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jueves, 14 de enero de 2021

ENRIQUE NOGUERAS. QUINCE DÍAS DE MARZO

Quince días de marzo
Enrique Nogueras
Prólogo de Juan Carlos Abril
Diputación de Granada
Colección Genil de Literatura
Granada, 2020

 

BUSCAR SEÑALES


   En las reflexiones introductorias de Juan Carlos Abril se recuerda el fuerte entrelazado entre trayecto biográfico y actividad creadora. Ese enlace deja como estela un ideario estético, cuyos parámetros situacionales se fortalecen con el discurrir del tiempo. De este modo, el prólogo perfila las estaciones que han marcado el quehacer creador de Enrique Nogueras (Granada, 1956) donde conviven el ensayo, la traducción desde el rumano y el portugués, y la poesía. Así han ido apareciendo con sosegada cadencia, los libros de poemas Ore la Mogoşoaia  / Horas de Mogoşoaia, que amanece en 2013, De la resurrección , salida publicada en 2017 y el cuaderno con traslado al portugués Terceira Margem. Conforman el selecto muestrario de una andadura lírica que recibió en 2019 el Premio del Festival Internacional de Literatura “Tudor Arghezi” de Târgu Jiu, en Rumanía.
  La vocación poética de Enrique Nogueras prosigue con la entrega Quince días de marzo, un poemario dedicado a Rosario Zayas, cuyos textos se escribieron, como recuerda la nota final, casi en su totalidad en 2006, salvo algunos escritos en los dos años siguientes. Estas claves temporales parecen dar fuerza anecdótica a una perspectiva sentimental. También se especifica que el título hace referencia a un tiempo histórico vivencial consumido en marzo de 1991.
  En ese contexto de experiencia introspectiva se despliega el poema “Preludio”, que contiene los momentos iniciales del cauce argumental, expresados con estrofas cerradas. Desde el primer paso, la voz poemática de Enrique Nogueras evidencia un fuerte propósito formal. El empleo de esquemas métricos como la décima, la lira y otras estructuras versales aportan a la lectura una intensa cadencia musical; un aliento clásico que acerca el libro al neoculturalismo, tan pleno en otros poetas de Granada como Antonio Carvajal, orfebre mayor del legado tradicional.
  Esta inquietud estética emplea un lenguaje coloquial que renueva el aliento comunicativo para trascender el intimismo y distanciarse de lo confesional y de un espacio anímico subjetivo y concreto: “Dicen que es  muy cruel / el mes de abril, ya sabes: / hace crecer las violetas y el fango y, sobre todo, / aplasta las promesas que nos brindara marzo”. La mínima extensión de estas piezas iniciales concentra intensidad, despoja veneros digresivos y acerca, en ocasiones, el suelo poemático hacia el aforismo: “Una línea de sombra te saluda: / no la puedes cruzar, pero te salva”. Todo el sustrato argumental busca señales de un destino común y compartido que el tiempo clausura con la certeza de que permanecerá inalterable en la memoria. Así lo ratifica el poema final del apartado: “como yo a ti, no olvides / que en la gloria de marzo durante quince días /durante quince noches, / que son días y las noches todas, / hemos estado para siempre vivos”. En el cauce lírico cristalizan los gastados fragmentos vivenciales de una historia de amor que moldea el recuerdo.
   Como si fuese un escueto inventario de soledad, la sección “Coda. O noite, o Rainha! evoca, con lucidez extraña, la soledad del sujeto; persisten los rescoldos deambulando en el desasosiego: “Somos la moraleja / del relato, los dioses, los juguetes / de una fábula antigua otra vez / siempre, / rota”. Todo el apartado difunde una mirada retrospectiva en la que los versos se hacen vigilantes testigos de la pérdida, de ese caminar por un entorno crepuscular que asemeja un itinerario de niebla y de quietud, disuelto en la grisura. Alguna evocación adquiere el signo de lo personal, como si la conciencia del protagonista textual buscase recuperar significativas incisiones anímicas.
   Solo cinco poemas componen el apartado de cierre, “Adenda”, que se abre con citas originales de Novalis y John Keats. Un largo monólogo fragmentario recrea la condición solitaria del sujeto enfrentado a la ausencia. Quien escucha su desamparo interior hace del canto una inmersión en la experiencia como fuente de vida y conocimiento. Las palabras son capaces de dar redención y sentido al discreto cansancio de quien recuerda el mapa irregular de la existencia, abocada a ser la solitaria sombra de un sueño diluido.
  La lírica amatoria de Quince días de marzo hace inventario de la levedad fluyente del encuentro sentimental, esa plenitud vivida que un día se transforma en balizas para el recuerdo, en sensaciones que abrieron la geografía del sueño cumplido. La poesía de Enrique Nogueras tienen un gran calado emotivo y una cálida obsesión por perfilar un molde que nunca olvida la plástica del vuelo, ese remontar del verso medido para alcanzar belleza y plenitud.



