sábado, 23 de marzo de 2024

MIGUEL CATALÁN. EL ÚLTIMO PELDAÑO

El último peldaño
(miscelánea)
Miguel Catalán
Edición de María Picazo y José Luis Morante
Editorial Verbum
Madrid, 2022

 

A MODO DE PRÓLOGO: ENTRE NOSOTROS

José Luis Morante

  
   Lúcido y pleno, Miguel Catalán (Valencia, 1958-2019) nos dejó cuando solo contaba sesenta y un años de edad. La enfermedad apenas le impidió caminar libremente entre sus folios en blanco. Estaba lleno de vitalismo y trabajó hasta la hora de ausencia. Tenía tanto por hacer que su fertilidad creadora no se apagó; mantuvo, como recuerda con emotivo temblor su compañera e incansable colaboradora María Picazo, la sensibilidad en vela.
   El espíritu humanista del escritor, profesor universitario, filósofo y ensayista pone de relieve una obra diversa que materializó distintas estrategias literarias. Son fragmentos del ser, teselas que conforman una labor caleidoscópica. Espléndido testimonio de ese taller plural es Seudología, una profunda investigación filosófica, compuesta por trece volúmenes, que hace de la mentira motivo de reflexión recurrente. Analiza la hondura de la falsedad en terrenos conceptuales como la ética, la sociología, la política, la convivencia interpersonal o la vida privada del sujeto. En su realización persistió durante veinticinco años de trabajo. El resultado es una argumentada propuesta filosófica, destinada a convertirse en un clásico temático. Ya lo es.
   No se puede interpretar el perfil intelectual del escritor sin asomarnos a la climatología variable de las ficciones. El historial narrativo del valenciano integra tres compilaciones de relatos y cinco novelas, la última de las cuales En estado de gracia fue publicada en 2021. En los itinerarios narrativos encontramos enlaces evidentes con las propuestas filosóficas, tanto en los esbozos de personajes como en los hilos argumentales. Están relacionados con preocupaciones existenciales, y con vidas al paso fortalecidas por el legado cultural y la búsqueda de sentido en el aleatorio trazado del discurrir. Otros espacios fuertes del molde literario son dos recopilaciones terminológicas, Diccionario de falsas creencias (2001) y el Diccionario Lacónico (2019). Ambos textos dejan catálogos de asombro; ratifican los equívocos del lenguaje y la tendencia a crear, más que certezas, espejismos verbales. El baúl de palabras de Diccionario Lacónico, impulsado por Ediciones Sequitur, suma de continuo; aglutina etimología, semántica, concisión poética, humorismo, greguerías y filosofía. Las definiciones recurren al orden alfabético tradicional para elaborar concentrados conceptuales, píldoras de pensamiento. De este modo, el significado de las palabras enfoca el contacto sensorial con el mundo y las cosas, con los ojos abiertos hacia dentro. En este sondeo, la percepción remueve el granero del idioma para que se muestren magmas en formación, sedimentaciones frente al lugar común. Cada definición postula una identidad conceptual trascendida, un esfuerzo capaz de mostrar relieve, que abre y convulsiona la imaginación. Nunca proclive al dogma,  Miguel Catalán sospecha que el brote germinal de Diccionario Lacónico está en el estudio de algún tratado de lingüística, pero es difícil no encontrar las fuentes primarias en Ambrose Bierce y en los autores epigramáticos del helenismo. No pasan desapercibidas tampoco en la condición didáctica de estos diccionarios las conexiones con el aula y la percepción de la docencia como una tarea de intercambio y aprendizaje, un diáfano diálogo con la inteligencia humanista y la humildad ética.
  En la casa de encuentros que constituye la obra de Miguel Catalán, el laconismo nunca está al margen. El corpus de la abundante práctica concisa se reunió en Suma breve. Pensamiento breve reunido (2001-2018) (Trea, 2018). La cosecha paremiológica abarca media docena de entregas escritas durante casi dos décadas. Integra los títulos El sol de medianoche (2001), La nada griega (2013), La ventana invertida (2014) y el aporte inédito que añaden tres conjuntos que anticiparon textos en revistas: Así es imposible, El altar del olvido y Paréntesis vacío. El conjunto define el ser ontológico del aforismo y su pautada senda como espacio de intersección entre literatura y filosofía. Así lo recuerda la apertura de José Montoya Sáez, quien también analiza el concepto de paradoja como implosión del lugar común. El habla lacónica interpreta ángulos inéditos, capta la significación de la experiencia en la condición de ser. Desde su inicio, la voz breve asume el desvelo incansable del observador. Sabe que el comportamiento del yo es reflejo de las actitudes aleatorias del otro; por tanto es necesario sondear su sentido para que el aprendizaje surta efectos interiores. Nada de lo humano resulta ajeno; de ahí que la ética sea relevante proceso reconstructivo, un ejercicio de tanteo y búsqueda en el que hay que asumir, como Marcel Proust, aquel buscador del tiempo perdido, que “cualquier idea clara tiene el mismo grado de confusión que las nuestras”.
  La cartografía meditativa añade aquí los aforismos póstumos acogidos en Suma y sigue (2019) y el material inédito rescatado por María Picazo, cuyo tallo argumental está marcado por la enfermedad. La conciencia otea un paisaje crepuscular, se enfrenta a las sombras de la última costa y siente próxima la gélida textura del anochecer. Más allá del contraste y del juego de palabras, los dardos verbales apuntan a una diana vertebradora que confirma la permanencia del ser frente a realidades mudables, propicias al desmontaje. La lógica interna del yo resiste la extrañeza, abre el paraguas frente a la intemperie y las contradicciones y defiende la razón como brújula para buscar el norte del sentido.
  En uno de sus aforismos inéditos, Miguel Catalán escribe: “Solo puedo hacer poesía de lo que amo desmesuradamente”. Aludía así a la intimidad del verso que identifica el fluir lírico con el cauce limpio de la emoción. Los poemas versos no aspiran a resolver acuosos enigmas del lenguaje; nacen a solas, del contacto físico y espiritual con una presencia insustituible; el texto se hace testimonio y estado fundacional de una convivencia compartida. Desde ese umbral abre sus versos por primera vez este puñado de composiciones. Muestran un registro conversacional, un diálogo entre el yo biográfico y los avatares del desdoblamiento amoroso. Amar nos hace otros; sobrelleva el discurrir bajo un cielo informe de nubes y claros que obliga a caminar bajo la introspección, siempre en asombro ante el misterio de la existencia.
   Cierra esta miscelánea una ronda de abrazos. La escritura de Miguel Catalán y su actitud cívica y ética ante el cuerpo social mantuvo un quehacer continuo de coherencia. Su actitud tuvo la claridad del manantial, esa hondura que aleja la sed y empuja a sumar sin cansancio pasos nuevos. Por eso han sido muchos los amigos que han colaborado en el aire encendido de esta evocación, convocados por María Picazo. En el tiempo lento del recuerdo, sus voces reunidas hablan de amistad, admiración y afecto. Y a ellas me sumo para hacer de las palabras una amanecida de complicidad y memoria. Miguel Catalán asiente desde lejos, con la misma sonrisa sosegada de siempre, mientras busca en silencio los ojos de María y deja en las palabras un último peldaño: “En la incertidumbre, se agradece el amor con caminos de largo recorrido”.
 
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 

   

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