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lunes, 7 de mayo de 2018

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. EL CAZADOR Y LA PRESA

Dedicatorias
Con José Luis García Martín, en casa
(Rivas-Vaciamadrid)
Fotografía de
Cristian David López
  


EL CAZADOR Y LA PRESA

La libertad no es más que la distancia
entre el cazador y la presa

Bei Dao

Es tan erosivo y subterráneo que ser buena gente lo considera una parodia.

*

Tiene la temperatura emocional de un cubito de hielo. Pero en él no clarean las gotas de agua. Todo es barro.

*

En línea con su actitud vital,  la escritura hostil necesita sangre; busca la yugular.

*

Meritocracia: la soledad estéril, el mal carácter, la mirada baja y el ocasional ajuste de cuentas.

*

Las efigies son pretenciosas; estiran la mirada más allá de su alcance.

*

Hay amistades que cumplen la edad del soneto y necesitan estrambote.

*

Descarto el razonamiento personal sobre sus objeciones críticas y su severidad formal. Solo se escucha a sí mismo. Tiene un oído disciplinado y elusivo que ignora al otro por omisión.

*

Sus reseñas tienen miga, aunque llena de moho.

*

Lo recuerda Jordi Doce en  su maravilloso Libro de los otros.  Con evidente amargura, tras un texto difamatorio, Octavio Paz llamó al poeta Robert Bly “El porquero de Minnesota”. Yo no llego a tanto, pero aprecio en su labor crítica cierta inclinación natural a caminar entre los cubos de basura.

*

Matizar y atizar. En su parte de bajas, un círculo expansivo: Carlos Bousoño, Francisco Brines, Ángel González, Féliz Grande, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Luis Antonio de Villena, Andrés Trapiello, Karmelo C. Iribarren… Yo, también.
El taxidermista, feliz, cuelga en las paredes trofeos disecados.

*

El rencor, la quema de ilusiones ajenas y la estupidez no aumentan la inteligencia, aunque saben moldear espejismos: disimulan ante el espejo la baja estatura.

*

Sospecho que escribe bajo efectos secundarios, mientras sufre un cólico nefrítico o alguna oclusión intestinal por basura curricular.

*

El yo es otro; el día que escribí estos aforismos era más García Martín que Morante Martín. A ver si supero pronto este trastorno bipolar...


(De mi Agenda del resentimiento)


    


sábado, 7 de octubre de 2017

JUGAR CON FUEGO . POESÍA Y CRÍTICA (1975-1981)

Jugar con fuego. Poesía y Crítica 1975-1981
Introducción de Pablo Núñez
Epílogo de José Luis García Martín
Colección Facsímiles
Renacimiento, Sevilla, 2016