sábado, 28 de marzo de 2020

JOSÉ ÁNGEL LEYVA. TRES CUARTAS PARTES

Tres cuartas partes
José Ángel Leyva
Editorial La Garúa / Poesía
Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2020



PUNTOS CARDINALES


   El discurrir literario de José Ángel Leyva (Durango, México, 1958)  ha adquirido en su caminar sobre el tiempo una personalidad sólida y sorprendente, marcada por la hibridez de géneros. Su escritura es una sala polivalente, donde se yuxtaponen espacios para el periodismo, la gestión editorial y la poesía donde retorna con el libro de hermosa edición Tres cuartas partes.  
   El volumen añade como amanecida un poema de Antonio Gamoneda. El reconocido escritor leonés recurre a la intertextualidad para trazar un homenaje lírico a la voz del autor mediante la composición “Frontispicio para, con, en la poesía de límites de José Ángel Leyva”. El dilatado título genera de inmediato una indagación crítica, ya que la etiqueta “Poesía de límites” propone una semántica de exploración y búsqueda, de tanteo en el maleable magma del lenguaje. El poema de Gamoneda reniega de lo explícito para dejar que versos y palabras de Leyva caminen por itinerarios renacidos; se asienta así en el texto una conjunción de voces que refuerza el extrañamiento como espacio germinal.
   El primer tramo, “La eternidad no es tiempo” comienza con un poema de fuerte impacto emocional. En los versos de “La perra” conviven la lucidez de la experiencia vital y el apunte crítico. El argumento muestra la introspección de un yo desdoblado que conforma una desoladora imagen del presenta con los grises indicios del pasado. Otro texto básico de esta sección es “Tres cuartas partes”, un poema homónimo que define el epígrafe del libro. El sujeto se ausculta a sí mismo aceptando que las tres cuartas partes de su fisiología son fluidos que anegan músculos y huesos. Esos líquidos vitalizan el trayecto perceptivo y la conciencia de ser en la que tiene cabida una menesterosa representación de lo real.
  Las divergencias del entorno asoman en poemas como “Alicia en Ciudad Juárez”, “Migrantes” o “Su nombre es Bagdad”, donde la actualidad caligrafía una novela de ideas por la trágica situación social de los crímenes y mujeres desaparecidas, de la búsqueda de una patria donde haya unos gramos de futuro, y la violencia en las calles de tantos países en permanente conflicto bélico; una ficción cuyo narrador omnisciente es la conciencia del sujeto que deja hablar a las convicciones éticas y estéticas en cuyo argumento entrelaza interioridad y exterioridad  El texto “La poesía” tiene el levitar de una poética en la que está presente el carácter paradójico del lenguaje y su relación con la muerte y lo perecedero: “¿De qué están sembrados los sepulcros / que no echan fuera gusanos sino flores?”; también ese enlace entre la temporalidad y la palabra germina en la composición “Amores”; pero el material temático que define  la sensación nocturnal de este primer tramo es el recorrido de un filón tétrico sobre esas plagas bíblicas que dictan la fisionomía del presente. Sobrecoge el entrelazado de composiciones dedicado a la guerra, el hambre, la peste o la muerte como vestigios ponzoñosos empeñados en crear un conjunto de ruinas perdurables, propicias a tormentas y naufragios.
   Se contraponen a esa mirada hacia las sombras otros poemas más enunciativos en los que tienen sitio las indagaciones sobre la tradición local o la caligrafía del recuerdo con secuencias evocadoras de viajes y regresos.
   La semántica nocturnal de esta primera parte, enfocada en la relación entre protagonista existencial y entorno histórico, cobra un viraje en el apartado “Visual” donde el arte y sus expresiones en la pintura, la escultura o la percepción de lo matérico se convierte en protagonista del transitar poético. A veces es el espacio físico del taller, como en “Estudio de Lutxana” en que muestra su disposición a la luz y la contemplación, al ángulo de la pupila que reclama la presencia del arte. En otros texto, como en “Louise Burgeois” el trazo argumental aliente la reflexión y el encuentro del espectador con la obra y su disposición a buscar las claves lógicas de la expresión artística en un camino que avanza por las sombras de la interpretación y lo subjetivo.
   El lenguaje fluye hacia dentro de la materia para entender su textura interior y vislumbrar las vetas que hablarán si encuentran la mano del artista. Lo sólido es proyecto, un lenguaje por pronunciar, un ojo en vela que busca descifrar la geometría de la luz; de ese impulso germinal se hace el poema “Bosques” al que pertenecen estos versos: “También el hombre echa raíces / frutos semillas / Insemina el aire / Escribe en la corteza y en la fronda / las cosas que pasan por las ramas del cerebro…”. 
   Sirve de epílogo a Tres cuartas partes una coda crítica del poeta, ensayista y profesor universitario Juan Carlos Abril titulada “La mirada humanista”. La aproximación es excelente y clarifica la coordenada exacta del poemario: ese lenguaje indagatorio que habla del hombre y la condición trasversal del dolor que puebla el discurrir existencial. Pero delante no queda el vacío y el salto hacia la nada. Queda, como recuerda Juan Carlos Abril el poema, la palabra, el verso… Esa piedra firme del lenguaje en la que se sostiene la esperanza.

