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miércoles, 16 de octubre de 2024

CIUDAD PRIVADA

Puerta de San Vicente, muralla de Ávila
(Álbum personal)

 

CIUDAD PRIVADA
 
Una vez más regreso a la ciudad de siempre,
descifro con premura
un largo itinerario de recuerdos,
mientras sube, con ardor renovado,
la hiedra de otros días
desde un lejano sueño hasta la boca.
Pero nada es igual, aunque contemple ileso
el dócil deterioro,
antiguos edificios maquillados de tiempo.
No logro adivinar qué signos, qué paredes,
ocultan las hogueras del pasado.
No hay rastros inmutables, no hay indicios
de una felicidad remota en la memoria.
Cuánta mano vacía, cuánta ausencia;
quedaría conforme siquiera vislumbrando
una imprevista huella, algún reflejo.
Se reiteran mis pasos por calles desoladas,
la soledad se enquista,
suena el reloj de un campanario;
aburrido neón de pupila naranja
vierte sobre mi busca un guiño cómplice,
una difusa luz precede al día.
La llegada del alba desvanece
una ciudad cuyo enclave es olvido.
 
     (Antología Ahora que es tarde, La Garúa, 2021)

lunes, 22 de abril de 2024

SUSANA BENET. ALMA DE CARACOL

Alma de caracol
Susana Benet
Ediciones la Garúa
Colección Haiku, dirigida por Jesús Aguado y Joan de la Vega
Barcelona, 2024 

 

BROTES VERDES

 

   Prosiguiendo su sólido repliegue en la senda concisa, que comenzara hace más de veinte años, Susana Benet (Valencia, 1950), Licenciada en Psicología, pintora de acuarela, narradora y poeta con perseverante dedicación al minimalismo expresivo, tras la publicación de Espejismo (y otros relatos) (2020),  retorna a la sensibilidad de la estrofa japonesa con el libro Alma de caracol (2024).
   En la nueva entrega, sorprende la escritora al incluir en el pórtico paratextual, junto al espléndido kaiku de Kobayashi Issa, una cita de la escritora estadounidense Patricia Highsmith. Es un nombre vertical de la narrativa policiaca, cuyo magisterio estaba presente en la compilación de sus relatos: “El hombre no tiene más alma que un caracol de jardín. Lo que quiero decir es que el caracol de jardín también tiene alma”. Desde esa perspectiva igualitaria que acerca el sujeto al entorno y equipara la condición de ser de todos los integrantes del paisaje, comienza una entrega donde la observación de lo doméstico se convierte en transitado venero argumental. El haiku de Susana Benet ahonda en la mirada clásica de la tradición. Convierte el esquema versal en objetiva plasmación del instante que aloja en sus destellos el singular misterio de lo cotidiano, el frescor del asombro: “Brilla la luna / en el rastro reseco / del caracol”, “Entre hojas verdes / zigzaguea la mosca / ebria de sol”, “Tejió su tela / la araña entre mis plantas. / Nueva inquilina”.  
   El volumen Alma de caracol arranca con una serie de textos vinculada a la observación directa que propicia la cercanía y el amor a los relieves y destellos de la tierra. La naturaleza cobra una presencia fuerte. Sus elementos multiplican sensaciones e imágenes. Los sentidos escuchan y hacen de la reflexión una vigilia en la que se moldea la sensación con una fuerte contundencia: “Puede la noche / ocultar las petunias, / no su perfume”. Así llueven los haikus que en su levedad tampoco olvidan el matiz crítico y el desamparo de la naturaleza frente al incontinente desasosiego del progreso que va dejando signos desapacibles en las rastrojeras del paisaje: “El carril-bici. / Quién recuerda que allí / crecía un ciprés”, “Un niño trata / de devolver al árbol / la rama rota”.
   El día a día forcejea con la rutina; siembra esa reiteración de hábitos que convierte el sedentarismo del hogar en un refugio de evocaciones, soledad y melancolía: “Tardes ociosas. / El perro dormitando, / las nubes quietas”, “Un nuevo sábado, / el periódico trae / noticias viejas”, “Cuánto ha cambiado / el bar de aquellos tiempos. / Qué triste el vino”, “Todo cerrado / en el día festivo. / Menos el sol”.
   La lectura del contexto cercano es una forma de percibir, dentro de la soledad, el abrazo cálido de la compañía. También la mirada del tiempo, siempre dispuesta al balance vivencial del presente. Laten las horas; el discurrir apunta una variada gama de situaciones vitales. Tras el amplio abanico de la diversidad se entrecruzan el desconcierto diario, la quietud existencial del tedio y la incertidumbre generada por el entrelazado relacional donde discurre la convivencia con los demás. Mirar dentro es quedarse a solas con la conciencia, advertir los rincones de la imaginación, saber que la escritura es una manera de resistir: “Toda la noche / el tráfico incesante, / las obsesiones”, “Salir del sueño / como salir al mundo / por vez primera”.
 A los veneros del asombro y la imaginación, se une el ir y venir de las sensaciones, la vehemencia de ser un integrante más de la naturaleza, esa acuarela de cromatismo renovado que muestra su gran fuerza expresiva. Además, el oficio de vivir recrea itinerarios de memoria y olvido, de propósitos y recuerdos que diseñan la caligrafía de cada conciencia, el testimonio abierto de su introspección. A su paso, el día regala la belleza de lo inadvertido en las cosas humildes y cercanas que expanden en su contemplación la seguridad de lo conocido, una multiplicidad de espigas que conforma la tierra del recuerdo.
  Susana Benet ya es una voz clásica en nuestro entorno poético. Como se ha dicho, comenzó a utilizar la estrofa hace más de veinte años y mantiene en el tiempo una preceptiva sin virajes. La escritora practica un haiku despojado, una instantánea verbal donde sombran los adjetivos y emplea los verbos con concisión extrema. Quien contempla los ciclos estacionales de un mundo cambiante, lo hace con la empatía de quien percibe a través del asombro. La observación captura la belleza del instante. El sujeto, a su paso, anida dentro un patrimonio sensitivo que busca una inasible arquitectura, el esplendor callado de lo perdurable.