HISTORIA DE UNA REVISTA LITERARIA

   El camino con vistas más despejadas para conocer los rincones literarios de una época histórica es el de las revistas culturales. Su voluntad de presentar un horizonte abierto y su empeño por aglutinar diferentes enfoques creativos ofertan el todo de un paisaje plural, un sólido inventario de lugares de interés.
  La editorial Renacimiento en su colección Facsímiles despierta de su sueño en los estantes la colección completa de la revista Jugar con fuego. Recupera su laboreo poético y crítico entre 1975 y 1981, con prólogo de Pablo Núñez y epílogo de José Luis García Martín.Ya es asunto de manual que a mediados de los años sesenta la escritura social-realista entra en crisis y comienza una nueva estética en el discurso lírico hispano, acogida tras el “Novísimos”: es una tendencia que no tarda en constituirse como columna vertebral del momento y que en la década de los setenta origina una desbordada epigonía en la que todo resulta repetición y mimetismo. Es en ese momento cuando nace la revista Jugar con fuego, un proyecto alentado por el yo plural de José Luis García Martín.
  En el prólogo, el poeta y antólogo Pablo Nuñez desglosa la historia de esta revista publicada en Avilés (Asturias) entre 1975 y 1981. La publicación amanece pocos meses antes de la muerte del dictador. Es un momento de extremo vitalismo social y de notable incertidumbre por el final del franquismo que iría dando paso con extrema lentitud al asentamiento de la transición democrática. Tras las páginas de la revista está el solitario impulso de un poeta emergente, José Luis García Martín, autor hasta ese momento de un único libro, Marineros perdidos en los puertos, quien forja su identidad tras varios heterónimos. Lejos de cualquier gregarismo, José Luis García Martín aloja en las páginas de Jugar con fuego el rastro fuerte de la generación del 50, materia posterior de su tesis doctoral, y se identifica con un ideario escasamente formalista, enalteciendo voces singulares que a comienzo de los años 80 se acogerán en la antología Las voces y los ecos. Pero la revista sirve sobre todo para que el poeta adelante composiciones inéditas de su nuevo libro y para que vean la luz numerosas reseñas que habrán de convertir a su autor en el crítico esencial de la poesía figurativa, cuyo momento de máximo apogeo dará lugar a la poesía de la experiencia, con Luis García Montero como cabeza visible del supuesto grupo literario.
   Jugar con fuego es una revista de tendencia, no practica el eclectismo habitual ni da voz a colaboradores voluntaristas. También se percibe en sus notas críticas, donde Bernardo Delgado (heterónimo de García Martín) comenta novedades. Firmadas por otras máscaras como Alfonso Echeverría, no faltan entrevistas a personajes centrales: Aquilino Duque, María Victoria Atencia, José Bento…
   Otro juego especular que practica Jugar con fuego son los poemas apócrifos, donde García Martín se apropia del tono poético de conocidos autores –Brines, Botas, Sandro Penna o Luis Antonio de Villena…-  para renovar matices con poemas de su autoría.
  La década del sesenta establece una cronología compleja y productiva, muy condicionada por el trazado histórico del fin del franquismo y por la amanecida de la monarquía constitucional que inauguraba la Transición política. Son hechos que suponen una renovación profunda en la vida social pero que apenas dejan efectos secundarios en el devenir de la literatura. Tampoco en los secuenciados números de Jugar con fuego. La revista añade a la historiografía literaria la reivindicación de autores integrados en una tradición que todavía enlaza con el ahora, como la ya citada generación del 50, y sobre todo da un valor máximo a la mirada inquisitiva de su director. El poeta y crítico supo buscar un itinerario alternativo a la crecida culturalista y comenzó a configurar un taller de autor donde hallaron un acuerdo máximo géneros como la poesía, el diario o la crítica. De este modo, Jugar con fuego resulta decisiva para entender el legado intelectual de José Luis García Martín, una suma que tras su aparente dispersión genérica constituye una sólida unidad que sigue caminando hasta el presente con espléndida madurez.

      

sábado, 23 de abril de 2016

TARDE EN MADRID: UNA VENTANA Y BORGES

Exposición sobre Jorge Luis Borges
(Con Herme D. Donis y José Luis García Martín)
Casa de América, Madrid
Fotografía de José Luis García Martín
TARDE EN MADRID

   Mañana laboral en torno a la animación lectora en el instituto, y tarde para el afecto en Madrid. Llego temprano para percibir la alegría de abril en el Parque del Retiro. No tarda Herme, a quien no veo desde hace unas semanas por sus problemas físicos. El reencuentro es una alegría porque nuestro abrazo es íntimo y frágil como un haiku. Cuando leo su poesía pienso en unas líneas del ideario estético de José Manuel Caballero Bonald: “El acto de escribir supone para mí un trabajo de aproximación crítica al conocimiento de la realidad y también una forma de resistencia frente al medio que me condiciona”. Es una afirmación atinada para la literatura de interiores de La vida en un instante. una muestra editada por Hilario Barrero que he traído conmigo para que me lo dedique su autora. Los vínculos con la estrofa japonesa perduran. La poeta cumple con riguroso horario el cultivo del haiku y hace de su aparición sosegada en el folio una tarea catártica. Desde hace años, se ha impuesto como primera obligación literaria matinal la escritura de un haiku, un ejercicio de legítima defensa que limpia los rincones del ánimo de las telarañas grises del estar.
   Llega también puntual el poeta y crítico José Luis García Martín, con traje, corbata roja y amplia sonrisa, como un invitado elegante que dejara en la agenda algún compromiso social para compartir unas horas de conversación sosegada. El Retiro, con el lago repleto de barcas con adolescentes y turistas, oferta un primer café con recuerdos e impresiones cinéfilas; y la cercana Casa de América, donde se conmemora el Día del Libro con recitales y exposiciones invita a disfrutar del inagotable ejemplo de Jorge Luis Borges, una devoción sostenida e intacta.
   Cada memoria personal registra, de forma discontinua, el transcurrir con algunas impresiones al paso. Queda la noche para seguir entre libros en compañía de algunos poetas de Re-generación  y queda esta fotografía de una tarde convertida en postal para el recuerdo. Es la euforia pequeña de la amistad, esa estela de quien no necesita alzar la voz  para dar gracias por la buena compañía, por seguir juntos bajo esa claridad manchada que anticipa la lluvia. 






