Las luces interiores Karmelo C. Iribarren Renacimiento, Sevilla, 2013 |
LAS LUCES INTERIORES
El conjunto permite un ajustado perfil estético. Deja ante
el lector una estela continua, sin
fisuras ni quiebros contradictorios. Secuencia libros con singular coherencia, aplicando
matices y buscando la argumentación del poema en motivos como los paisajes urbanos, el devenir diario, la convivencia con los demás, los actos y pensamientos del sujeto frente a sí mismo... También en lo
formal se enuncia, desde el inicio, una escritura sobria y precisa, una
poda severa de retórica, una dicción comunicativa que deja campo a lo social, y una
supuesta fusión entre el personaje y el sujeto biográfico,
aunque cada identidad aporta siempre el componente ficional y especulativo de
lo imaginario.
La salida de Las luces interiores,
sólo un año después, alude a la capacidad del poeta para
transmitirnos un modo escritural que requiere la inmediatez del mensaje. En los
versos se entrelaza el ser fugaz del entorno y la necesidad
de perdurar a través de un testigo dispuesto -el sujeto textual- que da cuenta
de sus impresiones, con el énfasis en sordina: “Me senté/ en la terraza. / El
silencio/ era absoluto. / Veía encenderse / y apagarse / las luces interiores /
de las casas. / Un viento suave, / húmedo, / me acariciaba / el rostro… / Es el mundo / -me dije, / y es
un lugar / maravilloso.” Ese estado de felicidad transitoria supone una serena
aceptación de la fragilidad existencial, una ausencia de resentimiento y la
certeza de que el patetismo se lleva mal con la alegría de un sentir ético que
no aguarda ninguna redención trascendente y se muestra conforme con la realidad, aunque esta se empeñe todos los días en revisar y corregir nuestros sueños. Lo que sucede está, es tangible y conforma una existencia que
marca el paso con traje de calle y viste preocupaciones corrientes, que afectan a cualquiera.
La poesía de Karmelo C. Iribarren se siente cómoda en los espacios
reales, en un callejero que acoge en sus esquinas la disonancia y el
desajuste, pero es capaz de percibir también una belleza sutil y matizada. Quienes habitan ese callejero transitan con prisa y sólo dejan el
rastro leve de un instante. De esa senda de instantes está hecho el poema; como escribió Manuel Machado, en cita recogida como
umbral de Las luces interiores, “lo importante/
es el instante/ que se va” y nos deja el chispazo de su conocimiento, ese
mínimo estímulo que pone ante la mesa unas gotas de luz.
Muy bien visto. Iribarren sabe captar como nadie los pulsos secretos de la ciudad, esa línea de significado que tan a menudo se nos pierde entre el tráfico y las antenas (por lo de la telefonía móvil, que tanto aísla). Es la suya una poesía ideal para leerla, por ejemplo, en autobús. Hace que el recorrido, sea el que fuere, adquiera un valor insospechado. Me apunto la referencia.
ResponderEliminarEn el autobús o en cualquier transporte público (como decía Roger Wolfe); la verdad es que a veces se confunde buena poesía con solemnidad y trascendencia, con el gesto estirado de un verso con frac. En su minimalismo, la poesía de Karmelo, engañosamente simple y directa, siempre tiende la mano de la emoción. Es un gran poeta.
EliminarGracias por tus palabras, Alfredo.
Karmelo es uno de los mejores poetas urbanos que he leído.
ResponderEliminarUna afirmación que comparto plenamente como lector. Como crítico, percibo en las últimas décadas un cultivo tenaz en las generaciones de la poesía urbana; apenas hay ruralismo porque la civilización actual está marcada por la ciudad, el progreso y todas las incertidumbres que ya pronosticó Baudelaire... Todo esto es una historia más larga. Es verdad lo que dices: Karmelo es un gran poeta. Un fuerte abrazo y encantado con tu presencia en estos puentes.
Eliminar