JOSÉ LUIS MORANTE



 
 

lunes, 15 de abril de 2024

EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES

Ahora que es tarde
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
Ediciones La Garúa /Poesía
Barcelona, 2020


  
EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES                             
 
El arte de vivir los lunes
requiere cierta práctica y algo de teoría,
saber de estratagemas y confabulaciones
y adjetivar la prosa cotidiana
con una terca voluntad de estilo.
Incontables acechan
los peligros desde el primer café,
crecen cuando un olor
anuncia escuetamente la leche derramada,
se reproducen con duración de días laborables
y en guardia se mantienen,
tal seguros precintos,
entre los pasajeros del tren crepuscular
que nos devuelve a casa,
al reclamo del lecho hospitalario.
El arte de vivir los lunes
sobrevive y se esconde
en vacuas reflexiones como ésta:
nada es eterno, salvo un lunes.     

         JOSÉ LUIS MORANTE

                      (De Población activa, 1994)




miércoles, 10 de mayo de 2023

JOAN DE LA VEGA. LO QUE DICEN LAS PIEDRAS

lo que dicen las piedras
Joan de la Vega
Ilustraciones de Cuca Muro
Prólogo de Teresa Garbí
Editorial Páramo
Valladolid, 2023


 

EN LA MONTAÑA

 

   El decurso del haiku en las últimas décadas ha logrado pleno asentamiento en nuestro mapa literario. Así lo ratifica el número de cultivadores del trébol japonés y la notable cantidad de títulos publicados. Su cultivo ha perdido cualquier exotismo traslacional hasta conseguir un aire pleno de normalidad como estrategia expresiva. La estrofa se expande a buen ritmo entre la singularidad y el matiz de una escritura intergeneracional de renovado impulso. También el haiku resulta un vértice esencial en la pujanza creadora de Joan de la Vega (Santa Coloma de Gramenet, 1975) que ya dejó otra muestra en el libro En torno a Issa y otros difuntos (2021).
  La introducción de Lo que dicen las piedras a cargo de la poeta y editora Teresa Garbí constata que estos poemas se mueven en un ámbito de afinidad con el espacio natural. Quien escribe sondea su relación con la naturaleza, se siente pleno interlocutor en el diálogo sin voz del entorno y encuentra casa abierta en la montaña. Los elementos diseminados del paisaje son parte de la respiración vital: “En Lo que dicen las piedras hallamos las características habituales del haiku: descripción de impresiones, siempre mediante la sugerencia, más que la constatación, el detalle casi transparente, cristalino”. Como ratifica la cita inicial de Susana Benet, se trata de escuchar en silencio el roce diario de lo inanimado.
  Joan de la Vega aglutina los haikus de “¿Piedra o árbol? bajo el pensamiento cercano de Octavio Paz y deja caminar el pensamiento por la observación. Lo hace con la certeza de que los sentidos reflejan una afirmación de vida, las señales esparcidas en la piel de los días de un sencillo abecedario, cuajado de asombro. El testigo refleja sensaciones y el poeta evita la monotonía formal combinando los tres versos mediante blancos. Así, se pausa la cadencia versal del terceto japonés con distintas respiraciones de uno y dos versos, dos versos, blanco y verso final, o dos versos, blanco y verso conclusivo.
   El avance de los haikus elige el entorno como marco habitual del plano sensitivo y subraya como presencias próximas el agua, el cielo, el monte, los árboles, las piedras o los ciclos estacionales del pasto. También el tanka se integra como forma expresiva en esta celebración de la memoria visual.
   En la segunda sección “lengua de boj” el haiku expande la reflexión interior como veta argumental básica. Se hace más presente el discurrir temporal que va completando memoria y evocaciones con levísimas pinceladas que dan la bienvenida al nuevo día, o trazan itinerarios a contraluz, en los que se percibe el ámbito vivencial del sujeto biográfico. También es un motivo reseñable la mirada interior de la poesía hacia sí misma: “La poesía / es un alma cargada / / de trastos viejos”, irónica alusión al célebre acierto de Gabriel Celaya. Lo metaliterario huye del carácter reflexivo y solemne para asentarse en la ironía ante una lectura que solo constata naderías en verso, o en el empeño del poema en dar cobijo a lo real y lo irreal.
   Joan de la Vega prefiere el despojamiento ornamental en sus versos; no busca rastros del asombro expresivo sino la naturalidad de un lenguaje que muestra intuiciones y cartografía sensorial. La naturaleza está ahí y la conciencia debe permanecer en vigilia para escuchar su idioma.
  Con los haikus caminan las ilustraciones de Cuca Muro, Licenciada en Historia y Graduada en dibujo publicitario. Son diez dibujos con textura onírica y plena autonomía respecto a las estrofas. La pintura entrelaza interioridad y exterioridad e interpreta el continuo deambular textual. El carácter aparentemente realista y enunciativo del haiku se enriquece con la indagación estética de cada imagen que añade al hilo argumental una mirada lírica.
   Durante muchos años Joan de la Vega ha sido editor y responsable del brillante catálogo de la Garúa. Así que estará muy satisfecho con el taller de Editorial Páramo. Lo que dicen las piedras es un canto celebratorio, donde el fluir del pensamiento viaja corriente abajo con el agua fresca de la emoción y la luz en la retina; con ese estar en tránsito que conforma un mundo natural y cercano donde la belleza vertical siempre se reconoce.

JOSÉ LUIS MORANTE

 
   

miércoles, 3 de mayo de 2023

ÁNGEL MUÑOZ. 9 MM.

9 mm
Ángel Muñoz
Ediciones La Garúa / Poesía
Barcelona, 2023

 