  

lunes, 15 de febrero de 2016

CRISTIAN DAVID LÓPEZ. PERMISO DE RESIDENCIA

Permiso de residencia
Cristian David López
Ediciones de la Isla de Siltolá
Sevilla, 2o15

DESPERTAR A SOLAS


   El escritor Jorge Luis Borges es un inagotable almacén literario, un expendedor de citas que siempre deja satisfecho al consumidor; sus palabras tienen una semántica moldeable que se ajusta, como licra, a cada poemario. Así sucede con el libro de Cristian David López  Permiso de residencia, al que define por su carga autobiográfica este párrafo: “Toda poesía es plena confesión de un yo, de un carácter, de una aventura humana”.
   En cada conciencia individual gravitan siempre las coordenadas del origen, ese lugar que sobrevive a cualquier contingencia. Se aloja en los recuerdos para despertar a voluntad, como si concediera un sitio habitable a la memoria. La evocación define al presente como carencia y búsqueda. Cristian David López nació en Lambaré (Paraguay) en 1987 y el legado cultural de sus raíces es un signo estable del quehacer literario. Con el poeta y crítico José Luis García Martín, coeditó y versionó al castellano Cantos guaraníes / Guarani purahéi. Además impulsó la salida de Aforismos y reflexiones, del modernista paraguayo Rafael Barrett y dejó en su novela La patria del hombre una crónica marcada por una profunda estela vivencial que hace recuento de un intervalo remoto asociado a la infancia. Con ese bagaje bibliográfico no pasa inadvertido el título de su primera compilación lírica, Permiso de residencia; de nuevo remite a la inmersión en un entorno distinto y a la pertenencia eventual a otro contexto social. La acreditación legislativa permite fijar una residencia estable y realizar actividades laborales pero no borra la condición de transterrado, la certeza de no ser sino un extranjero que busca sitio.
   El enfoque de Cristian David López está muy lejos de la extrañeza reivindicativa, no se siente un expulsado del paraíso. El sujeto poético tiene una mirada diáfana y abre los brazos  con una nítida propuesta dialogal a la gente común, sin argumentaciones solemnes y con un saludable punto de ironía. Leemos en el introito “La llamada”: “Vengan, / los que no aprietan el tubo de dentífrico por el medio, / los que no cruzan los pasos de peatones en diagonal, / los que no manipulan el móvil al caminar por las calles, / los amantes del vino y la poesía, / los que se bañan para dormir, / los que tienen alguien con quien soñar / (aunque cada noche duerman solos)…”. Son versos que unifican coloquialismo y sentimentalidad, que conectan con el hombre de la calle despojado de cualquier dimensión épica, que hacen de la historia personal un estar común que apela al lector a reconocerse en los otros cercanos.
  De este modo el sujeto poético postula una reflexión en la que afloran las señales de un tiempo a través de composiciones breves, de dicción despojada, que solo precisan mínimos elementos de uso y que tienen un claro sentido aforístico en los finales. Algunos poemas se ajustan al molde versal del haiku, una estrofa ligada al ciclo estacional, al temporalismo y al contacto con la naturaleza. Resalta en esta primera parte la naturalidad expresiva, esa aparente confianza en mostrarse ante la otredad sin máscaras ni artificios, como si las palabras pronunciaran un sencillo ideario estético: “Desnudos los pobres / desnudos los enamorados, / los ciegos, los lisiados, / los huérfanos, los exiliados, / los sueños / desnuda la poesía “.
   El tramo central del poemario, “Biografía de ausente”,  agrupa composiciones más reflexivas. Los poemas reconstruyen un trayecto biográfico desde su epifanía, como si la existencia dispusiera un recorrido en el que junto al estar caminara el desarraigo y la incertidumbre, pero también la invitación al amor que marca varias composiciones del cierre final, “El viejo sueño”.
  Cristian David López organiza Permiso de residencia como un animado relato experiencial en el que los bloques poéticos tienen una aparente independencia, aunque comparten una voz cercana, que ofrece contenidos emocionales, y que tiene un sentido humanista del estar. Si la vida resulta aleatoria y umbría, no viene mal dar a los que recorren sus calles un poco de aire limpio, una alegría sujeta con un clip pasajero, un respiro que haga de la esperanza un trabajo estable. 



lunes, 13 de octubre de 2014

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. AL OTRO LADO.

