Lento proceso José Luis Cancho Papelesmínimos, narrativa Madrid, 2014 |
EN CÍRCULO
En las estrategias de esta tendencia,
el protagonista verbal suele ser un yo desdoblado que cataliza conflictos, pero
la sinceridad confesional no debe leerse como página autobiográfica sino como
transformación continua de lo real en materia narrativa que entrelaza
invenciones y vivencias. El argumento tiende a ser una fermentación ensimismada
que contempla los reflejos especulares del sujeto; se reconstruye la vida al
paso de un espíritu nómada, con sus derrotas, desajustes, espejismos y
construcciones.
En la forja de expectativas y en su modo de
enfrentarse a la realidad se define el retrato textual. La escritura perfila
una presencia que prefiere los márgenes y que hace del estar solitario una
actitud durable. Consume tiempo frente a sí mismo o frente a sus heterónomos,
esas máscaras machadianas disgregadas que viven en plural cada existencia. Así
sucede con la cuarta entrega de José Luis Cancho, Lento proceso, una novela breve escrita en torno al desplazamiento
circular de un escritor que para romper su sequía decide recuperar un escenario
del pasado, una playa semivacía y natural en Málaga. En ese rincón perdido
esconde la inercia de tantos años de estiaje y da
refugio a sus obsesiones. Aquel sitio dispara sus
procesos mentales; la creación convive con largos periodos de silencio y
meditación contemplativa. El primer gesto del viajero al elegir sitio en la
playa es ubicar su mesa de trabajo junto a la ventana, para que en la retina
convivan el folio manuscrito y el horizonte azul de mar en movimiento. En ese
ámbito deshabitado sus necesidades encogen hasta escuetos parámetros de
supervivencia. Pero logra desandar erl camino de silencio de tantos años y
regresa con un manuscrito completado; ha construido una nueva obra.
Los discurso interiores de Lento proceso enlazan los días del
pasado y el ahora, como si ambos tiempos mantuviesen un diálogo abierto en el
que regresan vivencias y encuentros. La madera del hoy encaja sus raíces en
el pasado; por ejemplo en el acercamiento a los personajes femeninos en el que
siempre es más importante el legado del deseo que la plenitud del encuentro
físico o la constatación y madurez de la amistad. Los nombres propios, como Adriana, Carmen
o Julia, acaban disueltos en el sosegado silencio de la distancia.
Lento proceso en su
desarrollo argumental recurre al relato autónomo
inserto en el cauce principal; de este modo, el lector puede seguir el hilo a
los complementarios del yo, que buscan su papel
y hablan con una voz llena de sonoridades. La introspección convive en
ese largo viaje de ida y vuelta con la crónica del entorno familiar, llena de
cicatrices y troquelada en tristeza y con ese diario de viaje que cada sujeto
realiza en la búsqueda de realizaciones significativas. Una característica
común que vincula al yo biográfico con cada uno de los personajes que habitan
sus sueños. José Luis Cancho nos deja una novela compleja, en torno al diálogo entre escritura y vida, que es al mismo tiempo testimonio de un empeño y catarsis escrita.
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