AUSENCIA


  Fue el poeta Miguel Hernández quien subió a los estantes literarios los polos argumentales entre los que se cobijan todos los demás: el amor y la muerte. Son dos territorios nucleares que alumbran todos los pliegues del discurrir existencial. Ambos sustantivos no son excluyentes; potencian otros motivos recurrentes del hecho literario como las etapas vitales, el lenguaje, las relaciones con el otro, las utopías sociales, el compromiso ético, la naturaleza o el tiempo. Todos son espacios de reflexión para el poema, mercurio que mide la temperatura de las palabras. Hay, sin embargo, otros temas que generan en el sujeto creador prevenciones y desconfianza, que apenas alientan la necesidad de adentrarse en sus significados. Así sucede con el suicidio y esa es la propuesta personal y la perspectiva de reflexión que impulsan los poemas de 9 mm (La Garúa, 2023), que firma el poeta Ángel Muñoz.
   Nacido en Madrid en 1977, Licenciado en Historia del Arte y miembro en activo de los cuerpos de seguridad del estado, destinado en un municipio del sur de nuestra comunidad autónoma, Ángel Muñoz colabora con frecuencia en algunos medios digitales y escritos con sus poemas y figura en varias antologías del género. Impulsó hace algún tiempo el sello editorial LVR, junto a José Naveiras y en 2015 publicó el poemario Las cosas que conoces, en el catálogo de Huerga y Fierro
   Ahora retorna a la poesía para clarificar la conmoción sentimental que originó el suicidio de un compañero con el arma reglamentaria y su calibre de nueve milímetros. Afrontar la radicalidad del gesto con el latido sosegado es muy complejo y el poeta, que sabe que el lenguaje es un ámbito de concordia y revelación, ha tardado muchos años en dar forma definitiva a estos poemas impulsados por la memoria y el homenaje.
   Ángel Muñoz ubica en el andén de su libro dos citas de pensadores canónicos, Emil Cioran y Arthur Schopenhauer; los dos comparten en su reflexión el carácter meditativo de un pensamiento en conflicto con la realidad como ámbito de  fidelidad inquebrantable con la decepción. De este modo, el hablante verbal exige depuración y huida del dramatismo teatral. Quien habla debe alejar el exorcismo de sus miedos, está obligado a interiorizar que somos nómadas completando un borrador vital que, con frecuencia, no encuentra sentido.
   El poema prologal se titula “El”, aunque el poeta recurre al testimonio directo de la primera persona para describir las teselas del mosaico doméstico y la persistente sensación de orfandad de quien se siente ajeno a los demás, casi invisible, como si nadie reparase a diario en su existencia. Tras esa apertura se abre la sección “Las afueras de él”, una compilación donde manan de forma verista y natural las instantáneas del trabajo policial en la calle y, al mismo tiempo, el lenguaje en cursiva del pensamiento empeñado en su propia caligrafía contundente. El poema adquiere así un formato casi dialogal, donde los versos avanzan en planos paralelos. En cada poema conviven las palabras del narrador y el pensamiento de cada protagonista argumental que pertenece a una amplia gama de situaciones vitales: la anciana que vive sola, la madre que trata de salvar a su bebé, la prostituta, el okupa, el drogadicto, la adolescente rebelde, el maltratador… seres inadvertidos, al margen, que también quieren su oportunidad de ver en algún instante de su vida la luz del mediodía. Gente entre las grietas de lo social que muestra ante el agente de servicio la atrocidad de la existencia diaria en la que se cuestiona cualquier esperanza de futuro, generando una insoportable presión psicológica. Situaciones a las que se suma como cierre la prosa triste de la página de sucesos; informa que un policía se quita la vida en el armero. 
  Los textos poéticos agrupados en el apartado final “Reconstrucción de los hechos” conforman un diario lírico en primera persona en el que se muestran los ángulos intimistas del yo biográfico para argumentar reflexiones sobre un entorno de desolación. La felicidad personal ha sido un espejismo y se impone la crudeza del existir diario, marcado por la obligación y el servicio. El poema se convierte en un cúmulo de preguntas sin respuesta, en un estar marcado por los matices y alteraciones de la convivencia amorosa, la única capaz de hacer la soledad más habitable. La mirada hacia el espejo del otro descubre la derrota personal y la incapacidad de superar la angustia. La muerte convoca en su espacio onírico la decisión final: “El eco / ha sido inmenso / y siento que la luz me abandona…”
   Ángel Muñoz concede la palabra a la voz ausente de Él para que el pensamiento en la conciencia justifique su decisión y muestre a todos los nubarrones densos que emborronan los sueños. A tientas la tristeza recorta su silueta en el cristal de las palabras. En el recuerdo queda el olor penetrante de la pólvora. El naufragio y la herida.   
 

                                                                  José Luis Morante




miércoles, 20 de julio de 2022

LAIA LÓPEZ MANRIQUE. LA MUJER CÍCLICA. SPECULUM

La mujer cíclica / Speculum
Laia López Manrique
Epílogo de Mercedes Roffé
La garúa Editorial, Poesía
Barcelona, 2022

 

