Múnich resplandecía Javier La Beira Cubierta de Juan Carlos Mestre Fotografías de Belén García Mata Frato Editorial Málaga, 2020 |
CUADERNO DE
VIAJE
Tras la ejemplar edición de los dos primeros volúmenes de Diario, de José María Souvirón, en
colaboración con Daniel Ramos López, Javier La Beira, filólogo, investigador y
paseante por múltiples carriles creadores (poesía, relato, artículos periodísticos y
edición), explora una nueva ruta: la literatura de viajes, una senda expresiva
de intenso recorrido en otros ámbitos, como el anglosajón, pero menos transitada
en el holgado perímetro peninsular, con las escuetas salvedades de interés.
La edición malagueña, incluso en sus manifestaciones más humildes como
las hojas volanderas y las plaquettes, tiene una merecida fama nacional por el quehacer artesano de las cualidades formales; Frato Editorial asume la tradición provincial con
una entrega limpia, minimalista y nívea en cuya portada sobresale el talento
plástico de Juan Carlos Mestre que hace decurso lírico también sin las palabras.
Puestos en materia, solicito que se me permita abordar la lectura de Múnich resplandecía a partir del
epílogo, porque el autor incluye en sus párrafos una notable declaración
intencional, subrayando las cualidades más sobresalientes de esta
entrega. El temperamento viajero enuncia su sensibilidad: “Frente a los
teóricos del género que propugnan la publicación de los textos de los diarios
tal y como son escritos a pie de calle, soy de los que consideran que la letra
impresa exige un tratamiento literario, una voluntad de estilo que se eleve por
encima de la mera exhibición de los avatares de una existencia tan aburrida
para el resto de los mortales como los sueños de cada cual”. En la poética del
viaje de Javier La Beira no hay balbuceos, sino el suelo sólido de unas cuantas
certezas que anulan el sobrepeso del detallismo, el testimonio objetivo de la frialdad notarial y la cartografía geométrica de lo previsible. La Beira
escribe con el taller abierto de la naturalidad, selecciona, refrenda y
convierte la travesía en un reflejo de quien percibe y siente. Hay que capturar destellos de lo que se vislumbra y encontrar vínculos emotivos entre sujeto y entorno.
Solo cuatro días reales anotan su discurrir en el diario, los incluidos
entre el viernes 1 de diciembre de 2017 y el lunes 4 de diciembre. En tan breve
lapso, las anotaciones autobiográficas se multiplican para trasmitir un intenso aporte que arranca con los prolegómenos del desplazamiento y con ese
retorno a la memoria que añade recuerdos y evocaciones, miedos y sueños,
actitudes propias y ajenas. Los entrantes de Javier La Beira para esta
gastronomía en tránsito dibujan con trazos firmes la cronología exacta que asocia el sentido del tiempo al respeto
personal (certeza que comparto plenamente), el miedo a volar: “el que teme
padecer, padece ya lo que teme” y los recuerdos de trayectos cumplidos, cobijados en los
pliegues de la memoria.
La predilección germanófila del viajero queda también palpable en la
elección del título Múnich resplandecía. Se extrae de un párrafo de Gladius Dei
de Thomas Mann, que sirve de cita prologal, junto al pensamiento aforístico
de Manuel Chaves Nogales: “El tiempo es aviador”. Pero sobre todo, se muestra
con plenitud de mediodía al
describir los atractivos muniqueses y la artesanía del viaje, ese compendio de
informaciones que recuerda la historia de la ciudad, su aportación cultural, el
paso de personajes notables o la convivencia armónica entre la vieja
arquitectura y las propuestas de vanguardia que dan color y sitio a las actuales construcciones.
Múnich resplandecía tiende la
mano cómplice desde el primer párrafo. Muestra el camino secreto del diálogo
personal para compartir juntos la plenitud del viaje, esa mezcla armónica de
conocimiento y asombro que trasciende el repertorio anecdótico para recrear una
experiencia común, aunque sea efímera y fragmentaria. Javier La Beira aporta la magia de contemplar un sitio donde nunca estuvimos, o
donde alguna vez fuimos viajeros de paso, transeúntes con maletas que añoran el
regreso. Un libro excelente, ameno, que invita a disponer de un cuaderno blanco para explicar el mundo como rito iniciático, aunque completemos el trayecto en clase turista, eso sí, con puntualidad noruega.
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