Al otro lado
José Luis García Martín
Biblioteca de la Memoria, Renacimiento
Sevilla, 2014
LUCES DE POSICIÓN
 
    Cualquier propósito autobiográfico es una estrategia que pone la vida entre renglones, a resguardo de un tiempo lleno de inclemencias. Los pormenores del ayer buscan asiento y acaban participando en una sosegada conversación que informa sobre el mundo personal de un hablante cercano. José Luis García Martín practica la literatura del yo desde Días de 1989, lejana salida que tiene continuidad en una decena de títulos. Son libros donde conviven creación poética, aforismos, crónica social, apuntes viajeros y el día a día entre páginas.
    La editorial Renacimiento fortalece esta obra en marcha con el volumen Al otro lado, que recoge anotaciones de 2010 y 2011. El formato recurre al texto breve; en media página vuelca el acontecer. A diario, la aurora deja una claridad renovada sobre las cosas e invita a un recorrido multidireccional. En él encuentran acomodo los recuerdos, comentarios de la actualidad en los que se contrasta el ser social y el sujeto concreto y esa ración de felicidad que conceden las visitas a las estanterías. El quehacer laboral desde hace décadas ha conseguido que el trabajo en el aula le permita tener a mano obras de autores que han conformado su canon personal. Puede leer cada mañana poemas que aprendió en la adolescencia y todavía recita de memoria, con el convencimiento de que se han integrado, sin ruido, en su escritura. Como señala el poeta, “la memoria no es una posesión segura”; esa circunstancia permite velar la intimidad o poner a una distancia adecuada el comentario confidente donde se expone el yo más vulnerable. Quien escribe huye del sentimentalismo, no le gusta esa proximidad que traspasa límites y expone a ojos extraños el desnudo perfil de la conciencia. Sin embargo, la literatura –la buena literatura- consigue crear una sensación de conocimiento profundo de las bifurcaciones que recorre el sujeto; comparte una forma de entender el tiempo.  Libros, viajes y afectos son núcleos centrales de esta escritura autobiográfica. Los tres caminos amplían la realidad del sujeto en el tiempo y en el espacio. Al otro lado comienza con una evocación elegíaca sobre una biblioteca desaparecida porque no se entendería la personalidad de José Luis García Martín sin un libro entre las manos. Tampoco se entendería al crítico sin esa tendencia a soltar cuerda a la cometa de la ironía para que coja vuelo y rebase el aire de lo correcto al difundir sus impresiones sobre la actualidad y sus protagonistas, a los que suele mirar con manifiesta desconfianza. Y están los afectos cercanos, los que propician enamoramientos y sueños, hechos para hacer diferente cada instante.
   Los que busquen lamentos y soliloquios intimistas quedarán decepcionados. La voz que traza estos renglones detesta la confidencia y se irrita ante cualquier catálogo de tribulaciones, acaso por el miedo a encontrar en el espejo su propio y personal desvalimiento. Así que es mejor permanecer al otro lado, en la media distancia y con la compañía adecuada para consumir sin prisas el breve tiempo. En las anotaciones de Al otro lado hallamos siempre estimulantes aceras, podremos conocer un poco mejor las luces de situación de un solitario que prefiere estar solo entre la gente.

lunes, 9 de junio de 2014

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. LECTURAS.

Lecturas buenas y malas
José Luis García Martín
Renacimiento, Los Cuatro Vientos
Sevilla, 2014

