silencian la rebeldía ante la injusticia de los más desfavorecidos. Una situación que se ha repetido a lo largo de la historia y que abre la lucha por la igualdad, con momentos esenciales como el que protagonizara Clara Campoamor en el Congreso, durante la segunda república.
  El poemario, enclavado en la corriente continua del compromiso social, dibuja un amplio mapa de injusticias con preclaros rostros en el espejo de la actualidad informativa, como si la angustiada condición femenina necesitara convertir al poema en portavoz de la ignominia. Cada cicatriz se abre para supurar el dolor, para que fluyan las huellas perdurables de la desolación. En todas, el sentimiento de pérdida, el desarraigo, la existencia agónica que dormita en la sombra de la derrota personal y no encuentra el camino de regreso, las expectativas de una travesía condenada al naufragio.
  El apartado final “Epílogo” integra dos citas casi complementarias en torno al discurrir y a la necesidad de asumir la fuerza terapéutica del tiempo remansado. Los textos pertenecen a Ana Blandiana y  al poeta joven Juan Javier Ortigosa. Y desde su sensibilidad, el poeta clarifica la postura personal; se trata de asumir el lugar propio, decir no a la indiferencia y protagonizar el papel que corresponde al gesto de coherencia de quien se mirar al espejo. Desde esa necesidad del sujeto activo nacen los versos de “Letanía”, un poema de bellísima factura: "Y tú avanzas con calma, / ocultas el cansancio / y sonríes tranquilo sin dejar traslucir / que perdiste la brújula, / que te guía la inercia de estar vivo, / que conoces oriente y occidente / pero ignoras el rumbo de tu mano derecha / y es el azar quien manda sobre tu mano izquierda”.
   Nombrar la herida clarifica los callejones tétricos de un recorrido suburbial, propicio al odio, que acumula intemperie, donde el dolor se refleja en la mirada triste, con nítidos contornos. Ser mujer todavía es atestiguar un existir azaroso, que tiende la mano con la esperanza de entender la carga existencial, para que resuene fuerte en el poema un poco de esperanza.

JOSÉ LUIS MORANTE






 
 

sábado, 5 de diciembre de 2020

NO ES TIEMPO DE ABRAZOS

No es tiempo de abrazos
VV.AA. / Colectivo de fotografía AFOGRA
Prólogo de Javier Bozalongo
Sonámbulos ediciones
Granada, 2020

 

A PIE DE CALLE

 

