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lunes, 15 de julio de 2019

MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ. VERSOS Y PROSAS

Caída libre
Miguel Ángel Gómez
Libros Al Albur, Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2019 



MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ: VERSOS Y PROSAS


   Aunque algunos poemas sueltos se publicaron en proyectos colectivos anteriores como las antologías Soledades juntas (2005), Perro sin dueño (2007) y El triunfo de la muerte (2011) el quehacer literario de Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980), Licenciado en Filología Hispánica y docente de Enseñanza Secundaria, protagoniza en los últimos años un insólito crecimiento en verso y prosa.
   Hace apenas un año, ediciones Camelot, publicaba Sombra, sexto poemario del autor y muestra clara de un ideario que hace del surrealismo, más que del culturalismo, uno de sus veneros centrales. A pesar de que el poeta alude a magisterios como Allen Ginsberg, Gary Snyder o Sharon Olds, voces en las que el pacto realista se convierte en estrategia enunciativa, la poesía de Miguel Ángel Gómez confía en la imagen y vela con frecuencia los significados con una notable arquitectura de símbolos. El resultado es un decir que expande temas de un modo personal, hermético y con amplia libertad para dar cauce a los contenidos sentimentales. Sombra es un poemario amoroso que deja al yo verbal en ese estado de intimidad desbordada que contrae lo racional y vaporiza el onirismo.
   Frente al pautado discurso de lo racional, la voz poética del escritor completa un decálogo que hace de la norma un entrelazado de confabulaciones imaginarias, de fantasmas en libertad, de especulaciones sobre lo real: “Escribir es lo que te permite decirle que se quede cuando ya se ha ido”.
   Su séptimo aporte, Canciones acusadoras (Baile del Sol, 2018), con prólogo entusiasta de Marcelo García, está centrado en la actitud poética y en su cultivo del asombro y echa a volar sus composiciones con similar impulso amoroso. Para el sujeto enamorado el deambular diario es un entorno sentimental y habitable que justifica cada gesto. De cuando en cuando, habitan los poemas presencias rescatadas que rompen la verosimilitud intimista para dar a las composiciones el evanescente aspecto de algún sueño o el recorrido sosegado por las calles tranquilas de la imaginación. 
  Miguel Ángel Gómez bifurca su taller literario; cultiva la narrativa, el relato breve y la crítica, géneros que ahora dejan sitio a su primera salida aforística, Caída libre (Libros al Albur, 2019). El escritor se suma así al cauce de lo fragmentario en Apeadero de Aforistas, con una entrega abierta con dos textos casi programáticos de Leopoldo María Panero: “Qué vana es la caída, digo el verso” y Max Aub: “esta minúscula caída”.
   En la codificación habitual del aforismo filosofía y senda poética mantienen un trazado casi equidistante: “El poeta y el filósofo permiten que nos despojemos de todo menos de la mente”. El pensamiento busca materiales de uso en la introspección y manifiesta sus incursiones en el yo desde una expresión esencial, donde nada sobra, con esa convicción de que cada palabra es necesaria porque capta la esencia, especula, busca el asombro, sin miedo a caminar por el laberinto porque “Equivocarse con precisión es brillar con una llama nueva”.
   El aforismo es también un estado de ánimo: “Felicidad”. Qué palabra. Todos sabemos que empieza por “Fe”; la manera de embocar una perspectiva sobre el trayecto existencial sin que los pasos adquieran el peso alevoso del cansancio para renovar el vigor y la espera.
   La identidad de la escritura busca un espejo para la reflexión: “El poeta es un sastre con voz sonora que hace ropa para fantasmas”, “Escribir es que un millar de perfumes choquen entre sí”; “Un poema debe abrir la puerta con fuerza y lanzarse a través de ella”; “Es posible que la lógica sea incompatible con la inspiración y el caos sea un fogoso caballo de carreras”. Y un enunciado que sirve también para perderse de nuevo entre los poemas de Sombra y Canciones acusadoras: “Los que no entienden mi poesía están en el callejón sin salida del análisis de las causas y los efectos”.
   Fiel a sí mismo en cada género, Miguel Ángel Gómez escribe sus aforismos con la tinta colmada del poeta –“Los mejores aforismos alcanzan un esplendor tan rebosante que el alma se derrama”- para que la realidad se expanda en nuevos espacios reflexivos. Lúcido para abrir con cautela  los abismos del tiempo y explorar contraluces y trayectos, nos deja en Caída libre la mirada abierta de quien desea convertir el aforismo en un viajero, una conciencia en marcha que guarde sobresaltos y sentir.