LECTURAS
 
   La primera reseña realizada por José Luis García Martín amaneció en la revista Jugar con fuego en 1975. Desde aquella época hasta ahora, da a conocer con regularidad sus inquietudes lectoras hasta convertir el quehacer crítico en clave esencial de su personalidad literaria. El continuo desembarco en la página escrita ha ocupado los principales suplementos nacionales y periódicos como El Correo de Andalucía y la Nueva España. Además ha convertido en norma el compilar antologías de reseñas, en volúmenes como La poesía figurativa, Biblioteca circulante, En el punto de mira o Gabinete de lecturas.
   En Lecturas buenas y malas, como ha sucedido otras veces, el escritor no se limita a compilar reseñas sino que añade entrevistas, artículos breves, incluso reflexiones o máximas. En el prólogo “Criticar por criticar” los aforismos cumplen la función de un manual de instrucciones. En ellos se expone una filosofía crítica de inmediato interés; son excelentes breverías que aglutinan humor y paradojas.
   El lector García Martín hace balance con escepticismo confidente. El quehacer aglutina lecturas provechosas y dedicaciones prescindibles, porque la literatura es un punto de encuentro con lo imprevisible y no un púlpito para escuchar solemnidades y dogmas. Por eso, el poeta y profesor despliega ante el mapa de ruta algunas reflexiones que no conviene perderse: “Nadie verdaderamente inteligente  se dedica a la crítica”, “Sin capacidad de entusiasmo no hay buen crítico; sin un punto de sadismo tampoco”, “Las reseñas no forman parte de la crítica sino de las relaciones públicas”, “Un poeta mayor de treinta años que lea fundamentalmente poesía nunca escribirá nada que merezca la pena”. No cito más. Que quien se acerque al libro descubra por sí solo el poder de seducción de estos aforismos y adivine la necesaria dosis de humor para no tomarse estas anotaciones como escrupulosos principios; son una invitación a adentrase en las páginas sin esquemas prefijados.
   Lecturas buenas y malas es fruto de un habitual de las librerías, así que las secciones que lo integran apuntan una diversidad genérica en la que conviven escritos sobre novelas, diarios y poesía. A esta última dedica por completo el apartado “Algo de poesía”, comentando nuevas entregas de nombres asentados en el parque lírico, por los que percibimos una querencia natural y una sólida fidelidad lectora: están los regresos de Miguel d´Ors, Andrés Trapiello, Eloy Sánchez Rosillo, Felipe Benitez Reyes, Luis García Montero… Todos ellos seleccionados ya en La poesía figurativa  y en antologías que han ido trazando el mapa poético de las últimas décadas.
   García Martín tiene bien ganada su independencia de criterio. Persiste en valorar un poemario no por la jerarquía de quien lo firma sino por los méritos escriturales de los poemas. Si tiene que decir “no”, dice no, aunque la ponderación afecte a un Premio Cervantes como José Manuel Caballero Bonald, o  a poetas de la aristocracia editorial como Antonio Martínez Sarrión o Pere Ginferrer.
   Ya he comentado que no existe una mirada lectora monolítica y que queda sitio para la novela, incluso la novela histórica que acoge acontecimientos enaltecidos por la ensayística. El plural interés convierte la literatura en un "Arca de Noé" donde conviven novelas, sociedad literaria, desbarres críticos, diarios o entrevistas en las que se fogean el criterio y los ánimos que caligrafían las reseñas. Y todo con los añadidos de un dato de interés para el investigador, una pincelada humorística,  o la sana intención de "dar al César lo que es el del César", es decir, de formular juicios de valor sin aspavientos.
  La buena crítica nunca es una actividad subalterna; supone una equilibrada combinación de cualidades. En este volumen de José Luis García Martín cada reseña es un ámbito inteligente y divertido,  una mesa despejada que busca la cordial compañía del lector.  

miércoles, 1 de agosto de 2012

VÍCTOR BOTAS. LÍNEAS MAESTRAS.


Poesía completa
Víctor Botas
Edición y prólogo de José Luis García Martín
La Isla de Siltolá, Sevilla, 2012

  Lejos del núcleo generador de la etiqueta “novísimos”, la obra poética de Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994) comienza trayecto a finales de los años setenta, en el titubeante clima de la transición, y cristaliza con fuerza en la geografía plural de la década siguiente gracias a su calidad literaria, al empuje afectivo de Paulina Cervero y al empeño de críticos como José Luis García Martín, su amigo y primer valedor.
  La iniciativa de La Isla de Siltolá asienta de nuevo en el escaparate un volumen de impecable aspecto formal, con desnuda cubierta minimalista, y recupera una voz que ya es patrimonio de un amplio colectivo de compañeros de viaje, en la que han profundizado los ensayos breves coordinados por José Luna Borge y Leopoldo Sánchez Torre y que se recopiló en antologías como Historias con historia (Antología poética 1979-1994), firmada por Luis Bagué Quílez.
   En la introducción, José Luis García Martín enumera los múltiples enlaces con el poeta y la obra y los rasgos más señalados de esta escritura: tradición grecolatina, admiración por Borges, coloquialismo, humor, crítica social, autobiografía velada que proyecta las vivencias concretas de una identidad que es al mismo tiempo autor y personaje…Desde su carta inicial, Las cosas que me acechan, hasta la entrega póstuma, Las rosas de Babilonia, Botas mantiene una nítida personalidad que se enriquece con nuevos matices en el acontecer temporal en torno a unos cuantos temas: el amor, la historia, la visión satírica de determinados comportamientos sociales y la ineludible presencia de la muerte. Estos argumentos concretan la mayor parte de una producción que alcanza sus momentos cimeros en los libros Historia antigua y Retórica, y coincido en esta valoración con García Martín quien, en nota a la edición, clarifica que todos los textos reunidos son aquellos que el autor dio por válidos, sin añadidos de apuntes malogrados. Para el conocimiento de afinidades, mimetismos e influencias es muy orientativa la lectura de Segunda mano, un muestrario de traducciones y recreaciones de textos ajenos. En este rescate de la memoria hallamos una característica común: el traductor consigue confundir el tiempo de escritura y someterlo a la onda expansiva del presente. Los nuevos poemas desbordan naturalidad y verismo y desacralizan magisterios. De de los estantes regresan Catulo, Petronio, Marcial, Li-Po, y entablan un diálogo cercano con Kavafis o Fernando Pessoa, como si en cualquier época se reformularan los mismos temas con sensibilidad pareja.
  En el volumen Poesía completa encontramos la aportación definitiva de un poeta que apareció tarde en el vedado territorio de las antologías de época, pero que acabó convirtiéndose en una voz referencial, en una forma característica de entender el poema, mantenida hasta su mutis definitivo.     






