   Aunque gestan vocaciones comunicativas dispares, el aforismo y la fotografía comparten la creación de un sentimiento de proximidad. Ambos borran distancias entre los ámbitos de la percepción sensorial y el pensamiento, creando un espacio nuevo en la intimidad del yo. Imágenes y palabras construyen la medida justa de un instante de asombro que transita por itinerarios emocionales. Desde ese fértil sendero de la colaboración que aúna posibilidades expresivas y estéticas llega el volumen No es tiempo de abrazos, impulsado con exquisito cuidado formal por Sonámbulos ediciones. El trabajo integra el sucinto legado aforístico de quince autores muy conocidos del decir breve, a juicio selectivo de la profesora, crítica y aforista Carmen Canet, y las fotografías de artistas integrados en el colectivo granadino AFOGRA.  
   Con perfilados contornos, la introducción del poeta, editor y aforista Javier Bozalongo dibuja las afinidades  pautadas del aforismo, como concisa propuesta verbal, y las fotografías, que permiten fijar la realidad desde la luz sobre una superficie sensible. Un absorbente reto que suma la sintonía de las dos disciplinas.
   Es necesario, aunque no habrá pasado inadvertido al curioso lector, refrendar la carga semántica del título en un momento colectivo marcado por la pandemia. El virus ha roto la normalidad para ensimismar lo diario y recomendar el mínimo contacto afectivo. Así pues, lo contingente se ha impuesto como categoría social inevitable: No es tiempo de abrazos. Asumir este lapsus sentimental en el discurrir provoca no pocos efectos secundarios y a su desarrollo estético se aplican aforistas y fotógrafos desde una perspectiva híbrida de palabra e imagen.
   La antología enuncia un sencillo núcleo de temas capitales que abre Carmen Canet y la fotógrafa María José González Almazán. En el vacío impuesto sobre calles y aceras, tantean las palabras su propio itinerario. Dice Carmen Canet: “Era una ventana que se asomaba a la calle para verla. Era una calle a los pies de una ventana que se empinaba para mirarla”. El inagotable espacio poético de Dionisia García ha abierto en paralelo una senda aforística del máximo interés; así que su presencia en el libro constata su voz fuerte, que aquí habla, con el abrazo visual de Diego Barroso, de desolación y soledad, del desconcierto irredento de la búsqueda y el refugio interior. La idea de ensimismamiento y clausura está presente también en el breve de Elías Moro: “Dar vueltas y vueltas en el claustro del propio pensamiento. Y no encontrar nunca la salida”, muy bien interpretado por la fuerza visual de Juan J. Márquez. La situación ha demostrado que el entorno se ha despojado de su sobrepeso de banalidad, y esa es la idea que alienta la mirada escrita de Erika Martínez y el instante capturado de Jesús Gil Corral. José Luis Morante ratifica la permanencia de lo paradójico, la contradicción y los contraluces que definen la voluntad del sujeto: “Esos pensadores profundos que se bañan donde la piscina no les cubre”, una estela argumental que refrenda en su imagen Mercedes Castro García. A una idea similar lleva el texto de Gemma Pellicer: “Ni siquiera la realidad soporta un buen análisis”. Javier Sánchez Menéndez añade en su decir el peso gravitatorio del silencio, ese estar que hace de la mudez la mejor palabra. En la clausura, se hace de la casa propia el refugio de la intimidad clausurada, una sensación que propicia el aporte de Felix Trull. Dicho pensamiento halla en Lorenzo Oliván, Mario Pérez Antolín y Sergio García Clemente otros matices: el olvido, el dolor y el reencuentro con la propia esencia del yo. El decir minimalista de Ramón Eder perfila un humorismo crítico: esa asunción de la rareza como nuevo hábitat natural de los apocalípticos. Junto a Manuel Neila e Isabel Bono, completan la entrega  nuevos aforismos enriquecidos por los sugerentes espacios visuales  de Lola Maleno, Joaquín Puga, Soco Martínez y otros miembros de AFOGRA.
   El compartir páginas de palabra e imagen en el libro No es tiempo de abrazos resalta el sustrato semántico de las teselas verbales. Borra líneas divisorias para mostrar las cadencias del yo subjetivo y su quietud concisa. Ese yo frágil que cobijamos en la identidad frente al rompiente mar de lo diario.


JOSÉ LUIS MORANTE



viernes, 23 de noviembre de 2018

JAVIER BOZALONGO. TODAS LAS LLUVIAS SON LA MISMA TORMENTA

Todas las lluvias son la misma tormenta
Javier Bozalongo
XXVIII Premio de Poesía Blas de Otero
Editorial Libros al Aire, Poesía
Cantabria, 2018 