JOSÉ LUIS MORANTE


    

lunes, 18 de marzo de 2019

JUAN CARLOS ABRIL. EN BUSCA DE UNA PAUSA

En busca de una pausa
Juan Carlos Abril
Editorial Pre-Textos, Colección La Cruz del Sur
Valencia, 2018



MUSGO O MEMORIA


   El vitalismo de Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, 1974) perfila una persoanlidad literaria de contornos proteicos. Profesor universitario, traductor, crítico, articulista, director de la revista Paraíso, ensayista y antólogo, completa la definición creadora con un quehacer lírico que emprende ruta, casi en el cierre de siglo, con la entrega Un intruso nos somete (1997) y que avanza en el tiempo con dos títulos, El laberinto azul (2001) y Crisis (2007). A ellos se suma, más de una década después, En busca de una pausa.
   La composición de inicio, “Exilio involuntario” alienta la sensación del estar impreciso, como si el personaje verbal postulara rasgos en un entorno marcado por la espera. La identidad requiere nueva epifanía; abrir ventanas para una amanecida: “Hay que recuperar los sueños / y la nostalgia del futuro”. Ello implica además recobrar la capacidad del lenguaje para romper discordancias y lugares comunes. Quien habla reconoce el fracaso, busca otras estrategias cognitivas en pos de un lenguaje más depurado y esencial, exento del oropel metafórico y de la humedad emotiva del sentimentalismo. Es un estar a solas donde aflora la vocación insular, el permanente estar a la intemperie que refuerza lo oscuro.  
   La conciencia de existir recrea un pretérito cercano, con un yo perdido en lo imaginario. Cerca, la realidad muestra sus desajustes, mientras la soledad implica un empeño en el que se superponen vivencias. La experiencia concede un inconformismo sabio. En él, tienen sitio la luz de la poesía y la autocrítica, en busca de una perfección que integra voluntad y memoria. En la cronología del ayer afloran las raíces, el afán intacto de llegar al presente.
  El yo meditativo regresa a la estela biográfica para observar los estratos existenciales. Como enunciara José Ángel Valente, el sujeto se adentra en la secreta desolación de un páramo que afirma el vivir como un estar en la renuncia. Frente al coro de lo gregario, la sensibilidad personal postula una pautada pretensión de entender lo real, a través de una moral propia y subjetiva que no se subordina a las coordenadas dictadas por los otros: “Atravieso ese inhóspito / territorio hacia lo desconocido / de la conciencia, este espacio / que por la reflexión se multiplica / en posibilidades / y antigüedad, sin dejar rastro / como el viento, que juega “(P. 42).
   Fortalecer el sistema de valores del yo requiere soslayar cualquier épica, adentrarse en un devenir que dialoga con las cosas más pequeñas, que hace de lo sencillo el refugio de lo cotidiano. El recorrido es complejo, está trazado por lo aleatorio y en él se yuxtaponen la indeterminación y lo imprevisto, los errores y el vacío. Quien explora se identifica con la orfandad; conoce esos senderos que se bifurcan y llevan a un afán cognitivo que nunca contiene epígrafes perfectos: “No recuerdo el inicio de los sueños / entre los pasos cómplices del alba / rica en interrogantes / cuando no hay respuestas. / Pero los actos nos definen “.
  Vivir es desandar distancias, asumir la actitud del transeúnte que deja sus pasos en un largo viaje hacia el vacío. Se suceden los andenes como fragmentos de una realidad repleta de extraños significados. Así ven la luz los poemas de En busca de una pausa. Moldean eficaces encrucijadas del pensamiento. Son como relatos de un aprendizaje que perdura en el tiempo, siempre a la sombra de la soledad: "De día, pasos de hormiga / donde no hay más horizonte / que estas palabras secas / en la negociación con uno mismo".