lunes, 19 de noviembre de 2018

JOSÉ LUIS TRULLO (Ed). FILI MEI: LOS AFORISTAS Y LA PATERNIDAD

FILI MEI
Los aforistas y la paternidad
José Luis Trullo (Ed)
Libros Al Albur
Sevilla, 2018


LOS AFORISTAS Y LA PATERNIDAD


   Cada papel social tiene su itinerario. Una ruta que sosiega el reloj y fortalece, como si fuera un tónico. Ayuda a encontrar sitio en la polis comunitaria. La ruta del padre ha estado transitada durante siglos por el privilegio. Desde los orígenes de la civilización occidental, la presencia paterna fue vértice e impulsora de la escala social y se subordinaron a su omnipotencia todos los integrantes del clan familiar.
  Como un Jano moldeado por el devenir, el sujeto padre vive en el ahora momentos de incertidumbre e indefinición, ya que el ser igualitario del siglo XXI impulsa otros modelos de familia; el padre y la paternidad han descendido escalones para equiparar singularidades, derechos y deberes con los demás componentes de la célula social. Al amparo de estas mutaciones del rol, el editor y aforista José Luis Trullo, impulsor de la colección Libros al Albur, ha seleccionado una decena de autores  contemporáneos, que lanza el dardo de sus textos a la diana argumental del motivo.
  En cita celebratoria que abre el pequeño volumen, G. Papini asocia el ser padre con el perfecto amor, el puro y desinteresado amor. Alguien que firma la hipoteca pendiente del dar mucho a cambio de nada, sabiendo que todo lo bueno que ocurra al hijo es bendición recibida por vía interpuesta. Frente a ese optimismo desplegado, el prólogo analiza el día laborable del sustantivo en las convulsiones acontecidas por la deriva individualista. La Modernidad ha dejado en la cartografia social una multitud de damnificados; todo es sombra y en ella los signos del padre se han diluido hasta ocupar una posición cuestionada y secundaria.
   De ese seísmo emocional se nutren los enunciados de los diez aforistas invitados.  Para todos ellos, el vínculo de la paternidad se aproxima a la fuente de sentido del existir. Provoca una metamorfosis íntima que obliga a replantearse el eje de coordenadas de lo personal y somete a una rara dependencia; difunde otra relación entre mundo y sujeto. Una vez producido el milagro de la vida, el yo se sitúa en un balcón frente a la incertidumbre, como si fuera espectador dispuesto a una representación escénica. Cuando comienza el crecimiento físico del hijo cambia el tono; lo subjetivo se pospone para establecer con el hijo un pacto de bifurcaciones y actitudes.
  Cada aforista aporta su experiencia sobre la paternidad y deja su visión desde las emociones primarias del ser hasta los estratos de madurez que, no pocas veces, conllevan independencia y decepción, declive y afectos condicionados por otras circunstancias. Leer a Jordi Doce, Elías Moro, Jesús Cotta, Luis Acebes, León Molina, Jesús Montiel, Juan Manuel Uría, José Luis Morante, Mario Pérez Antolín y Emilio López Medina es vislumbrar, con sobriedad inteligente, esa búsqueda del equilibrio entre las emociones y los resquicios de temporalidad y contingencia que abren sitio a lo imprevisible.
   La socorrida indefinición genérica del esquema verbal es evidente. Muchos enunciados son simples aportes reflexivos, sin la nitidez, el destello y el chispazo preciso del aforismo. Apenas recuerdos o pensamientos en torno a la idea, o fragmentos de un pensar autobiográfico. También hay algunos aforismos estupendos: "Su hijo es quien más se le parece, pero no sabe nada de él. Su hijo es quien más se le parece, pero no sabría reconocerlo" (Jordi Doce); "Tan solo me consuela un pensamiento, el tiempo que a mí se me escapa rumoroso fluye hacia ti" (León Molina); "El hombre con hijos es más vulnerable. Por eso tiene que ser más fuerte" (Jesús Cotta); "Espero que me recuerdes lo que fatalmente he ido olvidando" (Juan Manuel Uría); "En la mirada de mis hijas palpita la raiz de mi mundo" (Elías Moro); "Mis hijos me arrebatan el tiempo. Pero lo llenan de sentido" (Jesús Montiel); "Los hijos que no se ocupan de enterrar a sus padres, comienzan pronto a desnacer" (Mario Pérez Antolín); "Aquel que tiene hijos, ya no podrá esconderse de la vida. Este es quizás el precio más gravoso de la paternidad" (Emilio López Medina). 
   Ser padre es aceptar la conquista azarosa de la libertad, dejar al yo en otra vuelta del camino, al amparo del tiempo, buscar el aire límpido de la tarea cumplida y saber que la experiencia depara sabiduría y ternura. Es también la conclusión clarificadora de la gratitud. Nada más grato que la libertad de conciencia de la paternidad. 
  El encuentro se dilata hasta que los hijos se transforman en aves migratorias. Su estela entonces se hace creación, autobiografía y experimentación literaria. Y a ella se aplican los aforistas elegidos por José Luis Trullo. Saben, como María Zambrano, que ninguna injusticia podrá desterrar del alma esa ingenua confianza en la vida de quien fue guiado por la ternura de la paternidad en sus primeros pasos.




