Solo inclasificable Efi Cubero Ediciones de la Isla de Siltolá Colección Poesía Sevilla, 2021 |
ACORDES
La escritora de Granja de Torrehermosa entiende la poesía como singularidad y búsqueda; es ascua que alumbra itinerarios reflexivos y ahonda en la sensibilidad, marcando sendas interpretativas. Así ha ido dejando en las espaldas del tiempo un mapa creativo que dispersa las entregas Fragmentos de exilio (1992), Altano (1995), Borrando márgenes (2004), La mirada en el limo (2005), Estados sucesivos (2008), Ultramar (2009); Condición del extraño (2013) y Punto de apoyo (2014). En resumidas cuentas, un caminar sin fracturas que ahora enriquece la intensa madurez de Solo inclasificable.
Efi Cubero acentúa la cercanía de ambas estéticas, música y poesía, organizando los espacios interiores del libro con términos de la teoría musical. Los poemas se cobijan, tras una única composición prologal, en cinco apartados que mantienen una sostenida unidad armónica: “Acordes”, “Contrapunto”, “Allegro”, “Andante” y “Adagio”. De este modo, percibimos el hilo secreto de un único poema fragmentado que alienta variaciones exentas de artificio retórico sobre los escenarios de la palabra. Cada fragmento aglutina las mutaciones del espíritu; los estratos de lo vivido y de lo no vivido.
El arranque “Solo” esboza un mensaje de intensidad y concisión emotiva. Postula una espera en vigilia: “Un solo se interpreta en el vacío / su ejecución te impedirá el reposo. / Aristas acusadas / en una dimensión extemporal, / abismo de absoluto / ascensión de fracaso. / Solo inclasificable”. Las palabras despliegan un paisaje interior que desvela y muestra la piel abierta de lo paradójico; la plenitud intacta del vacío, resistiendo a la brújula analítica del pensamiento.
Las sensaciones conforman una amplia superficie en la conciencia. Son “Acordes” que impulsan el discurrir existencial. Su percibir establece un orden de estímulos que es necesario expresar. Se crea una disposición a la palabra, un estar a la espera que busca instrumentos para dejar fuera emociones y respuestas, desde la soledad y la extrañeza del sujeto verbal. Los versos se hacen voz apelativa, traspasan la piel, crecen como semilla germinal para incidir en lo transcendido: “Lo que no aspira a nombre ni frontera / enlaza lo distinto para unirse en un todo. / El solo indivisible que solo el alma entiende”.
Si la técnica del contrapunto pretende construir apacible armonía entre voces, el apartado homónimo de Solo inclasificable recorre incertidumbres que entrelazan evocaciones, imágenes y mínimos enunciados reflexivos. En las composiciones se hacen accesibles las notas de una contemplación ensimismada donde la luz. Ese afán continuo de claridad y transparencia, es refugio pautado que protege y salva, que concede sentido a la volátil sombra del tiempo.
El tramo central del libro emplea el aserto “Allegro” para hilvanar poemas que exploran sendas argumentales, como la preocupación metaliteraria, presente en “Sílabas”, “Suma” y “Escritura”, y los sedimentos de la contingencia del entorno que es, siempre, un aula abierta a la lectura simbólica, como en los poemas “Vuelos”,“Limón”, ”Cal”, “Chimenea” o “Pentagrama” ; son espacios verbales que definen una manera de mirar el mundo, llena de iluminada lucidez y pleno acierto expresivo.
“Andante” comienza con el despojamiento de la brevedad aforística y el esquema versal del haiku: “La incertidumbre / es mirar más adentro / sin encontrarnos”. Ese tono se mantiene, argumentando una fragmentada meditación sobre el discurrir. El sujeto lírico hace de la soledad un camino propio, un tantear continuo en la profundidad, con una entrega ajena a otras inclinaciones. Lo que importa está dentro, lejos del discurso jerárquico y el caminar gregario de lo impuesto. El poema “Erosión” nos deja una maravillosa poética existencial: “Con limpios manantiales / se consigue la esencia. / Hay que obrar como el agua, / también por erosión, / sedimentando”. Resaltan también otras composiciones cuya atmósfera argumental recrea itinerarios cumplidos como “Desenfocado”, donde la trama urbana de Londres se convierte en arquetipo, abstracción y espacio simultáneo de convivencia entre pasado y presente.
La quinta y última sección “Adagio” mantiene la misma fuerza expresiva, plena de evocación. La realidad diaria se muestra hecha de contraluces, siempre frágil por lo inesperado. Existir es sumar pasos inciertos y preservar dentro los mejores recuerdos. Aquellos que no se pueden compartir con nadie porque son caligrafía a solas de la felicidad, llama en la ausencia, rescate y senda de un regreso: ”Es lo confesional que inclina a la pureza / de un algo inextinguible que elige sus principios / esta noche de lluvia donde convoco al sol”. El rumor elegíaco impulsa composiciones de fuerte calado sentimental; la voz de quien no está se retiene con la convicción de una vivencia permanente en “Fotografías”, “Sol”, “Partida” o “Soledad”: “Hallar el corazón / del acontecimiento, / descorrer las cortinas, / reivindicar el hecho / de que sigues aquí. / Para eludir la muerte / atestiguar la vida”.
En el fluir lírico de Solo inclasificable asoma, viva y plena, la filiación reflexiva de la madurez. La voz se hace puente sólido entre fugacidad y permanencia, resiste la neblina diaria. Las palabras se deshojan en lecciones de vida y elegía. Construyen el escindido horizonte que busca desvelar la música callada del silencio, el intacto perfil de la belleza.
JOSÉ LUIS MORANTE
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