PAPELES VIEJOS


   Aunque nacido en Tarragona en 1961, Javier Bozalongo, poeta y editor del sello Valpararaíso, protagoniza una significativa conexión cultural con el marco urbano de Granada, ciudad donde se asentó en el inicio de los años 90. Allí ha ido trazando un compacto trayecto creador que tiene como epifanía el poemario Líquida nostalgia (2001); pero no tarda en romper el cerco de otros géneros para explorar, junto a la poesía, el relato y el conciso decir del aforismo. Cierra camino hasta la fecha con Todas las lluvias son la misma tormenta, conjunto poético reconocido con el XXVIII Premio de Poesía Blas de Otero que impulsa la Concejalía de Educación, Cultura y Juventud del Ayuntamiento madrileño de Majadahonda.
   Desde el despertar de su escritura, Javierr Bozalongo muestra su sensibilidad desde una estética de línea clara, un decir contenido y sereno que hace del intimismo y la temporalidad núcleos argumentales básicos. Quien ocupa el mirador del poema siente la necesidad de pensarse a sí mismo y recubre los enunciados con una cálida dermis emotiva.
   Todas las lluvias son la misma tormenta muestra un avance orgánico dual, cuya primera sección sitúa como preludio unos versos elegíacos de Miquel Marti i Pol, magisterio atemporal de la lírica reflexiva. La palabra responde a la necesidad de cuestionamiento y sentido de un transitar por el ahora que convierte ilusiones y sueños en papeles amarillos, en viejos recuerdos enmohecidos por lo innecesario.
   Las vías habituales del existir del sujeto van acumulando los gastados reflejos de la pérdida; los estímulos que servían de apertura a la luz de amanecida van diluyendo sus contornos y convirtiendo a las presencias afectivas en desconocidos. El estar en soledad  invita al sujeto a volver la mirada hacia adentro, hacia el microcosmos de sentimientos que un día fueron patrimonio compartido. Llegan así esas cartas a desconocidas, como si el yo necesitase dejar constancia de un pretérito común, enaltecido por la memoria: “Pusiste tanto empeño en que cambiara, / que ni me reconozco ni recuerdo / a quien quise escribir estas palabras”.
   La condición mudable del sujeto no le libera de contradicciones, ni quita de sus manos abiertas el peso de la decepción. Solo los sentimientos son capaces de avivar una nueva senda, de hacer del tedio de los días un refugio hospitalario; en suma, dar al porvenir un poco de luz: “Abrir una ventana es un paso adelante, / la posibilidad de un pájaro a tu lado”. Aunque desde dentro se oiga una voz callada que recuerde que todo es transitorio, que ordenar ropas e ideas para que la casa muestre su luz encendida es una forma de aprender el arte de la huida, antes de que la presencia del yo se convierta en estatua de sal. De la calidez de sembrar esperanza para poner color al porvenir, habla el poema “Parte de accidente”, dedicado a Paula, una de las hijas del poeta: “Por más que las tormentas alarguen el invierno / en contra de la lógica de los calendarios, / por más que algunos días / jueguen al escondite con el amanecer, / siempre hay una mañana que estalla de repente / para que al fin sepamos que los cristales rotos / son la oportunidad / de mirar más lejos”.
   El poema sostiene el aire, se hace constancia de la brisa; es el sabor fuerte que queda en la boca tras el primer café de la mañana, la pulsión que anima a marcar senda. En el apartado segundo, “El resto de mi vida”, la solemne palabra existencial de Blas de Otero formula un nítido deseo de continuidad: “Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro”. La estela del yo se confirma como un proceso gradual y paciente en el que van germinando raíces y alas; son los enlaces que van concediendo a propósitos y cosas su dimensión exacta; nada es insignificante si es capaz de incidir en la búsqueda de su lugar exacto en los estadios de convivencia.
  Marca la construcción interna de esta sección por su fuerza verbal el poema NYC, con el que Javier Bozalongo se adquiere a la larga tradición del legado poético castellano que ha convertido la ciudad de los rascacielos en arquitectura habitable. La realidad urbana de la metrópolis es mucho más que un incontinente laberinto de aceras; promueve una sensación de plenitud que aglutina canto, intertextualidad, música y evocación. La ciudad habla fuerte para ajustar su relación con la percepción parcial de quien la recorre. El resultado es una pieza magnífica que casi por si sola justifica el libro.
   El poema sondea el concepto de ciudad con otros nombres propios; en la toponimia del poema se integran Venecia –otro arquetipo urbano prestigiado por la tradición literaria, y ahora expuesto al erosivo trasiego turístico-, Berlín, Dublín, o las desplegadas geografías inciertas de El Salvador, desolado por una eterna crisis económica y social que veda los accesos del futuro, o China. Ejemplo de cómo una historia milenaria, se ha orillado por las aguas del pragmatismo que sigue a pie juntillas la voracidad de los mercados. En esta sección se integra también la ciudad de Granada, el lugar propio del hablante lírico donde se marca la cronología de lo cotidiano.
   Como epílogo, el poeta indaga sobre el verdadero sentido del viaje: nunca es un desplazamiento espacial sino una incisión cognitiva en la que fluye el cauce experiencial.
  No hace mucho leía un aforismo de Felipe Benítez Reyes que argumentaba: “la verdadera escritura suele empezar sobre lo ya escrito”. Esa es la sensación que deja este nuevo libro de Javier Bozalongo; sus poemas son “palabras de familia tibiamente gastadas”, que hablan de una historia personal contenida en la que se refugia la conjetura del tiempo por venir, la frágil silueta de un ahora que hace de cada voluntad amanecida.







