lunes, 1 de diciembre de 2014

JOSÉ LUIS PIQUERO. ANTOLOGÍA PERSONAL

Cincuenta poemas
Antología personal (1989-2014)
José Luis Piquero
La Isla de Siltolá, Colección Arrecifes
Sevilla, 2014

ANTOLOGÍA PERSONAL
 
    En el umbral de Cincuenta poemas (Antología personal (1989-2014) José Luis Piquero se sitúa frente al espejo. Desde ese cristal gris hace balance y comparte los trazos de unas cuantas certezas: escribe una poesía de ritmo lento cuya cimentación nunca abandona los materiales autobiográficos para insistir en los análisis indagatorios de una realidad proclive a la erosión. En sus poemas, cada verso nace de la necesidad y no del taller de autor forjado con la rutinaria pericia de los años. En esta muestra está menos representado el tramo inicial, un paréntesis que integra las dos primeras salidas, y se compilan más poemas de los libros recientes, afines a la sensibilidad del ahora, donde la voz realista habitual incorpora matices de un coloquio moral proclive al objetivismo que precisa una lectura sosegada.  El amanecer de José Luis Piquero, Las ruinas, fechado en 1989, mostraba la fuerza y el impulso de un poeta joven, formado en la tertulia Oliver, bajo el foco exigente del poeta y crítico José Luis García Martín. Apenas tenía veinte años y su voz directa, reflexiva y adscrita a la línea figurativa, ya evidenciaba una mirada sobre lo real nada complaciente, en la línea de Luis Cernuda, Jaime Gil de Biedma, Víctor Botas y Juan Luis Panero. Esta genealogía perduraba en su segunda entrega, El buen discípulo. De nuevo el estilete de la inteligencia comparte la sensación de angustia ante las distorsiones de la intimidad, o al evocar emotivos rescoldos de la memoria.
   Aquel joven, que trataba de conferir sentido al contexto como espacio de representación y adecuada escenografía, no encuentra respuestas.  Es en Monstruos perfectos donde la poesía del asturiano configura su estética más definitoria. Lírica contundente que explora vetas de paos gastados para que afloren luces y sombras. El poema se hace un inventario de destellos donde se definen las relaciones del sujeto verbal con los interlocutores más próximos, esas presencias que, no pocas veces, resultan imágenes especulares; comparten una similar sensación de extravío en el recorrido de una senda cuyo trazado parece perderse en ninguna parte. Gente a solas con los propios fantasmas, que nunca faltan en los días de desolación.
   Enraizada en el estar, como un callejón que convocara a solitarios, perdedores y malditos, está la última entrega, El fin de semana perdido. En ella se suceden alter egos verbales que toman la palabra en lo sombrío. Así, en “Mensajes a los adolescentes” –un eco cercano a Ángel González- un yo moralista sube al púlpito para hacer el panegírico de lo maldito y de la trasgresión, con un fondo de ironía que nunca mitiga el reproche o el ajuste de cuentas intergeneracional. El empleo del monólogo dramático permite habitar la memoria de Judas, Caín, Lázaro, Rimbaud… Representativas identidades que hicieron de la soledad, el dolor y la herida rasgos propios. La razón de ser de la existencia no va más allá de ir formando un inacabable catálogo de demoliciones.
  Sirve de epílogo una muestra de inéditos. Al concluir su lectura, resaltamos el grado de asentimiento y coherencia por el trayecto lírico conocido, como si la superficie del poema fuera un incansable dibujo de círculos concéntricos.  En esta antología personal encontramos cincuenta poemas confesionales, compactos, meditativos, donde las palabras propician el ajuste de cuentas con el magro bagaje de los días comunes. El tiempo llega tarde casi siempre y hay que buscar a su torpeza expresionista una salida digna: el espacio habitable del poema.

2 comentarios:

  1. Interesante propuesta.
    Muchas gracias.

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  2. En la filosofía del pesimismo, me parece la propuesta de José Luis Piquero una de las más sugerentes: por su ausencia de sensiblería retórica, por la originalidad de sus enfoques y por la obsesiva manera de estar solo frente al mundo. Un gran poeta, Chisme, del todo recomendable.

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