INTROSPECCIONES


 
   La mínima nota inicial que firma Laia López Manrique (Barcelona, 1982) especifica el contenido de esta doble reedición. Acoge los poemas de La mujer cíclica, cuya primera edición apareció en 2014 en La Garúa, el sello editorial que Joan de la Vega ha convertido en proyecto de referencia del mapa poético contemporáneo. La entrega yuxtapone Speculum, subtitulado en su presentación auroral de 2019 De la mujer que mira, como si refrendara la naturaleza visual de las anotaciones.
   Ambos libros preservan su carácter autónomo y singular. La mujer cíclica, en palabras de la autora, “surgió como un esqueje bifurcado y frondoso a partir de un proceso de escritura que abarcó varios tiempos”. Esta ralentización cuaja en una propuesta aforística y fragmentaria, que nace desde la inmersión introspectiva y la síntesis: “Elegí hablar desde una fractura. Desde lo torcido. Desde un umbral que aguarda su propia ingrata resistencia”. En la voz de Laia López Manrique el tiempo es suspensión, espera, insistencia en la oscura soledad del propio cuerpo, acodado junto a la disposición espacial de otros cuerpos, sin intersecciones aparentes. La senda del lenguaje se despliega cuajada de limitaciones umbrías: “Las palabras tienen esa propiedad. Las palabras conducen y desvelan u oscurecen”, “Comprender la voz y no de lo que se escribe”. En la codificación versal no hay un hilo argumental monódico. El poemario emerge con una construcción babélica en la que despuntas claves temáticas en red. Las voces se agitan dentro del grito en una identidad aterida y múltiple en la que confluyen fluencias. Desde ellas, la mujer levanta un mundo de imágenes, retorna al origen o traza itinerarios oscuros y sendas interiores.
   El cuerpo es veta nuclear, convertido en realidad matérica, funciona como una casa de sensaciones para alzar una enigmática arquitectura habitable. Los poemas imponen su diversidad combinando en su formato plural la frase concisa y fragmentaria del aforismo, la diligencia reflexiva de la narración, presente en “Mitilene  como una infancia”,  y el apunte lírico. Así se conforman distintas maneras de hablar de la identidad femenina y la solidificación de sus mutaciones.
   El conjunto “Las que abrieron la sombra” integra la perdurable estela de voces femeninas integradas en el canon de la tradición. Cada una de ellas desdeña el discurrir acomodaticio del tiempo y clarifica una actitud de descubrimiento y rebeldía. Así se revela ese empeño de ser en el poema “Irena Dubrokna”: “Soy una mujer que se abalanza / sobre la carne fibrosa / de la vida / la descorre y la tensa / con el ronco fruncido / de los dientes / como ellos la esculpieron / con un ronco fruncido / de la llave “. En ese afán de cumplir un destino están también otras voces fuertes como Alejandra Pizarnik, capaces de quemar la máscara de las apariencias y afrontar la búsqueda de su yo más vivo, la pulsión germinal que se hace desde la revelación y el silencio.
   La presencia del yo femenino concluye con “Canción de la mujer desconfiada”, en la que los signos de la memoria testifican el arrastre del tiempo y el papel clarificador del lenguaje para airear presencias y ceniza, el paso de la conciencia para absorber su propio discurso y solventar enlaces relacionales entre cuerpo, lenguaje y subjetividad.
   La escritora entiende el segundo libro compilado, Speculum mediante este acotamiento conceptual: “Es, más que un libro, un cuaderno de fragmento e hilachas que tienen por motivo unitario la mirada y sus desplazamientos”. El poema en prosa es la estrategia expresiva elegida para acotar los chispazos de estos recorridos por contextos dispares, de fuerte singularidad y extrañamiento. Los sentidos propagan su vigilia e interiorizan las sensaciones para crear un espacio interior en el que se propagan localizaciones contradictorias. No se trata de describir sino de conformar espacios visuales desde el lenguaje y la experimentación expresiva. Así sucede en “GOD BLESS THE CHILD” un relato telegráfico elaborado con pausas sucesivas que rompen la figuración. El ojo identifica rastros, explora ramificaciones en las que se incorpora también una mirada onírica como en los tres fragmentos larvarios del texto “A COEUR” o escucha la voz intensa del deseo: “Su deseo es su propio objeto / voracidad de animal deshojado y almizcle a cierva en la boca” que sugiere un incontenible carrusel de imágenes.
   El mapa urbano barcelonés deposita un callejero habitable, hecho de variaciones para la mirada impaciente, que intenta ubicar presencias orbitales. El pensamiento suma intersecciones y círculos, desgaja lugares en un tumultuoso proceso de evocaciones y longitudes. Las palabras buscan su orientación a tientas, para que todo suceda a través de ellas. Se mueven, buscan su situación en el espacio y se quedan dormidas en su propia extrañeza, en su pactada disolución en el vacío.
  La diversidad de asuntos que germina en este volumen doble de Laia López Manrique añade como epílogo una reflexión crítica de Mercedes Roffé. La poeta resalta los cauces de una obra extrema, que se acerca al borde del sentido y enlaza escritura y cuerpo en núcleos de reflexión que “sondean, urden, desglosan” y hacen de la voz poética de Laia López Manrique un registro singular, complejo, no adscrito a etiquetas de grupo, que exige al lector una complicidad vigilante que participe en la búsqueda de sentido, que tantee vislumbres y sombras en el magma orgánico del verso.

 JOSÉ LUIS MORANTE


domingo, 6 de marzo de 2022

JOAN DE LA VEGA. LA SENDA INACABADA

Joan de la Vega
(Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 1975)