lunes, 23 de enero de 2017

JAVIER BOZALONGO. TODOS ESTABAN VIVOS

Todos estaban vivos
Javier Bozalongo
Esdrújula Ediciones
Granada, 2016

TRENES DE VUELTA

   En 2013 Ángeles Encinar editaba en Letras Hispánicas el volumen Cuento español actual (1992-2012). Era una aproximación canónica y necesaria. Exploraba con sentido crítico las condiciones sociohistóricas y la heterogeneidad de formas y contenidos del cuento actual donde conviven autores que han convertido la ficción breve en ámbito primordial. A ese despliegue que vive el relato en el primer tramo del nuevo siglo se incorpora Javier Bozalongo (Tarragona, 1961) con el libro Todos estaban vivos.
   Hasta el momento el director de Valparaíso Ediciones había hecho de la poesía un trayecto circular con las entregas Líquida nostalgia (2001), Hasta llegar aquí (2005), Viaje improbable (2008) y La casa a oscuras (2009), un espacio lírico representado en antologías como Nunca el silencio, Has vuelto a ver luciérnagas y Las raíces, las tres amanecidas en Latinoamérica.
   La estética narrativa que Javier Bozalongo aplica a sus relatos y microrrelatos es comentada en el mínimo umbral por Santiago Espinosa, de quien recuerdo el balance de cierre: “Todos estaban vivos es un libro de humor en el más alto de los sentidos. Se trata de entender que estamos hechos de paradojas y de regiones inestables, que en la más gris de las rutinas puede habitar la chispa de lo maravilloso”. Es un cálido aviso para navegantes que no sorprenderá a los lectores del poeta; Javier Bozalongo deriva su escritura de algunos magisterios del 50 como Ángel González, José Agustín Goytisolo y Jaime Gil de Biedma, tres maestros en el uso cordial de la ironía como recurso expresivo frente a la incertidumbre de la realidad y como actitud  frente al patetismo de cualquier fracaso.
   En la organización del conjunto hay un componente ascético; solo dos apartados agrupan los veinticuatro relatos: Uno y Los Demás; como si el escritor estableciese dos miradores, de los cuales- al menos de entrada- el primero sería más autobiográfico y el segundo más enclavado en la corriente continua de lo social. Pero el buen escritor de cuentos sabe que la autobiografía no consiste en levantar acta notarial de las propias vivencias sino en inventarse una identidad verosímil que funcione como una máscara ante el espejo del yo.
   En los relatos de “Uno” la convivencia sentimental se convierte en veta argumental constante. Esa convivencia no es el reiterativo arrastre de cantos rodados por el fluir de los sentimientos, como aquellos fotogramas de Pretty Woman que aspiran al final feliz. En la senda compartida no hay más huellas que las migajas, los efectos personales de la desolación, el sentimiento de pérdida que emana de la ausencia. Entre los textos del apartado inicial sobresale “El tiempo de un reloj”, un cuento en el que la sombra del padre se ubica en la memoria para cronometrar el acontecer del hijo, ese tictac del reloj heredado que consume las expectativas sin puerto. Constato mi predilección en este apartado por el relato “Plasma” una mirada a ese fondo de fotografía que se adapta, en el discurrir, a los vaivenes de una realidad que tiene  dimensión paródica.
   Con similar extensión, “Y los demás” clarifica los elementos necesarios del paisaje exterior, donde la excentricidad y el absurdo se reflejan con nítidos contornos. La muerte es uno de los elementos fundacionales de la existencia; ella corrobora el existir transitorio y atestigua con ironía nuestra debilidad, acaso recordando que, en algún momento, todos estaban vivos. Las biografías ajenas deambulan cerca, aunque nunca lleguemos a traspasar la epidermis de las apariencias y en cada personaje se preserve una cara de sombra, el rumor seco de lo inesperado.
   El relato requiere una arquitectura de alzada. Una expresión concisa que se aviene mal con lo divagatorio y que debe percibir el desarrollo de lo potencial. En los cuentos de Javier Bozalongo se condensan transeúntes que ocupan las aceras de la pérdida, ese callejero azaroso que traza lo diario. Y su escritura deja una caligrafía sin juicios de valor, con el trazo natural de quien sabe que toda cerilla se consume pronto, que llega el alba con mirada turbia.

