miércoles, 11 de marzo de 2015

MADRID, ONCE de MARZO, AÑO 2004

11-M, antología poética
Prólogo de José Luis Morante
LF Ediciones, El Sornabique -7, Béjar 2004

MADRID, ONCE DE MARZO, AÑO 2004

                                            In memoriam

Hace algunos años tiempo escribí el poema “Francotirador”, en el libro Un país lejano. En su cierre incluía el siguiente verso: Las tragedias sin rostro no conmueven. Era un dardo contra esa rutinaria placidez de la sobremesa, en torno al vacío del televisor, un tiempo capaz de digerir cualquier suceso sin inmutarse, mientras se demora ante un café, como si el cristal de la pantalla garantizara la confortable seguridad de un mundo perfecto y guilleniano. Ironizaba sobre la disonancia de un simulacro de realidad en el que los comensales presencian con desgana una película de argumento verosímil, cuya acción discurre en un punto lejano. Pero esta vez, el once de marzo del año 2004, la desgracia esparció sus fragmentos entre manos vecinas, a escasos metros de nuestras puertas, desmantelando el orden rutinario; las víctimas tenían perfiles concretos, nombres, apellidos y parentescos cercanos, y se afanaban en lugares de trabajo ubicados en calles transitadas con frecuencia que podríamos describir al detalle. El timbre telefónico sonó varias veces a lo largo de la jornada, mientras los medios de comunicación precisaban las dimensiones de la infamia. Al otro lado del auricular voces amigas preguntaban con inquietud contenida cómo estábamos, recordaban instantes compartidos, dejaban unas palabras de ánimo; y aquel gesto de empuñar el teléfono causaba gratitud y al mismo tiempo perplejidad porque otros intuían que podríamos haber sido figurantes activos en ese escenario de la sangre. Acaso nos salvó una circunstancia menor: una huelga estudiantil, un cambio de trayecto para evitar el atasco, unas décimas de fiebre de un hijo pequeño, una opción cómoda de preferencia por el coche o un despertador que no sonó a tiempo. Signos cotidianos, caligrafía de la banalidad. Y todos nos sentimos sobrecogidos tratando de racionalizar lo irracional. Porque el dolor y la muerte, la barbarie y el asesinato, no responden a ninguna lógica, no transitan por itinerarios intelectivos. Carecen de justificación por más que se empeñen en aferrarse a postulados políticos o religiosos. Obedecen sin más a un animalismo primario y a la negación.
Así estamos todavía, buscando sitio en la amanecida para continuar a pie y recuperar el voluntarismo de la normalidad. En esa búsqueda nos acompañan unos instantes de reflexión que exploran la condición humana y sus desgarros. Seguimos el trayecto que el dolor nos impone en una memoria colectiva de piel tumefacta, sometida a una cura de urgencia llena de apósitos y vendas.
Al día siguiente de aquel 11 de marzo llovió sobre Madrid, sinécdoque de todas las ciudades, como si la meteorología se empeñara en diluir las manchas bermejas del asfalto y en sumergir escombros en los sucios regueros de las alcantarillas y hubo masivas concentraciones bajo el luto de los paraguas, haciendo pública la repulsa y el rechazo frontal al terrorismo. Quedó un silencio espeso al final de la marcha que denotaba cansancio y el recogimiento de una sensibilidad maltrecha; un barro de tristeza salpicó paredes y escaparates. La penumbra invadió las barras sin clientes de los bares. La lluvia en los rostros se hizo  lágrima y yo no sé si la lágrima fue lluvia, como en aquella composición de César Vallejo que hablaba de París y de la muerte. Pocas horas después, palabra sobre palabra, empezaron a escribirse estos poemas. Es el homenaje plural y la reivindicación en sílabas contadas de Los Cuadernos del Sornabique para que el olvido no sea última estación del tren de cercanías en el que todos somos pasajeros.

                           

10 comentarios:

  1. Emotivo texto José Luis. La barbarie humana no tiene justificación alguna....es una locura colectiva.
    Que no se repita y que no olvidemos.
    Un abrazo!!
    Sandra.

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    1. Ojalá Sandra; a diario, cuando nos asomamos a la pantalla del televisor percibimos una barbarie intacta y un fundamentalismo con las manos manchadas de sangre. Todos debemos ser memoria viva y recuerdo de tantos inocentes que ya no están. Besos.

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  2. Recuerdo ese día ya lejano en el tiempo. Recuerdo la Castellana al día siguiente: un mar de personas sobre un río de agua que eran las calles empapadas de Madrid, y las manos pintadas de blanco, y el silencio de una ciudad que lloraba a los muertos.
    Y recuerdo al otro día y otro más..., hasta llegar a hoy que vuelve a mi memoria como si no hubieran pasado once años desde aquel 11 de marzo.
    Un beso José Luis.

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    1. Yo también lo recuerdo como si fuese hoy, y recuerdo el silencio del día siguiente y la lluvia y los paraguas y el dolor... y ese silencio que viajaba en los transportes públicos. Por eso hay que seguir con esa memoria firme en la retina, porque cada uno de nosostros es un pasajero del tren de cercanía que tiene un recorrido que hacer hasta la última estación.
      Gracias por venir a estos puentes, querida Loly. Son tiempos raros.

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  3. Querido José Luis, es necesario recordar algunas fechas y esta es una de ellas.Este recordatorio te ennoblece por mantener viva la memoria de las víctimas y repudiar el fanatismo y la violencia ciega que de él brota.
    Me regalaste tu libro de poemas y aprovecho para decirte que el poema "Francotirador" es uno de los que más me gustan. Releo tus versos y te siento poeta porque provocas emociones.

    Un abrazo.

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    1. Querida Fanny, esta antología recoge, por el empeño generoso de Luis Felipe Comendador, poeta y editor, el trabajo poético de muchos nombres que dijeron no a la barbarie y al fanatismo. Y es verdad que la memoria es obligación de todos. Un fuerte abrazo.

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  4. Un homenaje sentido en este triste aniversario.
    Un abra<o

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    1. Un abrazo solidario, Tracy. Nada más triste que la sensación de orfandaz que deja en la calle un atentado. madrid fue la capital del dolor, como han sido distintas ciudades que han sufrido los efectos de la barbarie. recordar a los que no están es reclamar al tiempo su inocencia. Abrazos, querida amiga.

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  5. Desde la distancia, también en Valencia vivimos con la misma sensación de horror ese 11-M. Recuerdo caminar sola hacia un rio de gente con la clara intención de unir nuestra plegaria por los heridos y muertos y nuestra repulsa ante tanta barbarie. Que no se olvide ni se repita. No vino el ser humano al mundo para eso. Un abrazo

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    1. Aquella sensación de muro solidario contra la intemperie se vivió en cualquier ciudad. En Madrid dejó la calle vacía, como si un viento hubiese barrido las diferencias y todos camináramos juntos. Un fuerte abrazo, Carmela.

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