Ïnsula, nº 831 Revista de Letras y Ciencias Humanas Marzo de 2016 Editora: Arantxa Gómez Sancho ESPASA LIBROS |
LA ÚLTIMA CASA DE MISERICORDIA: JOAN MARGARIT
Coordinado por Luis García Montero y Juan Carlos Abril, Ínsula dedica un monográfico a la identidad
creadora de Joan Margarit, escritor que concita una armonía crítica inusual en
el planteamiento biográfico y en la valoración de una obra que encuentra en su
etapa de madurez eclosión máxima.
En Todos los poemas (1975-2012) el
historiador y ensayista José-Carlos Mainer aglutinaba el corpus completo en
2015. El conjunto contaba con un introito que aporta tres fragmentos a esta
salida. En ellos se enuncian claves de la epistemología escritural. El enlace
asentado entre experiencia y página escrita convierte a los textos en un
documento moral; y los poemas se abordan como un cálculo de estructuras donde la
lucidez racional es brújula a la hora de concebir el sujeto verbal como reflejo
creíble.
Anna Crowe recupera en “Tampoco es Farigola” una anécdota amical sobre
un viaje que da cuenta del papel clave del traductor; quien versiona debe
asumir la filosofía del autor y reproducir una geografía lingüística que
preserve desnudez emotiva, inteligencia versal y ese filo agudo de la razón que
pone un fondo sonoro en los pasos del poema.
La lectura del poeta, crítico y profesor Antonio Jiménez Millán elige la música como estación de cercanías para valorar en su justa medida su parafraseo en la poesía. En su artículo "Sentimientos en el tiempo", la música refuerza, como viga de sujeción que pone techo a los poemas. En su corpus poético Joan Margarit guarda una poesía sonora en la que buscan sitio los sótanos del jazz y se interiorizan notas que permiten afrontar la soledad en compañía.
La lectura del poeta, crítico y profesor Antonio Jiménez Millán elige la música como estación de cercanías para valorar en su justa medida su parafraseo en la poesía. En su artículo "Sentimientos en el tiempo", la música refuerza, como viga de sujeción que pone techo a los poemas. En su corpus poético Joan Margarit guarda una poesía sonora en la que buscan sitio los sótanos del jazz y se interiorizan notas que permiten afrontar la soledad en compañía.
El aporte de Pere Rovira nace del trato directo y de su pertenencia al
núcleo afectivo de Margarit. Ambos han compartido lecturas, encuentros y correcciones
manuscritas a lo largo de treinta años. Esta frase de Pere Rovira tiene mucho
de síntesis global: “Joan Margarit ha utilizado la poesía para aprender y
fortalecer la sabiduría del amor”.
Certeros y atinados resultan los postulados de Juan Carlos Abril. En
ellos se entreveran alusiones al intimismo –siempre teniendo en cuenta que el
poema no es un acta notarial-, al carácter temporal y a la definición de la
escritura como espacio cognitivo que somete al yo a un largo proceso de
introspección.
El poeta de Sanauja suele incluir en algunas entregas una autorreflexión
epilogal. Un ejemplo normativo es “Filósofo en la noche” que cierra
Estación de Francia con un intenso
homenaje al filósofo Emilio Lledó. No es la única composición incluida; las
páginas centrales difunden un breve
trayecto con poemas escalonados en el suceder temporal.
El retrato general se completa con enfoques parciales firmados por
Rolando Kattan, Ramón Andrés y Manuel Vilas. Son colaboraciones centradas en
situaciones concretas como reseñas de poemarios, la concesión del premio
nacional de poesía, o impresiones que buscan sentido en su diálogo con el
pensamiento.
Si Pere Rovira acerca la idea del
amor como grava firme del registro temático, Sergio Arlandis sondea el diálogo
entre eros y logos en la fantasía textual del poeta y recorre el paisaje
abierto de títulos para dar luz directa al amor, que conforma un sólido
baluarte emocional.