LA SENDA INACABADA 

   La buena poesía suprime la indiferencia; tiende a establecer nexos sentimentales, porque la escritura se concibe como una propuesta dialogal que supera distancias cognitivas para compartir el terreno movedizo de los significados. Este planteamiento obliga a fortalecer itinerarios singulares a partir de unos parámetros estéticos, que deben ser variados y complementarios. Dentro del quehacer de búsqueda hay quien opta por la repetición formularia de temas y símbolos coloquiales y quien sondea zonas de riesgo para hacer sondeos sin hollar o para buscar facetas más experimentales. Las características del discurso lírico de Joan de la Vega (Santa Coloma de Gramenet, 1975)  se inclinan hacia el segundo enunciado. Así lo resaltan, con perspectiva objetivista, Eduardo Moga, Lluís Calvo o Jordi Doce y así lo constata la propuesta indagatoria En manos del aire, (Libros en su tinta, 2017), un corpus que integra composiciones de Y tú, Pirene, Una luz que viene de fuera, Via Ferrata, Flores del Dharma y La montaña efímera.
El primer tramo de esta muestra, Y tú, Pirene nacía bajo el signo de la evocación. El ahora como tiempo verbal se vuelve un espacio de resolución donde el sujeto sale a descubierta. Deja la puerta franca a una conciencia en tránsito que va acumulando percepciones y sensaciones del yo frente al paisaje. La naturaleza acumula signos explícitos. Habla con viva voz mientras el horizonte define una copiosa suma de elementos visuales cuya captación convierte al sujeto testigo en un poblador de laberintos tratando de descifrar ese idioma de signos.
Esa lectura de las grafías del paisaje se interioriza en el apartado “Bajo tierra” que recurre a la estrategia formal del poema en prosa. El cauce versal adquiere un carácter interrogativo. Recrea un escenario sombrío y nocturnal, que expande un tacto frío de silencio y ausencia. Todo es quietud.
   Cuerpo central en la escritura de Joan de la Vega es el inevitable sondeo en lo transitorio. Un verso de Wallace Stevens - “La luz vino de fuera”- sirve de pautada sincronía para el reconocimiento de lo temporal, percibido en la realidad más cercana; alrededor ese hilar de atardeceres y auroras, que regulan el devenir existencial donde todo sucede, como un viento invisible que impulsara el vaivén de las olas y rompiese la calma litoral; leves signos que marcan desapariciones y ocasos.
   En Via ferrata, un término de uso del montañero, la pasión por el relieve geológico de Joan de la vega transforma la aridez de la altura en espacio simbólico. El protagonista se empeña en escalar esos itinerarios, verticales u horizontales, entre grietas y paredes que requieren equipación minuciosa y un ánimo dispuesto al acceso imposible. Caminar es remontar, buscar el hilo leve del origen, perderse en la angostura del primer paso para quedar al margen del mundo, ensimismado y pleno, en abrazo fraterno con el estar. Ese intimismo del paisaje, hecho interior habitable, también encuentra atinada expresión en los haikus de Flores del Dharma. El esquema estrófico, más allá de su sentido estacional primigenio, se ha aclimatado con nuevas variables que traducen aceptación, soledad, percepción del paisaje o leves trazos sentimentales.
  En manos del aire se cierra con los poemas en prosa y verso libre de La montaña efímera. El entorno no es un espacio ajeno sino una cadencia que impulsa a ser. La andadura es un nítido recorrido existencial, un viaje donde se rememora un tiempo trascendido. El poema en prosa, siempre proclive al enfoque descriptivo, convierte al cauce versal en un entrelazado de emociones y vivencias, como si fuesen reflejos dictados por la contemplación. Lejos de la estridencia urbana y de su grisura de monotonía y desolación que erosiona cualquier dogma, el paisaje se convierte en un interlocutor afectivo, en una propuesta de itinerarios “donde se desmenuza el prodigio de la fugacidad”.  
   En la obra En torno a Issa y otros difuntos se hace evidente el homenaje explícito a uno de los magisterios luminosos del haiku clásico: Kobayashi Issa (1763-1824), quien personifica la humanización y la plena incorporación de la subjetividad en la estrofa. Frente a los que entienden el haiku como expresión concisa del instante, mientras desaparece la presencia del testigo para refrendar solo la sensación visual, Issa aloja en los versos los estados y sensaciones de la vida al paso, la experiencia que moldea la senda existencial, como azarosa línea marcada por los signos de la contingencia. Su legado refuerza la idea de que el trayecto personal es un recorrido brumoso, en manos del tiempo y sus alegaciones.
   El bagaje de Joan de la Vega integra una decena de títulos en castellano y tres entregas en catalán. Es, por tanto, un poeta de obra abundante y sin fracturas, con un pensamiento estético marcado por la experimentación lingüística, la reflexión semántica y la búsqueda de una propuesta singular. En su bibliografía, la estrofa japonesa ha sido una estrategia expresiva cercana, a la que ha dedicado libros al completo como  365 haikus y un jisey.
  Sirve como umbral de En torno a Issa y otros difuntos un haiku muy celebrado del japonés, hecho refrendo de la amanecida. Constata la importancia de la epifanía en el moldear de la identidad; el propósito de ser otro tras la demolición y la carencia: “Es primavera… / Atrás quedó Yataro / y nació Issa“. La voluntad renace y su semántica marca una sensibilidad auroral, capaz de superar soledad y extrañeza. El tantear dubitativo transforma el cansancio en plenitud y conocimiento; proporciona la fuerza germinal de quien acepta la condición del ser como curso transitorio y búsqueda.
   Ese clima poético propicia una crónica fragmentaria en la que una voz omnisciente va reconstruyendo un relato vital: “Issa avistó la soledad de los gorriones. / De los jirones del hambre hizo un nido / de palabras, que aún hoy nos da cobijo”. La geografía argumental suma percepciones, elementos al paso y pensamiento. Se escucha el fluir de la conciencia en el revuelo de las estaciones, reconstruyendo un horizonte de esperanza: “A mis cincuenta años de edad / abro y reabro las sílabas / de esta nueva primavera”. El periplo biográfico de Issa sirve de ruta expresiva al reencuentro con la memoria. La situación familiar, los viajes, la presencia cercana de la muerte que nunca diluye sus huellas, los indicios de permanencia y las grafías de lo exterior conforman un tiempo de incertidumbre que, poco a poco, se vuelve inaprensible.
  Joan de la Vega no se limita a caligrafiar el trébol versal con su cadencia de pentasílabos y heptasílabo. Emplea con frecuencia variaciones que conforman una polifonía. El molde clásico suma sílabas “A vista de pájaro / las copas de los pinos / hablan entre sí”, o ensaya la inclusión de haikus encadenados en un poema breve, como si la libertad formal propiciara una ventana comunicativa a la contemplación, nunca exenta de simbología y estratos reflexivos.
  Al amparo de la personalidad atemporal de Issa, se acoge también la misma identidad del autor dando aliento a un yo desgajado, que camina hacia adentro en su afán de esclarecer el sentido de lo real: “Tres líneas al azar / son suficientes / para sostener mi mundo”. Así lo ratifica, con pleno acierto, la última composición del libro “Cuenta pendiente”: “Todo lo escribí para mí, / para acercarme a mí / y saber medir la distancia / entre la carne y sus noches”.
    La senda inacabada de Joan de la Vega nos invita a oír la oculta música que interpreta, con luz, el pentagrama de la creación. Encierra en sus poemas la soledad callada que aguarda siempre, intacta y auroral, en cada amanecida.

José Luis Morante



  
 

martes, 14 de septiembre de 2021

JOAN DE LA VEGA. EN TORNO A ISSA Y OTROS DIFUNTOS

En torno a Issa y otros difuntos
Joan de la Vega
RIL Editores
Colección Aerea Carmenere
Los Leones, Santiago de Chile, 2021

  