martes, 10 de mayo de 2011

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN: LA AUTOBIOGRAFÍA COMO FICCIÓN

Para entregar en mano
José Luis García Martín
La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011
 
LA AUTOBIOGRAFÍA COMO FICCIÓN

   Nada menos íntimo que el diario íntimo de José Luis García Martín por su erradicación de los hitos biográficos reales. Nada más sugerente para percibir la precaria apariencia de lo cotidiano y comprobar que en sus esquinas está el prodigio.
   Autor incansable y poeta, ahora antologado en La aventura (Renacimiento, 2011), con prólogo de Rosa Navarro Durán, José Luis García Martín es para muchos –también para quien escribe- el mejor crítico de cuantos pueblan los suplementos literarios del país y el antólogo reincidente que ha ido ofreciendo añadas selectas de la lírica figurativa.
   Esta ficción en marcha de lo confesional comenzó hace más de dos décadas con Días de 1989 y prosigue con el duodécimo tomo, Para entregar en mano, libro de llamativa cubierta (una fotografía de Juan Ochoa) que se integra en el novísimo catálogo de La Isla de Siltolá. Quien haya seguido la fluencia del yo en José Luis García Martín encontrará sus vetas misceláneas: libros, viajes, aficiones, sociedad literaria y de cuando en cuando un ramalazo reflexivo, unas gotas de ternura, una duda, una expresión medida de lo emocional.
   La publicidad del turismo de masas hace del desplazamiento a distancia casi la única razón para abandonar temporalmente el lugar propio. Para García Martín el  itinerario es circular por naturaleza; concluye en el umbral de casa, entre paredes que fortalecen la rutina y escuchan los diálogos del solitario con sus fantasmas: “la realidad no me interesa si no es como materia de mis sueños”.  Esa calma sedentaria se parapeta tras la página escrita; de la lectura extrae el extenso catálogo de asuntos que moldean las notas.
   Uno de los rasgos más controvertidos del personaje verbal es la emisión de opiniones que deambulan entre la subjetividad y un personal sentido de la ética; así, rechaza o pone reparos a libros de creadores que ocupan los palcos del canon contemporáneo y aplica un demoledor silencio sobre los poetas que no le gustan. No en vano una de las revisiones periódicas del horizonte literario se titula Cómo tratar y maltratar a los poetas. No soporta la impostura, sea en la actualidad de los titulares de prensa, -la causa palestina, el nacionalismo, el papel de la iglesia, las ideologías, la institución matrimonial…- la vida universitaria o las cenas y encuentros con amigos y conocidos.
   Viajero habitual, la estancia en nuevas ciudades conduce a una librería y ante los ventanales de un café. Como espectador atento, cada desconocido es una hipótesis; cada edificio una excusa para la erudición; cada amanecer una invitación a la belleza de museos, librerías de viejo, trazados urbanos, jardines y laberintos. La música (la ópera) es otra afición sostenida, compartida además con algunos miembros de su tertulia.
    Para entregar en mano tiene continuidad con diarios anteriores; perpetúa puntos de conexión y muestra el pautado proceso evolutivo de una visión de lo sensible. Deja también un encuadre del tiempo: no hay días sin huella. Vestido con el ropaje de una ironía indulgente, el protagonista verbal es un interlocutor ameno y lúcido, dogmático y brillante en sus soliloquios, un escéptico y aplicado discípulo de Óscar Wilde.