jueves, 6 de septiembre de 2018

FELIX TRULL. LÍNEAS DE FLOTACIÓN

Líneas de flotación
Felix Trull
Imagen de cubierta:
acuarela del autor
Ediciones Libros al Albur
Sevilla, 2018


INTERFERENCIAS
  
   Felix Trull –heterónomo literario del editor José Luis Trullo- reúne en Líneas de flotación un compendio de trescientos textos breves. El título, sugerente y atinado, se inspira en una cita de Rafael Pérez Estrada que sirve de arranque a esta entrega aforística. Su avance aleatorio, como es norma en las entregas paremiológicas, no exime al volumen de crear con trazo firme el autorretrato de una sensibilidad insomne, que asume indagaciones e interferencias de una realidad desapacible con creciente vitalismo.
   Javier Recas, uno de los mejores investigadores de esta estrategia literaria, define al aforismo como un relámpago de lucidez, inspirándose en un pensamiento taoísta. Bajo esta sombrilla conceptual se refugian también el análisis plural y la hondura, aunque el paseo minimalista nunca pierda el aspecto sintético. Con este discurso estético los aforismos de Felix Trull sondean los aspectos de un tiempo vivencial sometido a continua disolución. El transcurrir encadena elementos, sensaciones introspectivas y percepciones. Recurre al lenguaje para enunciar consideraciones que recrean una modesta negación de lo efímero. No se trata de entender sino de encontrar, de hacer del aprendizaje un estar que libera de cualquier asepsia y convierte la calma en vislumbrar eufórico. Un esbozo significativo clarifica esta actitud del sujeto verbal: “Es una suerte que la vida me quede tan grande; eso me ahorra las apreturas que atenazan a los Espíritus Profundos y a las Altas Inteligencias, y me permite vagar de aquí para allá, soñando que soy una mariposa que sueña que es Felix Trull”. No exento de ironía, el apunte reivindica el deambular semántico del aforismo, no para adquirir una densidad metafísica en el pensar sino para borrar fronteras entre realidades y sueños, para crear una identidad renovada y leve, dispuesta a aceptar la textura mudable del discurrir vital.
   Me gusta el título, obliga a reconocer que la línea de flotación fundamenta su trazado en la intersección entre el casco del barco y la superficie removida del agua; del mismo modo, los aforismos de Felix Trull entrelazan un dualismo argumental que aproxima la identidad subjetiva del yo y el entorno social como emisor continuo de mensajes. Y entre los dos la tinta contemplativa del aforismo, descubriendo dimensiones que resultan complementarias en el tiempo.
  Los buenos aforismos mitigan su voz lapidaria para transformar las certezas en un puede ser matizado. En ese tono se formulan muchos enunciados aseverativos de Felix Trull. Algunos están llenos de extrañeza lírica: “Vivo con la ilusión de que todo es real, incluso tú, que nunca sabré si existes”; otros son coordenadas reflexivas que no desdeñan el relativismo de quien conoce: “No hemos venido a la vida a entenderlo todo, sino a gestionar lo incomprensible sin perecer en el intento”; “Quizás para ver bien haya que mirar menos”; “Postulo, frente al seco saber o el áspero ignorar, el húmedo y suave mantenerse en la duda”.
   Como testifica su labor editorial en Libros al Albur, Feliz Tull suma a la efervescencia del aforismo actual el expresivo aporte de Líneas de flotación. Sus esquejes regalan la fértil heredad de lo sencillo, ese lugar donde conviven tiempo y experiencia anecdótica. Desde los espacios abiertos del aforismo, escritor muestra una inclinación natural al cuestionamiento; hace de la duda una consigna, la tarea inmediata que sigue al despertar.