viernes, 1 de abril de 2016

ÍNSULA, 831 ( REVISTA DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS)

Ïnsula, nº 831
Revista de Letras y Ciencias Humanas
Marzo de 2016
Editora: Arantxa Gómez Sancho
ESPASA LIBROS

LA ÚLTIMA CASA DE MISERICORDIA: JOAN MARGARIT

  Coordinado por Luis García Montero y Juan Carlos Abril, Ínsula dedica un monográfico a la identidad creadora de Joan Margarit, escritor que concita una armonía crítica inusual en el planteamiento biográfico y en la valoración de una obra que encuentra en su etapa de madurez eclosión máxima.
  En Todos los poemas (1975-2012) el historiador y ensayista José-Carlos Mainer aglutinaba el corpus completo en 2015. El conjunto contaba con un introito que aporta tres fragmentos a esta salida. En ellos se enuncian claves de la epistemología escritural. El enlace asentado entre experiencia y página escrita convierte a los textos en un documento moral; y los poemas se abordan como un cálculo de estructuras donde la lucidez racional es brújula a la hora de concebir el sujeto verbal como reflejo creíble.
  Anna Crowe recupera en “Tampoco es Farigola” una anécdota amical sobre un viaje que da cuenta del papel clave del traductor; quien versiona debe asumir la filosofía del autor y reproducir una geografía lingüística que preserve desnudez emotiva, inteligencia versal y ese filo agudo de la razón que pone un fondo sonoro en los pasos del poema.
  La lectura del poeta, crítico y profesor Antonio Jiménez Millán elige la música como estación de cercanías para valorar en su justa medida su parafraseo en la poesía. En su artículo "Sentimientos en el tiempo", la música refuerza, como viga de sujeción que pone techo a los poemas. En su corpus poético Joan Margarit  guarda una poesía sonora en la que buscan sitio los sótanos del jazz y se interiorizan notas que permiten afrontar la soledad en compañía. 
  El aporte de Pere Rovira nace del trato directo y de su pertenencia al núcleo afectivo de Margarit. Ambos han compartido lecturas, encuentros y correcciones manuscritas a lo largo de treinta años. Esta frase de Pere Rovira tiene mucho de síntesis global: “Joan Margarit ha utilizado la poesía para aprender y fortalecer la sabiduría del amor”.
  Certeros y atinados resultan los postulados de Juan Carlos Abril. En ellos se entreveran alusiones al intimismo –siempre teniendo en cuenta que el poema no es un acta notarial-, al carácter temporal y a la definición de la escritura como espacio cognitivo que somete al yo a un largo proceso de introspección.
  El poeta de Sanauja suele incluir en algunas entregas una autorreflexión epilogal. Un ejemplo normativo es “Filósofo en la noche”  que cierra  Estación de Francia con un intenso homenaje al filósofo Emilio Lledó. No es la única composición incluida; las páginas centrales  difunden un breve trayecto con poemas escalonados en el suceder temporal.
  El retrato general se completa con enfoques parciales firmados por Rolando Kattan, Ramón Andrés y Manuel Vilas. Son colaboraciones centradas en situaciones concretas como reseñas de poemarios, la concesión del premio nacional de poesía, o impresiones que buscan sentido en su diálogo con el pensamiento.
  Si Pere Rovira acerca la idea del amor como grava firme del registro temático, Sergio Arlandis sondea el diálogo entre eros y logos en la fantasía textual del poeta y recorre el paisaje abierto de títulos para dar luz directa al amor, que conforma un sólido baluarte emocional.
