Todas las lluvias son la misma tormenta Javier Bozalongo XXVIII Premio de Poesía Blas de Otero Editorial Libros al Aire, Poesía Cantabria, 2018 |
PAPELES VIEJOS
Aunque nacido en Tarragona en 1961, Javier Bozalongo, poeta y editor del
sello Valpararaíso, protagoniza una significativa conexión cultural con el marco
urbano de Granada, ciudad donde se asentó en el inicio de los años 90. Allí ha
ido trazando un compacto trayecto creador que tiene como epifanía el poemario Líquida nostalgia (2001); pero no tarda
en romper el cerco de otros géneros para explorar, junto a la poesía, el relato
y el conciso decir del aforismo. Cierra camino hasta la fecha con Todas las lluvias son la misma tormenta,
conjunto poético reconocido con el XXVIII Premio de Poesía Blas de Otero que
impulsa la Concejalía de Educación, Cultura y Juventud del Ayuntamiento
madrileño de Majadahonda.
Desde el despertar de su escritura, Javierr Bozalongo muestra su
sensibilidad desde una estética de línea clara, un decir contenido y sereno que
hace del intimismo y la temporalidad núcleos argumentales básicos. Quien
ocupa el mirador del poema siente la necesidad de pensarse a sí mismo y recubre
los enunciados con una cálida dermis emotiva.
Todas las lluvias son la misma
tormenta muestra un avance orgánico dual, cuya primera sección sitúa como
preludio unos versos elegíacos de Miquel Marti i Pol, magisterio atemporal de
la lírica reflexiva. La palabra responde a la necesidad de cuestionamiento y
sentido de un transitar por el ahora que convierte ilusiones y sueños en
papeles amarillos, en viejos recuerdos enmohecidos por lo innecesario.
Las vías habituales del existir del sujeto van acumulando los gastados
reflejos de la pérdida; los estímulos que servían de apertura a la luz de amanecida
van diluyendo sus contornos y convirtiendo a las presencias afectivas en
desconocidos. El estar en soledad invita
al sujeto a volver la mirada hacia adentro, hacia el microcosmos de
sentimientos que un día fueron patrimonio compartido. Llegan así esas cartas a
desconocidas, como si el yo necesitase dejar constancia de un pretérito común,
enaltecido por la memoria: “Pusiste tanto empeño en que cambiara, / que ni me
reconozco ni recuerdo / a quien quise escribir estas palabras”.
La condición mudable del sujeto no le libera de contradicciones, ni
quita de sus manos abiertas el peso de la decepción. Solo los sentimientos son
capaces de avivar una nueva senda, de hacer del tedio de los días un refugio
hospitalario; en suma, dar al porvenir un poco de luz: “Abrir una ventana es un
paso adelante, / la posibilidad de un pájaro a tu lado”. Aunque desde dentro se
oiga una voz callada que recuerde que todo es transitorio, que ordenar ropas e
ideas para que la casa muestre su luz encendida es una forma de aprender el
arte de la huida, antes de que la presencia del yo se convierta en estatua de
sal. De la calidez de sembrar esperanza para poner color al porvenir, habla el
poema “Parte de accidente”, dedicado a Paula, una de las hijas del poeta: “Por
más que las tormentas alarguen el invierno / en contra de la lógica de los
calendarios, / por más que algunos días / jueguen al escondite con el amanecer,
/ siempre hay una mañana que estalla de repente / para que al fin sepamos que
los cristales rotos / son la oportunidad / de mirar más lejos”.
El poema sostiene el aire, se hace constancia de la brisa; es el sabor
fuerte que queda en la boca tras el primer café de la mañana, la pulsión que
anima a marcar senda. En el apartado segundo, “El resto de mi vida”, la solemne
palabra existencial de Blas de Otero formula un nítido deseo de continuidad:
“Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro”. La estela del yo se confirma
como un proceso gradual y paciente en el que van germinando raíces y alas; son
los enlaces que van concediendo a propósitos y cosas su dimensión exacta; nada
es insignificante si es capaz de incidir en la búsqueda de su lugar exacto en
los estadios de convivencia.
Marca
la construcción interna de esta sección por su fuerza verbal el poema NYC, con el
que Javier Bozalongo se adquiere a la larga tradición del legado poético
castellano que ha convertido la ciudad de los rascacielos en arquitectura
habitable. La realidad urbana de la metrópolis es mucho más que un incontinente
laberinto de aceras; promueve una sensación de plenitud que aglutina canto,
intertextualidad, música y evocación. La ciudad habla fuerte para ajustar su
relación con la percepción parcial de quien la recorre. El resultado es una
pieza magnífica que casi por si sola justifica el libro.
El poema sondea el concepto de ciudad con otros nombres propios; en la
toponimia del poema se integran Venecia –otro arquetipo urbano prestigiado por
la tradición literaria, y ahora expuesto al erosivo trasiego turístico-,
Berlín, Dublín, o las desplegadas geografías inciertas de El Salvador, desolado
por una eterna crisis económica y social que veda los accesos del futuro, o
China. Ejemplo de cómo una historia milenaria, se ha orillado por las aguas del
pragmatismo que sigue a pie juntillas la voracidad de los mercados. En esta
sección se integra también la ciudad de Granada, el lugar propio del hablante
lírico donde se marca la cronología de lo cotidiano.
Como epílogo, el poeta indaga sobre el verdadero sentido del viaje:
nunca es un desplazamiento espacial sino una incisión cognitiva en la que fluye
el cauce experiencial.
No
hace mucho leía un aforismo de Felipe Benítez Reyes que argumentaba: “la
verdadera escritura suele empezar sobre lo ya escrito”. Esa es la sensación que
deja este nuevo libro de Javier Bozalongo; sus poemas son “palabras de familia
tibiamente gastadas”, que hablan de una historia personal contenida en la que
se refugia la conjetura del tiempo por venir, la frágil silueta de un ahora que
hace de cada voluntad amanecida.
He creído oportuno rescatar esta lectura del poemario de Javier Bozalongo porque esta tarde se presenta en Madrid, en la librería Alberti, estará el autor y seremos compañeros de ese diálogo con javier Bozalongo, Carmen Canet, crítica y aforista, y yo. un verdadero placer.
ResponderEliminarQue todo salga estupendo, me parece un poeta muy sugerente; así que esta tarde que los "pájaros estén de vuestro lado". Abrazos, poeta!!
ResponderEliminarQuerido Luis, te respondo tras el evento; ha salido muy bien, aunque han venido menos amigos que otras veces; la poesía de Javier tiene rincones muy brillantes y un tono general que apuesta por la transparencia comunicativa. Es heredero natural del 50, esa generación que tú conoces con tanto rigor. Abrazo grande.
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