Arantxa Gómez Sancho evoca una pasión intacta: la
música de jazz. "Un, dos, tres …jazz" se asoma a la intrahistoria
para recuperar las audiciones a comienzos de los años noventa en la Sala
Europa, un rito compartido que ha inspirado versos y añadido a la arquitectura
de las composiciones la simetría de los pentagramas: sinestesias, ritmos y esa
fecunda sensibilidad de la armonía.
El trayecto vital como espacio literario convierte la infancia en un
reducto. De ese lugar se ocupa Antonio Lafarque a partir de los versos de
“Primer amor”, incluido en Los motivos
del lobo. El poema expone una fotografía de la posguerra que en sus bordes
nos muestra el amarillo tétrico del estraperlo y la represión. En él conviven
el callejón oscuro del vencido y el empeño del régimen de ocultar la verdad
tras un escaparate de prosperidad ficticia y orden militar.
También José Ándújar recurre al mensaje del poema “Identidad”, cierre de
Amar es dónde para transitar con los
colores sentimentales de la edad madura y para comprobar si el yo esencial
permanece intacto tras el ruido de fondo de los años. El arte muestra el
carácter individual de la condición humana aglutinando ética y estética
Luis García Montero opta por lo afectivo con una decidida voluntad
de emoción cómplice. Ambos poetas han sumado pasos en el tiempo y juntos han
elaborado una geografía íntima plena de civismo sentimental; la razón del poema
comparte mesa con la realidad y reivindica sitio para la verdad y la belleza.
Un ideario también presente en la conversación entre los coordinadores y el
protagonista de estas páginas.
Las reflexiones de Remedios Sánchez giran en torno a Nuevas cartas a un joven poeta. Es un
breve libro que compila los principios personales del quehacer artístico. El
afán de magisterio se asienta en la experiencia y en una maduración macerada.
Es la postura estética y vital de un itinerario que quiere compartir las pautas
de aprendizaje en el taller diario. En ese recorrido de Rilke a Margarit la
ensayista subraya una estela luminosa: “Intento ejercer una inteligencia
sentimental a través de la poesía, a la cual no pienso que le quede más
característica que identificarse respecto a la prosa que la concisión y la
exactitud”.
En “Conquista de la libertad” Jordi Gracia postula el encuentro inicial como una sucesión de descubrimientos, hallados a la vez en
los poemas y en las notas finales, siempre escritas desde la hondura vivencial,
ajenas a cualquier prurito academicista. Esas notas despiertan el viraje hacia
la prosa de Un mal poema ensucia el mundo
donde la voz reflexiva de Margarit comenta la plenitud lírica de voces
fuertes y de lugares como Barcelona, convertida a menudo en arquetipo del arraigo.
Por su parte, Josep M. Rodríguez describe con tinte evocativo la
estancia de la familia Margarit- Consarnau en las Islas Canarias. Un tiempo que
obligó al joven Joan a trayectos frecuentes en barco desde la península. Allí
se fortaleció la necesidad de escribir. Esa lectura de lo temporal incide en
una cualidad frecuente en este corpus: la convivencia plena de pasado presente
y futuro, una cronología maleable que de cualquier instante hace un ahora para
el poema.
Es complejo perseverar en la calidad y yuxtaponer análisis que muestren
ángulos nuevos. El saldo del monográfico de Ínsula
crea la felicidad del trayecto cumplido. Un soliloquio plural cristalizado
en la memoria. Los contornos de un arte poética que hace de la palabra la
última casa de misericordia, el calor sedentario y sereno de un refugio.
Tuvimos la suerte de que Margarit viviera durante uno años en la isla de Tenerife. "Cincuenta años" después volvió a Santa Cruz y escribió un poema que podemos leer en "Se pierde la señal", que termina: "Siempre, el regreso borra /cualquier vestigio de felicidad". Margarit: brutalmente humano. Gracias, José Luis por tu blog. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti, Yolanda, por tu continua vocación crítica en la novela. Aquella etapa inicial de Margarit en Canarias propició viajes en barco que fueron fomentando su escritura, el encuentro con el yo interior. Canarias es mágica, siempre que voy encuentro en ella razones para el asombro. Un abrazo.
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