  Arantxa Gómez Sancho evoca una pasión intacta: la música de jazz. "Un, dos, tres …jazz" se asoma a la intrahistoria para recuperar las audiciones a comienzos de los años noventa en la Sala Europa, un rito compartido que ha inspirado versos y añadido a la arquitectura de las composiciones la simetría de los pentagramas: sinestesias, ritmos y esa fecunda sensibilidad de la armonía.
  El trayecto vital como espacio literario convierte la infancia en un reducto. De ese lugar se ocupa Antonio Lafarque a partir de los versos de “Primer amor”, incluido en Los motivos del lobo. El poema expone una fotografía de la posguerra que en sus bordes nos muestra el amarillo tétrico del estraperlo y la represión. En él conviven el callejón oscuro del vencido y el empeño del régimen de ocultar la verdad tras un escaparate de prosperidad ficticia y orden militar.
   También José Ándújar recurre al mensaje del poema “Identidad”, cierre de Amar es dónde para transitar con los colores sentimentales de la edad madura y para comprobar si el yo esencial permanece intacto tras el ruido de fondo de los años. El arte muestra el carácter individual de la condición humana aglutinando ética y estética
  Luis García Montero opta por lo afectivo con una decidida voluntad de emoción cómplice. Ambos poetas han sumado pasos en el tiempo y juntos han elaborado una geografía íntima plena de civismo sentimental; la razón del poema comparte mesa con la realidad y reivindica sitio para la verdad y la belleza. Un ideario también presente en la conversación entre los coordinadores y el protagonista de estas páginas.
  Las reflexiones de Remedios Sánchez giran en torno a Nuevas cartas a un joven poeta. Es un breve libro que compila los principios personales del quehacer artístico. El afán de magisterio se asienta en la experiencia y en una maduración macerada. Es la postura estética y vital de un itinerario que quiere compartir las pautas de aprendizaje en el taller diario. En ese recorrido de Rilke a Margarit la ensayista subraya una estela luminosa: “Intento ejercer una inteligencia sentimental a través de la poesía, a la cual no pienso que le quede más característica que identificarse respecto a la prosa que la concisión y la exactitud”.
  En “Conquista de la libertad” Jordi Gracia postula el encuentro inicial como una sucesión de descubrimientos, hallados a la vez en los poemas y en las notas finales, siempre escritas desde la hondura vivencial, ajenas a cualquier prurito academicista. Esas notas despiertan el viraje hacia la prosa de Un mal poema ensucia el mundo donde la voz reflexiva de Margarit comenta la plenitud lírica de voces fuertes y de lugares como Barcelona, convertida a menudo en arquetipo del arraigo.  
   Por su parte, Josep M. Rodríguez describe con tinte evocativo la estancia de la familia Margarit- Consarnau en las Islas Canarias. Un tiempo que obligó al joven Joan a trayectos frecuentes en barco desde la península. Allí se fortaleció la necesidad de escribir. Esa lectura de lo temporal incide en una cualidad frecuente en este corpus: la convivencia plena de pasado presente y futuro, una cronología maleable que de cualquier instante hace un ahora para el poema.
  Es complejo perseverar en la calidad y yuxtaponer análisis que muestren ángulos nuevos. El saldo del monográfico de Ínsula crea la felicidad del trayecto cumplido. Un soliloquio plural cristalizado en la memoria. Los contornos de un  arte poética  que hace de la palabra la última casa de misericordia, el calor sedentario y sereno de un refugio.       

