Curso práctico de invisibilidad (Casi poesía 2000-2020) José María Cumbreño Ediciones Liliputienses Colección Los Cuadernos ególatras Cáceres, 2020 |
EN CADENA
Ediciones Liliputienses reedita por tercera vez Curso práctico de invisibilidad, compilación del trayecto personal, ampliada con el material más reciente de José María Cumbreño (Cáceres, 1972). Condensa veinte años de práctica creadora. Esta visión de conjunto del poeta, profesor de instituto y editor se hace con una perspectiva peculiar. Su planteamiento, nudo y desenlace no responde al trazado habitual de publicaciones escalonadas en el tiempo, un criterio seguido, por ejemplo, en la conocida antología La parte por el todo. Las composiciones son poesía en cadena, una cartografía de montaje en torno a dos actitudes receptivas: “Mirar” y “ver”; ambas tienen como efecto secundario el “Contar”. De este modo el recorrido compone una superposición de estratos narrativos; una fluida presentación orgánica donde el laborar confidencial adquiere el relieve de una superficie magmática.
Se me permitirá también resaltar la textura
del título, más ensayístico que lírico, en la asentada formulación de una certeza
nuclear: “Si cierro los ojos, no soy yo el que no ve a los demás: son los demás
los que no me ven”. También habla del subtítulo Casi poesía que no acalla el
carácter mestizo del quehacer poético; ese entrelazado de poesía,
aforismos, ficciones breves o apuntes casi autobiográficos del diario. La voz
verbal desdeña lo previsible en las citas. Los solemnes versos del legado
canónico son sustituidos por la reflexión coloquial de un deportista de
ping-pong que, más allá de su obviedad coloquial, pone madera seca para una
lectura simbólica, en la que participa el mismo autor a través del poema
“Made in China (estrategia y método del jugador de tenis de mesa)”. La otra
cita incluida, en boca del personaje Dr. Jekill, figuraba ya en la antología
poética publicada por La Isla de Siltolá en 2011.
El observador que mira en los poemas casi
nunca describe; tiene conciencia de su condición reflexiva y se siente un
simple peón en el tablero del discurrir. Es parte de un todo, que recorre las
aceras sin atributos trascendentes; más que del grito, es un oyente de signos callados. En ese entrelazado de
espirales que descubre el afán de mirar, la escritura propicia
destellos metaliterarios. Algunos se presentan casi con la precisa cadencia del
aforismo: “ESCRIBIR. Enhebrar una aguja con los ojos cerrados”. Otros resaltan
la función catártica y el aliento vital de la palabra: “ACUPUNTURA. Las agujas,
como los poemas, hieren una parte del cuerpo a fin de sanar otra”. Y, en otras ocasiones, pronuncian una razón de ser para el poema:
“LÍMITES Y PROGRESIONES. El destino de la poesía es el lenguaje matemático,
lleno de límites, equidistancias e incógnitas por despejar”.
En el encuadre de José María Cumbreño se
cobijan las continuas afinidades que transitan entre el poema y la ficción
hiperbreve. Los versos se hacen prosa, otorgando al pensamiento una
cadencia expandida; como si fueran incisos del contexto, acotaciones de un
marco representativo. El discurso textual aparece fragmentado y diverso; se
proyecta con una luz oblicua. Es complejo, por tanto, aislar los matices semánticos que diferencian a los dos epígrafes. El primero es “Mirar”; la
DRAE lo define como fijar la vista en un objeto aplicando juntamente la
atención; parece aseverar un acto volitivo e implicado. El segundo, “ver”, es
casi un acto físico, la percepción de objetos por acción de la luz. Pero el
lector encontrará en ambas secciones una similar sensibilidad. Prosigue la pluralidad formal y
retornan los más esenciales asuntos temáticos. No es una cuestión de
originalidad –que Cumbreño degrada como esa cualidad en la que creen los
escritores ingenuos- sino un recorrido de largo alcance en el que conviven
diferentes posibilidades expresivas.
La existencia aparece como largo trayecto de pasos perdidos sobre la
piel de un mundo periférico que va fraguándose, discontinuo y extraño. Estar es
ir hacia el vacío, conocer el magma herrumbroso de la incertidumbre al final de un camino donde no hay luz; pero también es abrazar más
formas, abrir puerta al deseo y hacer de la presencia de la belleza un punto
central de sensaciones, una razón de asombro en el despertar.
Cuando la voz poética y el yo real dialogan
sobre la caligrafía de la intimidad, la composición adquiere el peso de un
balance que da razón de vida desde la corriente de los recuerdos. El acto de
contar vuelve los ojos al tiempo lento de la memoria. es una inmersión en el
balance vital para percibir qué fragmentos del pasado afloran todavía sobre la
superficie. El poeta recuerda que “el pasado es la justificación del presente;
el futuro su excusa” Así sucede en poemas que se asientan sobre las páginas del
cuaderno como una filtración de impurezas y contradicciones, como voces de otro
tiempo que conforman un aprendizaje donde se gesta la conciencia de ser.
Proteica en la conjugación y unitaria en el afán
permanente de explorar las posibilidades del lenguaje, el corpus acogido en Curso práctico de invisibilidad interpreta
una personal banda sonora, tanto en sus desplazamientos temáticos como en
los rasgos de estilo. La poesía de José María Cumbreño se hace savia, carbón y
hoguera. Sus versos son estímulos; incisiones de la realidad próxima y el sustrato
confesional. El discurso muestra su aporte cognitivo, esa
utilidad de la materia verbal para asentarse. Es el suelo firme de quien
cierra los ojos y realoja dentro los fértiles estratos del silencio.
José Luis
Morante
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