   







lunes, 8 de febrero de 2016

ENTREVISTA SOBRE "RE-GENERACIÓN"

Re-generación
Antología de poesía española (2000-2015)
Selección  y prólogo de
José Luis Morante
Valparaíso Ediciones
Granada, 2016

RE-GENERACIÓN, UNA ANTOLOGÍA DEL AHORA POÉTICO


Prensa, Valparaíso Ediciones
8. Febrero. 2016

Llega a las librerías Re-generación, una antología sobre poesía española (2000-2015) preparada por José Luis Morante, poeta, editor y crítico literario. Sobre esta primera generación del siglo XXI, hablamos con el escritor en Rivas, la ciudad de la periferia madrileña donde vive y trabaja.

El título de su antología Re-generación parece tener una connotación ideológica…

JLM.- Es posible que algunos lectores compartan una sensación parecida; vivimos un tiempo histórico complejo, lastrado por sombras que requieren una amanecida, una luz nueva, una cerilla encendida, una regeneración. El título es un acierto del editor Javier Bozalongo, la brújula de Valparaíso Ediciones; yo solo percibo connotaciones estéticas. La poesía precisa ramas renacidas que germinan en el nuevo siglo; son las primeras del siglo XXI.

¿Cómo surge el muestrario de voces jóvenes?

  Llevo muchos años leyendo poesía joven y Re-generación es una consecuencia natural de ese hábito. Suelo colgar en el blog “Puentes de papel” reseñas de primeros libros porque estimo que alentar a los que inician senda es una buena práctica. Así que la idea estaba latente y se concretó, tras una entrevista en la Feria del Libro de Madrid, con Javier Bozalongo, cuando Valparaíso asumió mi iniciativa.

¿Cuáles han sido las mayores dificultades de su trabajo?

  Delimitar las voces más representativas me ha exigido leer obras de un centenar de autores, algunos con publicaciones en pequeñas editoriales que dificultaban la distribución. Aquí ha sido clave el envío de originales por parte de los antologados. Casi todos han facilitado al máximo mi trabajo con encomiable generosidad. Así fui cribando nombres hasta llegar a la lista final de veinticuatro poetas  nacidos entre 1980 y 1995.

¿Por qué esas fechas?

 Por asumir la teoría generacional clásica, que integra la producción entre 2000 y 2015. Un periodo que aglutina los poemarios de quienes cuentan veinte años al finalizar 2015 y cuyo tope se sitúa en los treinta y cinco años, una edad que cede el paso a la madurez creadora.

¿Apuesta por nombres conocidos o prefiere seguir un criterio más personal?

  Creo que el antólogo debe partir de ciertas coordenadas ya trazadas: los autores que publican en editoriales relevantes, ganan premios prestigiosos y son protagonistas frecuentes de revistas y suplementos merecen una confianza sin prejuicios. Sería extraño no antologar a Elena Medel, Fernando Valverde, Javier Vela, Francisco José Martínez Morán, Alejandra Vanessa, Martha Asunción Alonso, Luna Miguel, Verónica Aranda, Ben Clark, Constantino Molina Monteagudo, Javier Vicedo Alós o Rodrigo Olay… Pero hay inclusiones con itinerarios de amanecida que hallarán inmediatas afinidades lectoras, como Aitor Francos, Miguel Floriano, Diego Álvarez Miguel, María Alcantarilla, Xaime Martínez, Paula Bozalongo, Javier Temprado Blanquer… Por cierto siempre me ha parecido un error manejar listas parciales, así que pido disculpas por esta mención; es  solo una respuesta obligada para no hacer interminable la pregunta.

¿Qué otros datos le han sorprendido?

  Las conexiones entre otras disciplinas artísticas y la poesía convierten al taller del poeta en un marco para el asombro. He disfrutado al percibir puentes de uso entre disciplinas artísticas en los antologados: Pablo Fidalgo Lareo y Javier Vicedo Alós son actores, Xaime Martínez y Elvira Sastre llevan tiempo en la música, Fernando Valverde ha trabajado un proyecto innovador que fusiona lírica y flamenco; María Alcantarilla apuesta por lo visual y el experimento gráfico...

