domingo, 24 de abril de 2016

AGUSTÍN PORRAS. UNA ETERNA DESPEDIDA

Una eterna despedida
Agustín Porras Estrada
Prólogos de
José Cereijo y Luis Valdesueiro
Editorial Verbum
Madrid, 2016

CON VOZ DE TODOS

  Poeta, ensayista –con notables aproximaciones al discurrir biográfico y al legado literario de Gustavo Adolfo Bécquer- y editor de revistas literarias, Agustín Porras emplea como frontal de su libro de poemas más reciente un esqueje versal de Ángel Guinda: “Una eterna despedida”. Es una expresión enunciativa, sin ningún recodo semántico, que hace principio básico la aceptación de que el devenir no es sino un sino anunciado que va sembrando huellas hasta la última costa; caminamos para llegar a un refugio postrero donde nada perdura sino indicios de ceniza y vacío. 
  Esta propuesta reflexiva sobre nuestra conciencia integra como umbral dos prólogos. Los firman el aforista Luis Valdesueiro y el poeta José Cereijo. Los párrafos de Cereijo insisten en el carácter natural del lenguaje, de tal modo que la experiencia individual se comunica a través de un propósito intimista y coloquial, que pretende compartir un núcleo de sensaciones dictadas por la cercanía; el sujeto verbal habla con la voz de todos. Luis Valdesueiro se remonta al discurrir histórico de la literatura para recordar el origen oral de la poesía y su halo popular y anónimo. De ese manantial siempre propicio a la recitación y la memoria surge la copla, formato poético  que tiene como rasgo ideal el efecto emotivo, junto al carácter paradójico y el sentido irónico y vitalista.
  Con esos juncos, Agustín Porras entrelaza un poemario que bascula entre dos vértices temáticos: existencia y finitud. Dos veneros que amanecen con la línea recta de lo intuitivo, sin meandros herméticos, con una expresividad directa que amasa frutos con la experiencia saludable del realismo: “Aquel que vive con miedo / no hace falta que le expliquen / en qué consiste el infierno”; de ese afán didáctico de la copla que busca difundir una actitud están cimentados los versos de muchas composiciones;  también de la incertidumbre que genera el azar que guía el deambular por trochas azarosas: “Desde niño siempre supe / lo que debía de hacer. / Hasta hoy nunca lo hice. / ¿Me atreveré alguna vez?
 Las coplas de Una eterna despedida  se caracterizan por u efectismo expresivo. Niegan cualquier idealización conceptual para captar las palpitaciones del pensar, ese fulgor emotivo que crea en el ánimo efectos de luz y sombra, que enmarca las palabras del poema en la tarea de dar fe de vida, aunque seamos un destino pactado, un camino abierto al espejismo de la permanencia que asume en la última estación una certeza única.
  En este itinerario del yo hasta sí mismo no hay regreso.  


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