martes, 8 de noviembre de 2016

CARMEN CANET. MALABARISMOS

Malabarismos
Carmen Canet
Valparaíso Ediciones
Granada, 2016

JUEGOS DE MAGIA

  Se insiste con frecuencia en el hecho; el aforismo es una faceta creadora que ha alcanzado en la última década un crecimiento modélico. El breve formato supera su indefinición semántica y añade pautas que incorporan núcleos argumentales heterogéneos. A los autores más conocidos, se añade un goteo continuo de amanecidas que engrandece la práctica de su escritura. Una de las nuevas presencias es Carmen Canet (Almería, 1955), Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, crítica literaria de amplio recorrido y, en la actualidad, colaboradora habitual de Los diablos azules, el suplemento digital de Infolibre.
  Su primer trabajo, Malabarismos, abre ruta en la editorial granadina Valparaíso, hasta ahora centrada de forma monográfica en la poesía. Además, la escritora es una estudiosa del género y han sido frecuentes sus reflexiones teóricas en encuentros y ponencias universitarias, así que la amanecida era esperada con notable interés, como si formase parte activa de un núcleo que aglutina nombres propios como Juan Carlos Rodríguez, Ángeles Mora, Luis García Montero, Trinidad Gan  y el propio poeta y editor Javier Bozalongo.
  Desde el mismo título, la autora mantiene como clave de sus reflexiones una brevedad máxima, despojada de cualquier apéndice innecesario, confiando en que las breves frases sirvan para hacer equilibrios en la cuerda alzada de lo existencial. Lúcido e iluminador resulta el título, aglutinando juego lúdico y trabajo de entrenamiento para conseguir cuatro vértices de la escritura aforística: destreza, equilibrio, agilidad e ingenio. Son los apartados que organizan un volumen que en palabras de Luis García Montero: “comprende la semejanza que hay entre un autorretrato y una poética”; o lo que es lo mismo en el dibujo de una identidad que hace de la escritura una manera de mirar el acontecer diario.
  El apartado “Destreza”, sirve de apertura a esta travesía, donde cada aforismo es un toque cromático. El reflejo del yo ante el espacio blanco de su voluntad creadora encuentra de inmediato  una expresión escueta: “Aforista: malabarista de palabras”; toda experiencia de sentir tiene cabida en el lenguaje, un espacio creado para la posibilidad y el encuentro que busca en su latido la respiración acompasada de la realidad. Cada estímulo es una llamada de atención para que comience a funcionar el arte del matiz, esa sucesión de secuencias que va mudando los estratos del sujeto y que se empeña en descifrar los callados mensajes del silencio, siempre proclives a la paradoja: “Le gustaban los días nublados porque todo se veía más real”, la ironía, “El misterio de los hombres, en la parte alta, el de las mujeres en la baja. Siempre ha habido clases”, o la reflexión ante la conciencia: “Se desmaquilló la cara queriendo borrar también los restos de su última conversación”.
  Ya he comentado el sesgo aleatorio que toman los pasos del aforismo en las aceras del tiempo, pero hay lugares que afloran como sitios del sujeto verbal; es el caso del amor y de la amistad, actitudes básicas en la relación del yo y el otro. De esa lírica sentimental se nutre el segundo apartado de Malabarismos donde abunda ese deseo de transformar la realidad a través de los sentimientos. Sirve de pórtico una hermosa cita de Julio Cortázar: “ven a dormir conmigo. no haremos el amor, él nos hará” que se complementa con otra de Carlos Castilla del Pino que concede a la amistad y el amor parcelas vitales complementarias. Abocados a un tiempo convulso y a una búsqueda sin resultados evidentes del sentido vital, el apartado difunde un epitelio reflexivo que se mantiene en casi todas las anotaciones: “Los sentimientos conducen a las palabras. las palabras no conducen”, “La amistad es la ciencia de los hombres libres”, “Sé la persona que quisieras tener a tu lado”.
  El pensamiento es una obra en construcción, sus muros dejan sitio a los paisajes domésticos que pueblan nuestros sentidos, a esos horizontes cuyos cielos cobijan las ideas en vuelo; no son elementos abstractos y conceptuales sino pasos para entender lo diario que pasan a limpio emociones y secuencias, recuerdos que sugieren el regreso a otro tiempo y las estampas que se quedan a dormir en las esquinas del discurrir: “Una hija que duerme a su madre contándole historias”, “Me gusta la rima de cicatriz con olvido”, “Hasta el tiempo pierde su tiempo”, “Hay seres que ocupan demasiado espacio”
  La última sección hace al lenguaje protagonista, como si los aforismos agrupados en ella buscasen en su formulación una razón de vida; lo existencial se cobija en los estantes de la biblioteca, ese paraíso de Borges, que nunca envejece: “El aforismo viene bien a quien le cansa la lectura”, “Leer y escribir es materialismo histórico”, “El poder narrativo de las enciclopedias”, “Tuvo un accidente gramatical”.
  Los aforísmos tienen algo de relámpago; lo escribió en su día Ramón Eder –uno de los mejores aforistas contemporáneos- y lo formula, con nítida precisión, Carmen Canet que deja en sus breverías una casa encendida, un rumor, una brisa que hace más habitable la existencia.


