Qwerty Itziar Mínguez Arnáiz La Isla de Siltolá (2º Edición, julio 2017) Sevilla |
PULSAR LAS TECLAS
Que la poesía alguna vez deje de
ser un género minoritario y clandestino depende de muchos factores –sí, no
descubro nada porque todos sabemos que el poema se siente cómodo en lo umbrío y
en la incertidumbre-, uno de los cuales es que llegue a sus destinatarios sin
formatos herméticos. Viene bien que se formule en voz clara, que sea ágil para
buscar el cuerpo a cuerpo con el lector y que disperse en su formulación un
diálogo vivo que deje entre las manos intimismo, sinceridad, emoción y un
patrimonio de vivencias compartidas. Son cualidades que habitaron en el cauce lírico de Gloria Fuertes, de quien se cumple ahora el primer centenario,y habitan en los
enunciados poéticos de Itziar Mínguez Arnáiz (Barakaldo, 1972). Licenciada en Derecho,
guionista de televisión, narradora y autora de una extensa labor poética que
tiene asiento en casi una docena de antologías y que ha merecido distinciones
como el Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma o el I Premio de Poesía Nicanor
Parra.
¿Y qué es Qwerty? Recurro de inmediato, como un alumno avispado que busca luz en el Rincón
del Vago y anoto: “Es la distribución de teclado más común. Fue difundido y
patentado por Christopher Sholes en 1868. Su nombre proviene de las primeras
seis letras de la fila superior de sus teclas”. Y ya resuelto el enigma del
título continúo un poco más: “El empleo de las nuevas tecnologías ha cambiado
nuestra forma de escribir, pero también nuestra percepción de las palabras; el
efecto qwerty es un fenómeno según el
cual las palabras que emplean letras ubicadas en la parte superior del teclado
tiene una valoración más positiva”.
Solo queda adentrarse en la
escritura de Itziar Mínguez Arnáiz y comprobar si las especulaciones
científicas son flores de un día o si el poema, más allá de los efectos
secundarios del naufragio digital, mantiene su propia razón de ser, como el
tipo de letra es otra opción individual y el poema es lo que permanece oculto
entre las palabras para que aparezca en la pantalla del ordenador, más allá de
cualquier sentido literal, haciéndose fuerte, ocupando un lugar, como la
representación exacta de una mínima verdad y de un puñado de belleza, como una
figuración en la que hablan con libertad erratas y palabras para difundir sus
pensamientos.
Los poemas de Qwerty recuerdan aquella paradoja tantas
veces oída al hablar de los medios de comunicación: el medio es el mensaje. Con
íntima unidad desgranan el latido afanoso del teclado para ir redactando con la
tinta viva del oficio el mundo digital que pone en pie la ilusión del poema. A
veces con la magia de una imagen que llena el breve texto de sugerencias y
otras con la ironía interpretable de la creación literaria que no postula
dogmas sino incertidumbres en DIN A 4: “Que sea ésta/ mi única frontera: / las
paredes de un folio en blanco / a punto de llenarse”.
En su
frágil formulación es capaz de abordar cuestiones perdurables en el tiempo que
así adquieren el formato de una hoja perenne, como “la utilidad de la poesía”.
Sobre la misma han formulado juicios una larga tradición de poetas, que han
dejado respuestas memorables. Aquella de Cocteau: "la poesía es necesaria, aun
cuando no sepamos para qué”; o la de Luis García Montero: “la poesía solo sirve
para cortarle la cabeza a un rey o para seducir a una muchacha”. Itziar nos
deja su propia conclusión: “Servir / no sirve para nada/ como casi todo lo bello./ Unos pocos
privilegiados / viven de ella / la mayoría / vivimos para ella”.
Itziar Mínguez Arnáiz opta por una poesía sin retóricas, inmersa en el coloquialismo de
la normalidad; sus versos suenan a verbo laboral, dejan la impresión de que cada
poema es un apunte biográfico, una respuesta al paso que se formula por ensayo
y error. Desde esa tensión con lo tangible el poema propone una reflexión para
uso público, un espejismo, un pulsar nuevo en el teclado que mantiene alineado
en la fila de siempre esa extraña palabra, qwerty, letras que buscan moldes de poemas pequeños y habitables, que caben como un sueño entre las manos.
pulsar las teclas como antes se hacia en nuestras viejas maquinas de escribir, dejando que el pensamiento y la imaginación se remonten al vuelo sin restricciones tan solo lo que el pensamiento dicte y los dedos perciban, es plasmar en el blanco de la hoja cual en un lienzo el pintor, todo el sentir que como remolino quiere salir y expresarse, dando rienda suelta al arte que son sus obras. Siempre he dicho que todo lo que se exprese en letras tiene parte muy importante de su creador, de sus vivencias, recuerdos, acontecimientos que marco su vida, o fue testigo mudo. Es tener esa capacidad de expresión única y admirable con que, a quienes nos deleitamos con la buena lectura.
ResponderEliminarLos formatos de escritura varían en el tiempo, querida Consuelo; solo perdura el empeño de hacer cada trazo de tinta pensamiento y vivencia, emoción y poesía, como en las páginas de "Qwerty". Un gran abrazo.
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