sábado, 30 de junio de 2018

JOSÉ LUIS TRULLO (Ed.) LAS COSAS QUE NO SON

Las cosas que no son
Los aforistas y Dios
José Luis Trullo (Edi.)
Libros al Albur
Sevilla, 2018


SER Y ESTAR DE DIOS


   Hace unos meses, el editor y coordinador de la revista digital El Aforista me hizo partícipe de su proyecto de impulsar una selección monográfica de aforismos cuyo asunto cohesionador fuese Dios. Ya entonces, el empeño me pareció complejo por ser un tema atemporal y laberíntico cuyo protagonista principal tiende a desdibujarse en la polarización entre nihilismo y creencia. Suponía yo que el proyecto originaría una disparidad de planteamientos no exenta de polémica, en el ambiente de escepticismo radical que define nuestro tiempo, tan necesitado de dogmas sólidos. El libro requeriría variantes interpretativas y un amplio nivel de tolerancia literaria que no banalizara el cauce argumental y que hiciese de su contenido un espacio de convivencia ideológica.
   El prólogo de José Luis Trullo viene precedido de una cita de José Camón Aznar que pone luz al título: “Una definición de Dios: el que conoce las cosas que no son”. El liminar hace una síntesis concisa de las razones impulsoras de la antología: la necesidad de otorgar en el tiempo histórico un sentido a nuestra existencia a partir de la idea de Dios y de la relación del hombre, como sujeto concreto y como ser colectivo, con la divinidad en todas las culturas. En esa necesidad de la condición humana han vadeado nombres clásicos del aforismo como Pascal, Joubert, Unamuno,  Nicolás Gómez Dávila, Camón Aznar y Andrés Ortiz, quien reúne en su obra Filosofía del aforismo un destacado aporte aforístico sobre Dios. El editor sospecha que el núcleo reflexivo que genera el ser y estar de Dios sigue vivo en la emoción y el pensamiento y para demostrarlo ha completado una nómina de escritores actuales que abordan con solvencia el enigma conceptual de la divinidad.
  El editor logra un representativo plantel de cultivadores del decir fragmentario, que encabeza Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969). Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, poeta, novelista, crítico y aforista, Insausti ha conseguido abundantes reconocimientos literarios, entre ellos el Premio Internacional de Aforismos José Bergamín. Los textos acogidos aquí crean un discontinuo conjunto en el que se focaliza tanto la fachada matérica de nuestro presente  y su tendencia a desacralizar y ese papel difuso que la ontología concede a un protagonista invisible: “Dios es siempre otra cosa”, “Lo malo del ateísmo son los sucedáneos de Dios”, “Nos queda de Dios esa comezón que siente el mutilado con el miembro fantasma”.  
   El perfil literario de Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955) también está marcado por una extensa práctica docente, lo que concede a sus trabajos sobre política, filosofía y pedagogía un continuo epitelio didáctico. El acercamiento de Luri al tema de Dios tiene la objetividad distante de un experimento de laboratorio: “El auténtico hombre religioso tiene más poder que Dios. Si Dios creó el mundo de la nada, él crea dioses a partir del mundo”, “En una vida solo hay espacio para un Dios”, “Decimos que algo está dejado de la mano de Dios cuando va a la deriva”.
   Jesús Cotta (Cártama, Málaga, 1967) cursó Filología Clásica. Reside en Sevilla donde trabaja como docente impartiendo filosofía en un instituto. Practica una escritura abierta que aglutina ensayo, novela poesía y aforismo. Sus textos aglutinan literatura y fe; expresa un sentir implicado que proyecta sus creencias con la naturalidad de quien no concibe las huellas efímeras de la temporalidad sin la presencia de Dios:   “Dios no creó el amor. Es el amor” ,”Cuanto menos Dios hay por las calles, más trabajo me cuesta esquivarlo”, “Dios es un poeta que, con tal de que hubiera arcoíris, consintió la tormenta”.
