Cuaderno de verano José María Cumbreño Ediciones Liliputienses Colección Los cuadernos ególatras Cáceres, 2019 |
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Casi como brújula esencial de sus itinerarios, Ediciones Liliputienses
abre los brazos a la heterodoxia y al ideario estético al margen. Así ha ido
construyendo una estela de publicaciones que plantean campos estéticos a
contracorriente y que han buscado puerto entre los lectores españoles a poetas
hispanoamericanos de calidad. El responsable de esta propuesta en el cuerpo de
letra de la incertidumbre es José María Cumbreño (Cáceres, 1972), licenciado en
Filología Hispánica, profesor de Educación Secundaria y Bachillerato, gestor
cultural y cultivador de una literatura diversa que amplía recorridos en la
poesía, el ensayo, la introspección biográfica y el cuento breve.
El activismo docente de José María Cumbreño inspira el título de Cuaderno de verano, como irónico
homenaje al docente exiliado en cualquier playa mediterránea que lleva en la
mochila, junto a las chanclas y la cerveza fría, la libreta de asuntos
pendientes, ese recuerdo de que el año docente ni se crea ni se destruye. Solo se transforma, como corrobora el paratexto que abre el poemario y que encuentra
en esta cita de Albert Guinon su temperatura ambiente: “Gracias a la
instrucción hay menos analfabetos y más imbéciles”.
El poema entonces muda de amanecida en “Ejercicio de comprensión
lectora” para que inteligencia y percepción dejen sus marcas en la piedra, digo
en el pupitre. Liberado de anclajes, el poema recurre a la apertura del
lenguaje plástico y a los aportes de lo visual: blancos, imágenes,
prosificación descriptiva del verso y signos ortográficos que anulan los
esquemas rutinarios de la composición. Añadiría de inmediato el humor, un humor
de tebeo, una viñeta de diccionario sociológico que sirve para cartografiar las calles del
presente con elementos y mensajes aparentemente inconexos, como si el azar
propusiera integrarlos a todos en una historia lógica, con planteamiento, nudo
y desenlace.
Poesía visual que se formula como un crucigrama, que tiene como
condición imprescindible la lectura activa de quien concluye cada uno de los
antipoemas para moldear una interpretación con final abierto. José María
Cumbreño no dicta versos, ni siquiera los escribe, pero deja página intacta
para que otros lo hagan por él.
Yo creo que a estas alturas de la reseña, el lector tiene derecho a
saber de qué estamos hablando (aunque sea por aproximación y tanteo) y dejo uno
de los textos(poemas) de José María
Cumbreño: “Busca información e indica el nombre de tres animales que al igual
que las salamandras, ciertas tortugas y los poetas que consideren que se les
hace de menos, segreguen sustancias venenosas para defenderse”; otro que
también me ha llenado la cabeza de sugerencias: “Marca con una cruz la reacción
química que mejor define la vida de una persona: a) combustión B)
descomposición c) Desplazamiento d) Neutralización e) Oxidación f) precipitación“. De los poemas
visuales, el lector debe fiarse por omisión, porque mis capacidades plásticas
son más bien discretas.
Seguramente un lector lógico aconsejaría a José María Cumbreño que
pasara todo a limpio, o que hiciese una segunda edición de este cuaderno
ególatra que diese compañía al inicial con un cuaderno de instrucciones. Y el crítico
erudito formularía con asepsia que el poeta recupere en septiembre como
demostraría cualquier informe Pisa sobre el talante poético. A mí Cuaderno de verano me ha parecido una coreografía
singularísima de momentos docentes, divertida y rompedora, aunque la poesía, acostumbrada durante tantos siglos
a sentar la cabeza, haya saltado de inmediato por la ventana del aula. Fuerte abrazo, poeta, una provocación como
Dios manda. Una alegría de libro.
Pero ese sacapuntas gigante me da miedo...
ResponderEliminarEs inofensivo, solo un espejismo que rinde homenaje a la escuela, a su experiencia y a la poesía que cobijan sus espacios. Fuerte abrazo.
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