EL ROSTRO DEL TIEMPO
 

 
   En la obra En torno a Issa y otros difuntos Joan de la Vega (Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, 1975), poeta y responsable de la Garúa Editorial, se hace evidente el homenaje explícito a Kobayashi Issa (1763-1824), uno de los magisterios luminosos del haiku clásico. En la implantación literaria de la estrofa Issa personifica la humanización y la plena incorporación de la subjetividad. Frente a los que entienden el haiku como expresión concisa del instante, mientras desaparece la presencia del testigo para refrendar solo la sensación visual, Issa aloja en los versos los estados y sensaciones de la vida al paso, la experiencia que moldea la senda existencial como azarosa línea marcada por los signos de la contingencia. El legado de Issa refuerza la idea de que el trayecto personal es un recorrido brumoso, en manos del tiempo y sus alegaciones.
   El bagaje de Joan de la Vega integra una decena de títulos en castellano y tres entregas en catalán. Es, por tanto, un poeta de obra abundante y sin fracturas, con un pensamiento estético marcado por la experimentación lingüística, la reflexión semántica y la búsqueda de una propuesta singular. En su bibliografía, la estrofa japonesa ha sido una estrategia expresiva cercana, a la que ha dedicado libros al completo como  365 haikus y un jisey.
  Sirve como umbral de En torno a Issa y otros difuntos un haiku muy celebrado del japonés, hecho refrendo de la amanecida. Constata la importancia de la epifanía en el moldear de la identidad; el propósito de ser otro tras la demolición y la carencia: “Es primavera… / Atrás quedó Yataro / y nació Issa. “. La voluntad renace y su semántica marca una sensibilidad auroral, capaz de superar soledad y extrañeza. El tantear dubitativo transforma el cansancio en plenitud y conocimiento; proporciona la fuerza germinal de quien acepta la condición del ser como curso transitorio y búsqueda.
   Ese clima poético propicia una crónica fragmentaria en la que una voz omnisciente va reconstruyendo un relato vital: “Issa avistó la soledad de los gorriones. / De los jirones del hambre hizo un nido / de palabras, que aún hoy nos da cobijo”. La geografía argumental suma percepciones, elementos al paso y pensamiento. Se escucha el fluir de la conciencia en el revuelo de las estaciones reconstruyendo un horizonte de esperanza: “A mis cincuenta años de edad / abro y reabro las sílabas / de esta nueva primavera”. El periplo biográfico de Issa sirve de ruta expresiva al reencuentro con la memoria. La situación familiar, los viajes, la presencia cercana de la muerte que nunca diluye sus huellas, los indicios de permanencia y las grafías de lo exterior conforman un tiempo de incertidumbre que, poco a poco, se vuelve inaprensible.
   Joan de la Vega no se limita a emplear el habitual trébol versal en sus poemas  y la cadencia de pentasílabos y heptasílabo. Emplea con frecuencia variaciones que conforman una polifonía. El molde clásico suma sílabas “A vista de pájaro / las copas de los pinos / hablan entre sí”, o ensaya la inclusión de haikus encadenados en un poema breve, como si la libertad formal propiciara una ventana comunicativa a la contemplación, nunca exenta de simbología y estratos reflexivos.
   El lector sospecha que al amparo de la personalidad atemporal de Issa, se acoge también la misma identidad del autor dando aliento a un yo desgajado que camina hacia adentro en su afán de esclarecer el sentido de lo real: “Tres líneas al azar / son suficientes / para sostener mi mundo”. Así lo ratifica con pleno acierto la última composición del libro “Cuenta pendiente”: “Todo lo escribí para mí, / para acercarme a mí / y saber medir la distancia / entre la carne y sus noches”.
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 
 
 
 
 
 
 
 
 

lunes, 26 de julio de 2021

JOSÉ LUIS MORANTE. AHORA QUE ES TARDE

Ahora que es tarde
Antología poética 1990-2020
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
La Garúa Editorial, Poesía
Santa Coloma de G., Barcelona, 2020 

 

Ahora que es tarde, antología poética de José Luis Morante

 

ÁVILA EN EL CORAZÓN

     En este tiempo de pandemia, miedos y confinamiento, que poco a poco retorna a la normalidad, sale a la luz la antología Ahora que es tarde  del poeta y profesor abulense José Luis Morante. Nacido en El Bohodón, en 1956 y abulense activo que viene a la capital cada quince días para pasar el fin de semana con la familia o para compartir tertulia con algunos poetas abulenses como Mario Pérez Antolín o Daniel Zazo, José Luis Morante vive desde hace décadas en el municipio madrileño de Rivas Vaciamadrid, donde ha desempeñado buena parte de su vida laboral como profesor de instituto y donde ha sido protagonista indiscutible de la agenda cultural del municipio, con las revistas literarias Luna Llena y Prima Littera, ambos proyectos con una gran repercusión en medios especializados y como gestor y participante de varios ciclos poéticos.

 AHORA QUE ES TARDE: UN BALANCE DE TREINTA AÑOS DE POESÍA

    El libro Ahora que es tarde, editado por La Garúa Editorial, al cuidado del poeta y editor Joan de la Vega, es un balance de treinta años de escritura poética, entre 1990 y 2020. La obra incorpora un largo prólogo del poeta y profesor universitario Antonio Jiménez Millán. La introducción explora el ideario estético de José Luis Morante y su evolución en el tiempo, siempre dentro de una mirada intimista y reflexiva que parece sugerir interferencias claras entre trayecto biográfico y escritura.

 LA CONEXIÓN ENTRE BIOGRAFÍA PERSONAL Y ESCRITURA

  El poeta de El Bohodón confía en la capacidad expresiva de la palabra poética para ofrecer las pulsaciones y latidos de un organismo vivo. En el poema habita un protagonista ficcional que aglutina sedimentos vitales, emociones y pensamientos, un figurante que va mudando su identidad en el cauce de un tiempo contradictorio. Desde los espejos del poema, por temperamento y por convicción, los versos dibujan el mapa de ruta de un sujeto cercano que comparte realidades, espejismos e incertidumbres.

 UNA ESCRITURA DIVERSIFICADA EN GÉNEROS

     Elegir varios caminos vitales no es una contradicción menor. El poeta convive con los recuerdos del profesor, con una  hoja de servicios docentes cerrada por jubilación, y con el crítico especialista en poesía contemporánea, una cartografía inabordable que exige una morosa complacencia lectora. José Luis Morante subraya que ambas actividades, escritura y trabajo docente, conforman un cuerpo unitario, sin apéndices secundarios, porque en ellas se ha volcado con enorme cariño y dedicación, como esos profesores humanistas que hacen del libro la voz natural de su identidad en el tiempo.

 UN LARGO RECORRIDO DE LIBROS

   La bibliografía personal comienza en 1990 con la publicación del poemario Rotonda con estatuas, un libro intimista cuyos versos reforzaban cierta sensación de desamparo, como si lo real demasiadas veces solo ofertara el tacto frío de la intemperie. Son sus poemas los que abren la antología Ahora que es tarde. La soledad y el desamparo son tramas recurrentes que vuelven a tener presencia en obras como Enemigo leal, Población activa o Causas y efectos; al cabo, la poesía no es sino una forma de aspirar a la verdad, un intento de resolver las ecuaciones abiertas de la intimidad. En esta selección se reúne una amplia muestra de otros libros como Largo recorrido, la noche en blanco y Ninguna parte, con los que consiguió importantes reconocimientos, como El Premio Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz o el Premio Hermanos Argensola.

