templos de Angkor (Camboya, 2017) Fotografía de Adela Sánchez Santana. |
LLEGADA A LAS ESTATUAS
Cuando no supe de qué hablar con los hombres
caminé a una rotonda y me dispuse
a enmudecer, sin más, entre sus piedras.
Respiré con deleite la tibia arqueología,
y supuse fecundo aquel silencio
por alguna sonrisa en mármol cincelada,
y por ciertos residuos gestuales,
capturados
en los periplos grises de los viernes.
Miraban recelosas las estatuas,
posando en actitud mesurada y distante,
tal precoces alumnos de liceo burgués...
Fue preciso que tendiera mi mano
y dando tregua
a palabras, latidos, ademanes y toses,
viví aquel primer día
de muerto
con recién estrenada compostura,
harto conforme.
Rotonda con estatuas (1990)
Me encanta, sin más.
ResponderEliminarFeliz sábado amigo José Luis!
Sandra.
Hola Sandra, es un poema de mi primer libro, así que ha llovido un poco, por lo que me llena de alegría que te resulte próximo... Besos grandotes..
EliminarJose Luis, da igual que haya llovido. El poema, al igual que la estatua, es atemporal e inmutable. Me encanta!
ResponderEliminarBesosss para ti también.
Qué puedo decir sino que aciertas plenamente; la poesía tiene ese poder invisible de difuminar los calendarios y convertir el ayer en ahora, como un instante de lluvia que todavía cala los dedos.
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