6 comentarios:

  1. Siempre me han gustado los aforismos, pero cada vez estoy más enamorada de ellos y creo que es gracias a ti.
    Por eso mi interés me ha llevado a leer esta crítica literaria, que considero nagistral, y seguramente me compraré esos "Malabarismos". Los pocos que has citado me parecen lúcidos, como también li es el abrir el libro, si no entendímal, con Cortázar y mi paisabo Castilla del Pino, z
    Ambos tan admirados por mí.
    Un beso y gracias.

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    1. Hola Tracy, como sabes, el aforismo se ha convertido en un género en alza, en una forma de leer la realidad con la escueta precisión de una ojeada. Así que Carmen Canet te resultará un pequeño descubrimiento personal. Un fuerte abrazo.

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  2. Castilla del Pino los llamaba afLorismos, porque afloran de pronto, como una impronta que le viene a su autor.

    El de "Sé la persona que querrías tener a tu lado" me ha dejado pensativa. Y me pregunto, si cada uno se viese a sí mismo como a un ajeno (como a un tercero)..., ¿se (auto-)caería bien?

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    1. No conocía ese término inventado por Carlos Castilla del Pino, cuyo diario me pareció fascinante; creo que todos somos extraños ante la ventana del yo porque a veces actuamos de forma alógica, sin propósitos definidos, como si guiara nuestra voluntad un azar caprichoso. Muy agradecido por el comentario.

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  3. El maestro Ferlosio, responsable a su vez del término «pecio» aplicado a cierta forma de escritura fragmentaria, no necesariamente aforística pero sin excluir el género, habla del don de la «lapidariedad» como un rasgo de nuestra época y de la última literatura. Parece claro que las redes sociales, desde los chats y los foros hasta los sms, los tuits y los wasaps, han contribuido de forma notable al desarrollo de estas formas de expresión escrita, en el fondo tan clásicas: nada hay más antiguo en la escritura que los mensajes grabados en piedra. Además, el triunfo lapidario en cierto modo implica un retorno a cierto impulso (y pulsión) ancestral de expresión. Volvemos al sílex, al buril, al estilete. Quizás porque también han vuelto la pizarra, la pared (los muros), las tablillas. Interesante reseña, José Luis. Gracias por la pista.

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    1. Qué comentario tan atinado, Alfredo; es verdad que hay que plantearse por qué el aforismo ha tenido un crecimiento insólito en el tiempo digital y seguro que tu reflexión ayuda a entender ese cultivo. Los pecios de Ferlosio son un pequeño tesoro de mi biblioteca, aunque me desasosiega su pesimismo. Un fuerte abrazo.

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