LA POESÍA CONTINÚA EN EL AHORA, EL TRABAJO TAMBIÉN

 El balance incorpora, junto a los textos publicados, una compilación de inéditos del libro en preparación Nadar en seco, que pone ante el lector la poesía del ahora. Recluida en la reflexión, la materia del poema se polariza en la distancia que recorren en común sujeto y entorno. Más allá del viaje interior del ser ante el espejo de su existencia, la ventana de las palabras muestra la niebla de lo diario. El poeta no es ajeno a las preocupaciones de un tiempo histórico en el que son caminos hacia ninguna parte los retos del presente. La antología Ahora que es tarde llega a la mesa de novedades del verano poético con magnífica edición de La Garúa Editorial, para recordarnos, con el tono sosegado del diálogo, que es tiempo de regreso también en la poesía. Salir al día es empezar de nuevo.

 

 

POSIBLES PAUTAS PARA UNA CONVERSACIÓN CON PABLO GARCINUÑO

lunes, 14 de septiembre de 2020

HUELLAS (APUNTES DEL DIARIO)

Caminos de ida
Imagen
de internet


HUELLAS

en la mañana antigua de nuestras privaciones,
no hay nadie de nosotros que no asuma
la inminencia del agua,
las posibilidades de la luz

BASILIO SÁNCHEZ


Cuántas limaduras en la ejecución digital del ganador del Premio Espasa de Poesía. Nada sé de los hilos de sus composiciones; ni siquiera había oído su nombre tras casi cuarenta años de lectura continua del género, pero sospecho que en la geografía poética de Venezuela solo hay un Rafael: Rafael Cadenas.

Siempre que hablo con Joan de la Vega, poeta y director de La Garúa, recuerdo que una editorial es un árbol que da sombra y fruto, un espacio de soledad común.

La algarada córvida no despeja una cuestión mucho más relevante para proyectos independientes e instituciones que deambulan por los pasadizos de la edición: la mayoría de los humillados y ofendidos por las decisiones de algunos jurados literarios no compran casi nunca libros de poesía y solo han visto los poemarios premiados en los escaparates del centro comercial.

Era muy inteligente. Su cabeza contenía un cerebro marsupial.

El agua estancada de la aprobación presupuestaria en el Congreso, impulsada por el negativismo cerril de la derecha, justifica un gesto presidencial aberrante: el pésame por el suicidio de un etarra. Un asqueroso eructo en la casa de la palabra democrática. 

Qué hermosa vestimenta formal ha puesto José María Cumbreño a la antología 11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ, en Ediciones Liliputienses. La selección soslaya expeditiva las costuras abiertas del decir breve, esa manera de sumar atajos y sendas sin transeúntes.

Tras el leve declive de la sombrilla, oigo la poética del mar: las olas retornan mar adentro por caminos distintos.

(Apuntes para el diario, septiembre, 2020)


miércoles, 10 de junio de 2020

AHORA QUE ES TARDE (Notas)

Ahora que es tarde
Antología 1990-2020
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
La Garúa Editorial poesía
Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2020



EN EL AVISPERO


(Notas sobre la antología Ahora que es tarde)

Hacer poesía es un ejercicio de coraje

JUAN GELMAN


El escritor desanda las claves de su obra, esa mezcla de voluntad, memoria y posibilidades que distancia el propósito de escritura y el resultado.

La poesía es intemperie; un no lugar a cielo abierto donde hace frío.

Transito, como poeta, por una obsesión circular que dura treinta años. En ella quedan las huellas de los libros y la exactitud callada del silencio.

Cuando escribo no hay trascendencia. Imaginación y realidad conspiran, mientras se miran a los ojos.

La orquestación personal es limitada; tantea el matiz, cobija bajo su techado similares obsesiones. Existo y escribo alrededor de mí. Polifonía de un solista.

Escribir poesía es poner molde al vacío; cuando se consigue, la capacidad rebosa de inmediato.

En la respiración ondulante del poema gime un atisbo de mañana.


Ahora que es tarde
Antología 1990-2020

  

viernes, 15 de mayo de 2020

EN ESTADO DE ALARMA (ENTREVISTA)

Hablar a solas
Fotografía
de
Sergio Guadalajara 

Archivo personal

EN ESTADO DE ALARMA

 (Entrevista a José Luis Morante)

Tasio Luna

¿El estado de alarma es una cárcel?

  En absoluto, es una medida social necesaria para evitar la propagación de la epidemia y para dar tiempo a que se remanse el número de contagiados. Por tanto es un deber cívico que redunda en beneficio de todos. Sería grave percibir esta situación sanitaria como una agresión a la libertad personal; quien piense así lo primero que debe hacer tras el confinamiento es visitar al psiquiatra porque sus facultades mentales acumulan espejismos…

¿Es posible hacer vida normal sin los otros?

   Los escritores están acostumbrados a la soledad. Necesitan muchas horas de encierro en la lectura y en la creación; el tiempo se disgrega, se ralentiza, se fragmenta y cuando busca a los demás están ahí a través de los medios digitales o en la presencia cercana de la comunicación telefónica. Apenas he percibido que estos dos meses en casa hayan sido diferentes de otros, salvo por el tsunami de noticias y por la triste realidad de las cifras que deja la pandemia a diario.

¿Qué proyectos en su mesa de trabajo?

 Tenía entre las manos varios libros cerrados porque en 2020 se cumplen treinta años de escritura; así que estaba programada una antología de trayecto para presentarla en Madrid en la Feria del Libro. El libro sigue en pie y estará disponible muy pronto gracias al incansable trabajo de La Garúa Editorial, la colección que dirige Joan de la Vega.

¿Sigue conectado a la actualidad literaria?

  Sí, no soy capaz de vivir la literatura a tiempo parcial; para mí la literatura es media vida, la otra media también. Por tanto, dedico algunas horas de la mañana a trabajar en proyectos acordados y con fecha de entrega, respondo el correo y de cuando en cuando escribo algunos aforismos y reseñas…

¿Qué géneros resaltaría en su trabajo lector?

  El trabajo crítico requiere una bibliografía especializada que aglutina ensayos y volúmenes de creación, pero siempre leo mucha poesía y practico la relectura de aquellos escritores que forman parte de mi identidad, entre los que se abren mis propios libros, como la generación del 50. 

¿Qué papel juega internet en este encierro?

  No tengo más remedio que dar las gracias al extraordinario funcionamiento de internet, esencial en la búsqueda de información específica, y en la sustitución de los eventos presenciales, se han grabado muchos vídeos para dar presencia a las novedades literarias y para recordar a los lectores que la literatura sigue también en estas condiciones. Y gracias a internet tengo noticias de mis amigos poetas desperdigados por todas las partes del planeta: qué hermoso percibir mensajes desde USA, Líbano, Italia, Francia, Venezuela o Béjar... Lo digital es magia.