             

lunes, 2 de marzo de 2015

JUAN CARLOS ABRIL. LECTURAS DE ORO

Lecturas de oro
Un panorama de la poesía española
Juan Carlos Abril
Bartleby Editores, Madrid, 2014 
 

HORIZONTE ABIERTO

   En el trabajo creador de Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, 1974) la crítica nunca ha sido un pasatiempo circunstancial.  Sus análisis e investigaciones sobre la lírica de las últimas hornadas y las tareas de de antólogo en Deshabitados, selección que aglutina las voces más representativas del cambio de siglo, han tenido amplia aceptación entre lectores especializados.
   El poeta, ensayista y profesor universitario compila en Lecturas de oro acercamientos breves y reseñas sobre autores nacidos entre 1965 y 1988, con libros aparecidos en el primer tramo del siglo XXI. Buena parte de los títulos leídos pertenecen a los protagonistas de la citada selección, Deshabitados, y se integran otras incorporaciones con entidad para convertirse en solistas del coro lírico actual.
    El volumen se abre con una reflexión ante el espejo donde se plantea cuáles son las premisas que rigen sus comentarios. Desde un enfoque siempre parcial, el verbo crítico confía  en sus materiales constructivos para hacer recorridos independientes por espacios en los que procura extraer las menas más valiosas. Juan Carlos Abril está muy lejos de entender sus incursiones lectoras como ajustes de cuentas empeñados en señalar grietas y desconchones mejorables; huye de la codificación de prejuicios para centrarse en esas preguntas que debe responder cualquier aproximación a un libro: las calidades poemáticas, los encuentros con otras voces y los trazos más relevantes del sujeto verbal.
   El título de esta compilación, nos dice al inicio, se inspira en una obra homónima de Ezequiel Solana, cuyas impresiones habitan todavía en los pliegues de la memoria. Aquella antigua lectura suscitó una cálida emoción y en el recuerdo perdura el feliz anecdotario florecido entre páginas.
   En todo recorrido lector hay que buscar un hilo argumental que disipe el fragmentarismo para construir una panorámica general con sentido y evitar que el libro se convierta en un aleatorio escaparate. Hay que seleccionar, establecer lindes conceptuales reiteradas en cada análisis y remontarse a un paréntesis creador que aborde los presupuestos estéticos de las nuevas amanecidas. Así se va dando tono muscular a cada poeta y se van perfilando los signos propios y distintivos de una realidad creadora ubicada en un paréntesis concreto.
   Asistimos a un tiempo creador en el que conviven, sin tensiones, tendencias diversas y enfoques múltiples que no niegan otras formas de entender el poema. El crítico se centra en los nombres que más se han repetido en los recuentos de los últimos tres lustros. Son los que han protagonizado los cambios de orientación con propuestas novedosas, en las que conviven etiquetas que en la década anterior parecían contradictorias y suscitaron notables algaradas. En el panorama poético de hoy comparten mesa el verbo coloquial figurativo y el afán trascendente, el desarriaigo urbano y la lírica del fragmento. Se constata que no hay tajantes divisiones generacionales sino relevos y transiciones que van alzando arquitecturas verbales.
   El sentido literario de Lecturas de oro deja al lector una sensación de madurez convivencial entre estéticas. Rechaza dogmas de etiquetas privadas y aporta un retrato colectivo en el que se celebra lo plural. Juan Carlos Abril nos proporciona una privilegiada habitación con vistas, una visión crítica abierta a los itinerarios de la poesía actual, un trazado de sendas en el que se marcan los mejores huellas, las que recorren ya las calles del futuro.