¿Cómo queda el mapa poético actual?

   Bueno algunos datos merecen un comentario reflexivo. Por ejemplo: la cantera asturiana es ejemplar y la alargada sombra de José Luis García Martín sigue siendo impulsora de excelentes poetas jóvenes. Están Pablo Núñez, Rodrigo Olay, Diego Álvarez Miguel, Miguel Floriano Traseira, Xaime Martínez y podrían estar otros nombres como José Luis Sevillano, Laura Casielles, Sara Palicio o los jovencísimos Mario Vega y Rocío Acebal…
   También es muy rica la hornada de Castilla-La Mancha con tres nombres propios en plena cosecha, como Rubén Martín Díaz, Constantino Molina Monteagudo y Javier Temprado Blanquer.      
  Percibo un persistente respeto a la tradición en voces como Verónica Aranda, José Alcaráz, Constantino Molina Monteagudo o Paula Bozalongo… No faltan las apuestas de riesgo; me encanta la fuerza colonizadora de Luna Miguel, siempre dispuesta a convertir el páramo diario en un poema, o el estrépito inconformista de Alejandra Vanessa, Aitor Francos, José Alcaraz, y María Alcantarilla.

¿Cabe este libro en una sola frase?

  Cabe en un puñado de ilusión, claro que sí, en la poesía no hay discontinuidad ni dispersión periférica; sino el disfrute de un casco urbano con amplia zona monumental.
 Y suena a música. Re-generación, más que un inventario de estéticas, es una coral en la que confluyen veinticuatro solistas.

                           (Hoy lunes, llega a las librerías españolas Re-generación)







martes, 12 de marzo de 2013

CAFÉ CON JAVIER BOZALONGO




 El itinerario creador de Javier Bozalongo (Tarragona, 1961)  comienza con el poemario Líquida nostalgia, en 2001, al que siguen Hasta llegar aquí y Viaje improbable. Su última entrega, La casa a oscuras consiguió el Premio Jaime Gil de Biedma. Es el responsable del proyecto Valparaíso Ediciones.
 
¿Cómo nace este nuevo sello editorial?
Como iniciativa fundamentalmente dirigida a publicar en España autores hispanoamericanos que no han alcanzado difusión en nuestro país, sin olvidar a los grandes nombres de la literatura ni las traducciones.
¿Qué géneros pretende cubrir?
De momento hemos lanzado la Colección de poesía, pero estamos trabajando en nuevos proyectos: narrativa, infantil, estudios literarios... que se irán incorporando poco a poco a Valparaíso.
¿No asusta el nefasto clima de pesimismo que soportamos a diario? ¿No teme al permanente estado de conflicto entre la poesía y el mercado?
Las épocas de crisis también lo son de oportunidades, y no debemos cejar en el empeño de que la poesía ocupe el lugar que merece.
De los títulos editados hasta la fecha, ¿cuáles son los que singularizan el perfil de Valparaíso?
Por su vocación americana, 10 de los 13 títulos aparecidos están escritos por poetas de allí, de México a Brasil, de donde procede Lêdo Ivo, que falleció en Sevilla unos días después de corregir las pruebas del libro, por lo que lo sentimos como un homenaje a su persona. Entre los más recientes, los emocionantes poemas de guerra escritos por Izet Sarajlic, Sarajevo.
¿Qué novedades esperan a los futuros lectores?
En marzo aparecerá el último poemario de Eduardo Chirinos, 35 lecciones de biología (y tres crónicas didácticas), que da buena cuenta de la altura de su autor. También se pone a la venta un libro mítico en México, y no publicado en España, El tigre en la casa, de Eduardo Lizalde.


¿Afecta la dirección editorial a su dedicación a la poesía?
Por razones evidentes paso muchas horas leyendo libros de poemas, corrigiendo pruebas y todo lo que rodea a la labor editorial, pero procuro buscar los momentos propicios para la escritura. Acabo de terminar un libro y ahora toca esperar a que recorra su camino y se publique.  
 

www.valparaisoediciones.com

Valparaíso Ediciones
C/ Profesor García Gómez, 6, 1º
18004 Granada