   Frente al chispazo ingenioso, Felix Trull opta por el pensamiento remansado, en el que adquiere vuelo con precisa pincela una idea completa. El aforista indaga en las cicatrices de un transitar tendente al laicismo y en el dios por omisión del ateísmo. La refutación de la idea de Dios en la conciencia del hombre convulsiona la armonía moral y especula con el funcionamiento de un orden natural sin jerarquía externa, que es uno de los asuntos reflexivos básicos del pensamiento de Nietzsche. Algunos textos relevantes de Trull: “Los ateos son vagabundos por vocación, pero viven en un mundo tan pequeño que se encoge con cada paso que dan”, “Cada vez que, para desembocar en el mar de Dios, tomo la barca de la teología, acabo perdiéndome en los infinitos meandros de un laberinto fluvial”, “La condena del ateo: creer que no cree. Y su imposible enmienda: querer creerlo”.
   Las dos colecciones aforísticas de Ander Mayora, La clemencia del tiempo y El páramo  clarifican el deambular de un escritor que emplea los recursos expresivos de la brevedad con un nítido sustrato emotivo. En la geografía textual de Mayora el pensamiento camina en sintonía con los extravíos del cauce sentimental. Su aporte al tema de Dios es muy brillante: “Los pueblos pueden no tener grandes hazañas, grandes hombres o grandes obras, pero no pueden no tener dioses. Aunque los nieguen, esa misma negación será su dios”, “Uno debe decidir entre sus garabatos mentales y la caligrafía de Dios”, “Vivimos en la certeza del tiempo y en la sospecha de la eternidad”, “Detestar las palabras, por anhelo de la Palabra”, “Cada vez pronuncio más la palabra Dios, para poder decir algo con sentido”.
   El nutrido quehacer literario de Juan Kruz Igerabide difunde un esceptismo que funciona como cordón sanitario del texto frente a lo trascendente: “Tu dios es tan poderoso que no le hace falta que creas en él”, “Dios fue un hermoso juego de niñez que me gustaría seguir practicando con aquella inocencia”. Su empleo en algunos textos de la ironía añade al aforismo una estela de claridad cómplice: “Si Dios no hubiera hecho la vista gorda, Adán y Eva no hubiesen podido hacerse con la manzana”.
   José Manuel Camacho Vázquez (Huelva, 1983) es Licenciado en Filosofía y su senda creadora suma poesía, traducción, artículos filosóficos y la obra Excursos, primera inmersión en el decir lapidario. Su colaboración en esta antología monotemática es muy breve. Opta por el destello: “Una amplitud sin mesuras: eso es Dios o el amor”, “Tan solo amorosamente puede entenderse la nada”; “Soledad es el abrazo de Dios”.
   Cierra la nómina Enrique García-Máiquez, quien hace unos meses editaba un conjunto de aforismos poéticos extraídos del legado literario de Luis Rosales. La amplia experiencia del sevillano le concede una voz firme, no exenta de cierto dogmatismo, que no duda en emplear el humor como estilete de la inteligencia. Siempre sugerente en sus propuestas verbales, el poeta sondea con tino en la propuesta de Dios: “Cuando la poesía habla de Dios, juega en casa. Si habla de la muerte, de visitante”, “Quisiera no hablar tanto de Dios, pero decidme algo mejor”, “El tiempo es la paciencia de Dios”.
   Más allá del pensar teológico que pondere la relevancia del concepto de Dios y la verticalidad indagatoria en lo divino, Las cosas que no son da continuidad reflexiva a un centro de gravedad del pensamiento en el que han dejado huellas clásicos y contemporáneos con enfoques y perspectivas diversos. Dostoiesvski, siempre enfermo de un pesaroso nihilismo existencial, justificaba esta continuidad divagatoria recordando que “el hombre no puede vivir sin arrodillarse”; más clarificadora y diáfana, la idea base que justifica la existencia de Dios es la dimensión espiritual del ser, la aceptación de una naturaleza liberada de lo contingente que expresa su confianza en el sentido último del recorrido vital. Los aforistas aquí reunidos marcan sus aportes sobre el tema; expanden resonancias sugeridoras que explican ese incansable movimiento del lenguaje entre el ser y el no ser. A veces conviene soñar, aunque sea con la idea de Dios.