¿Y Puentes de papel, su blog casi diario?

  Los latidos del blog dan fe de vida de mi voluntad literaria. En él camino por los senderos habituales: las reseñas de libros nuevos, los poemas, los destellos del decir breve y a veces las incisiones biográficas del diario… Es una manera de seguir en este caminar a solas. De poner incertidumbre en cada amanecida.

Confieso que me sorprende un poco su optimismo en este tiempo tan extraño

  Mi vida diaria niega a Marcel Proust, mis pasos no están en la búsqueda del tiempo perdido sino en la tarea diaria de la celebración y del asombro; no, el mundo no está bien hecho, pero mejorarlo es una tarea de todos; y la mía se hace desde la escritura y la lectura, desde un estar donde la esperanza es siempre norte, a pesar de cansancios, deslealtades y decepciones; así que en el regreso seguirán mis canas y mis ojos miopes, pero seguirá también el optimismo del abrazo, la fe firme en la buena gente, la que hace del mañana una estación habitable.

TASIO LUNA

Rivas Vaciamadrid, mayo de 2020    



sábado, 28 de marzo de 2020

JOSÉ ÁNGEL LEYVA. TRES CUARTAS PARTES

Tres cuartas partes
José Ángel Leyva
Editorial La Garúa / Poesía
Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2020



PUNTOS CARDINALES


   El discurrir literario de José Ángel Leyva (Durango, México, 1958)  ha adquirido en su caminar sobre el tiempo una personalidad sólida y sorprendente, marcada por la hibridez de géneros. Su escritura es una sala polivalente, donde se yuxtaponen espacios para el periodismo, la gestión editorial y la poesía donde retorna con el libro de hermosa edición Tres cuartas partes.  
   El volumen añade como amanecida un poema de Antonio Gamoneda. El reconocido escritor leonés recurre a la intertextualidad para trazar un homenaje lírico a la voz del autor mediante la composición “Frontispicio para, con, en la poesía de límites de José Ángel Leyva”. El dilatado título genera de inmediato una indagación crítica, ya que la etiqueta “Poesía de límites” propone una semántica de exploración y búsqueda, de tanteo en el maleable magma del lenguaje. El poema de Gamoneda reniega de lo explícito para dejar que versos y palabras de Leyva caminen por itinerarios renacidos; se asienta así en el texto una conjunción de voces que refuerza el extrañamiento como espacio germinal.
   El primer tramo, “La eternidad no es tiempo” comienza con un poema de fuerte impacto emocional. En los versos de “La perra” conviven la lucidez de la experiencia vital y el apunte crítico. El argumento muestra la introspección de un yo desdoblado que conforma una desoladora imagen del presenta con los grises indicios del pasado. Otro texto básico de esta sección es “Tres cuartas partes”, un poema homónimo que define el epígrafe del libro. El sujeto se ausculta a sí mismo aceptando que las tres cuartas partes de su fisiología son fluidos que anegan músculos y huesos. Esos líquidos vitalizan el trayecto perceptivo y la conciencia de ser en la que tiene cabida una menesterosa representación de lo real.
  Las divergencias del entorno asoman en poemas como “Alicia en Ciudad Juárez”, “Migrantes” o “Su nombre es Bagdad”, donde la actualidad caligrafía una novela de ideas por la trágica situación social de los crímenes y mujeres desaparecidas, de la búsqueda de una patria donde haya unos gramos de futuro, y la violencia en las calles de tantos países en permanente conflicto bélico; una ficción cuyo narrador omnisciente es la conciencia del sujeto que deja hablar a las convicciones éticas y estéticas en cuyo argumento entrelaza interioridad y exterioridad  El texto “La poesía” tiene el levitar de una poética en la que está presente el carácter paradójico del lenguaje y su relación con la muerte y lo perecedero: “¿De qué están sembrados los sepulcros / que no echan fuera gusanos sino flores?”; también ese enlace entre la temporalidad y la palabra germina en la composición “Amores”; pero el material temático que define  la sensación nocturnal de este primer tramo es el recorrido de un filón tétrico sobre esas plagas bíblicas que dictan la fisionomía del presente. Sobrecoge el entrelazado de composiciones dedicado a la guerra, el hambre, la peste o la muerte como vestigios ponzoñosos empeñados en crear un conjunto de ruinas perdurables, propicias a tormentas y naufragios.
   Se contraponen a esa mirada hacia las sombras otros poemas más enunciativos en los que tienen sitio las indagaciones sobre la tradición local o la caligrafía del recuerdo con secuencias evocadoras de viajes y regresos.
   La semántica nocturnal de esta primera parte, enfocada en la relación entre protagonista existencial y entorno histórico, cobra un viraje en el apartado “Visual” donde el arte y sus expresiones en la pintura, la escultura o la percepción de lo matérico se convierte en protagonista del transitar poético. A veces es el espacio físico del taller, como en “Estudio de Lutxana” en que muestra su disposición a la luz y la contemplación, al ángulo de la pupila que reclama la presencia del arte. En otros texto, como en “Louise Burgeois” el trazo argumental aliente la reflexión y el encuentro del espectador con la obra y su disposición a buscar las claves lógicas de la expresión artística en un camino que avanza por las sombras de la interpretación y lo subjetivo.
   El lenguaje fluye hacia dentro de la materia para entender su textura interior y vislumbrar las vetas que hablarán si encuentran la mano del artista. Lo sólido es proyecto, un lenguaje por pronunciar, un ojo en vela que busca descifrar la geometría de la luz; de ese impulso germinal se hace el poema “Bosques” al que pertenecen estos versos: “También el hombre echa raíces / frutos semillas / Insemina el aire / Escribe en la corteza y en la fronda / las cosas que pasan por las ramas del cerebro…”. 
   Sirve de epílogo a Tres cuartas partes una coda crítica del poeta, ensayista y profesor universitario Juan Carlos Abril titulada “La mirada humanista”. La aproximación es excelente y clarifica la coordenada exacta del poemario: ese lenguaje indagatorio que habla del hombre y la condición trasversal del dolor que puebla el discurrir existencial. Pero delante no queda el vacío y el salto hacia la nada. Queda, como recuerda Juan Carlos Abril el poema, la palabra, el verso… Esa piedra firme del lenguaje en la que se sostiene la esperanza.

JOSÉ LUIS MORANTE