JOSÉ LUIS MORANTE



      
 

lunes, 4 de junio de 2018

DISPERSAR NUBES ( Anecdotario II. Feria del Libro)

Itinerarios de papel
Fotografía Archivo general
Feria del Libro, 2018



DISPERSAR NUBES

(Anecdotario II)

Como humanos, tropezamos más de una vez
 en la misma piedra; pero siempre hay alguien
cambiándola de sitio.

                Miguel Cobo Rosa
(Tautogramas; Libros al Albur)

   Tras el propósito fallido del sábado, vuelvo con la calma matinal de quien espera un dispersar de nubes. Ayer la lluvia cayó por duplicado. La tormenta tenía el desborde pretencioso de quien busca señales de vida en el fastidio y la inquietud.
   Cae la moneda de la alegría y sale cara: encuentro con Luis Mateo Díez. Acude a firmar El hijo de las cosas (Galaxia Gutenberg, 2018). Es pronto aún y nos da tiempo a pasear bajo los árboles. Es muy afectivo; se detiene a cada paso, como si escuchase mejor el despertar de la memoria. Todavía recuerda los encuentros en Rivas, las tertulias comunes en la Plaza Mayor, o esa larga entrevista sobre su obra que publicamos en la revista Prima Littera. Me sigue agradeciendo la calle que tiene en Rivas, en el barrio de los escritores. Me emociono mucho, habla de un paréntesis existencial que ya pertenece al pasado. Prometo recogerle en Madrid y dar un paseo por ella, con el sosiego de sentir el homenaje de aquella etapa. Ya en la caseta, me firma la novela. Su registro ficcional parece inagotable.

   Antes de pasar por La Isla de Siltolá, acudo a Valparaíso Ediciones, pero no está Javier Bozalongo, y solo concreto la firma del jueves. Después me tomo un respiro y ejerzo de transeúnte curioso. Por allí, Alex de la Iglesia, con su textura habitual, como si tuviese que seguir rodando El día de la bestia. Me cruzo también con Ángel Gabilondo; lleva prisa y no puedo entregarle un libro; pocos saben que el político y profesor es un aforista y que formará parte de una antología de autores vascos que saldrá en los próximos meses.

   El mostrador de Renacimiento está repleto de novedades. Y paso a saludar a Christina Linares. Es entrañable. Como la afluencia del momento es pequeña, podemos hablar de esos géneros que sobreviven de espaldas al mercado como la poesía o el aforismo. Pero no hay pesimismo en sus palabras, sino afán de seguir fortaleciendo un catálogo poblado que muestra los muchos registros de la literatura contemporánea.

   Desde el interior de la caseta la feria se ve como un incesante deambular por una geografía fragmentaria. Se está cómodo entre libros y esa silla de tijera provisional, que amenaza plegarse en cualquier momento… El reloj camina con armonía: un poeta joven, Aitor Francos, que acaba de enviarme sus novedades y que siempre está lleno de afecto desde que hicimos aquella antología, Re-generación, que poblaba con veintitrés nombres propios la poesía contemporánea…Casi todos siguen publicando con fuerza, aunque también hubo errores, esperanzas que apenas se han concretado.

  Un amable paseante quiere algo de Góngora. No está. Otra afirma que es de Sevilla, que sabe dónde está la librería de Javier Sánchez Menéndez, que también es escritor; corrige mi callejero evocador de la ciudad andaluza y acaba sugiriendo que los libros carecen de ilustraciones. Son de poesía, aventuro. Sí, pero ahí está Mafalda y lo bien que quedan las viñetas…Si no, quién va a leer tanta letra. Eso sí, replico, rendido de inmediato a su lucidez brumosa. Si se cansan pueden leer aforismos…Que son cortos, Yo no sé, me dice, creo que son cuentos largos o así… Asiento, sí, la verdad en los aforismos hay mucho cuento…Se va tranquila. Nosotros nos quedamos también tranquilos.

Y llega Rosa Huertas y con ella la alegría de la evocación, el trabajo de estos años, el aula, la amistad…Vértices que demuestran que el todo siempre es mayor que la suma de las partes. Gracias Rosa. Muy feliz con tu presencia.

Un matrimonio quiere saber si para ser poeta hay que estar jubilado. Ella cree que es bueno hacer algo, aunque sean tonterías para los amigos. Él dice que solo aspira a pasar el día sin hacer nada. Los dos visten el pintoresco tejido reversible de la majadería. Por alguna grieta invisible se ha exiliado el cerebro. se van con el bufido de quien no acaba de estar cómodo entre tanto papel. Entiendo su cabreo: no hacer nada cansa muchísimo. 

Al salir coincido en el pasillo de autores con David de María. Nada sé de su música. En casa, mis hijas me sacan de dudas; su música ligera gusta e invita al meneíto bailón y tiene un recorrido de exitosos temas. Qué torpe soy; a ver si enciendo la pletina y lo escucho… Que no todo va a ser el Canon de Pachelbel.