El sacramento de la materia Poesía y Salvación en Claudio Rodríguez Luis Ramos de la Torre Prólogo de Miguel Casaseca Piediciones, La Huella de la Palabra, 2017 |
CLAUDIO RODRÍGUEZ: EL CANTO A CUESTAS
Carme Riera, en un ensayo clásico sobre el Grupo catalán de los Cincuenta,
denominó a los integrantes de aquella promoción poética “Partidarios de la
felicidad”: El aserto hacía justicia a un vitalismo existencial colectivo que
nunca se durmió en la grisura fría del franquismo. Aquella nómina, diversa y
comprometida, galvanizó la estela lírica de la posguerra en el discurrir del
medio siglo, y contribuyó a crear un magisterio incansable, cuyos efectos
secundarios se escuchan en la cronología del ahora. Sin los nombres cimeros de
esa promoción, la poesía de la experiencia o la línea clara hubiesen dibujado
una caligrafía mucho más superficial y esteticista.
Algunos poetas, como José Ángel Valente o Claudio Rodríguez, nunca se
sintieron cómodos en la originaria foto de grupo y optaron por singularizar su
aportación literaria; pero a pesar de esa voluntad de individualización,
cumplen los rasgos generaciones básicos: participación en acontecimientos
generacionales comunes como el Vigésimo aniversario de Antonio Machado en
Colliure en 1959, la influencia del entorno en la intrahistoria biográfica,
similar ideología, o la publicación en proyectos editoriales comunes. Además de
los lazos afectivos mantenidos durante mucho tiempo con sus integrantes, como
la amistad con Ángel González.
El ensayo El sacramento de la materia.
Poesía y salvación en Claudio Rodríguez de Luis Ramos de la Torre subraya
la vigencia del legado y analiza conceptos estéticos esenciales de su
antropología poética. Basado en la tesis doctoral, Luis Ramos de la Torre
(Zamora, 1956), poeta, cantautor y Doctor en filosofía es un especialista en la
obra de Claudio Rodríguez, sobre la que ha publicado aproximaciones en
distintas revistas culturales. Esta prospección en la geografía del zamorano
discurre por itinerarios convergentes entre filología, literatura y pensamiento
filosófico. Busca una poesía centrada en la existencia a través de algunos ejes
como el canto, la celebración, la salvación y el amor que constituyen las notas
conceptuales más características. Son conceptos que también justifican el título,
tomado del poema “la mañana del búho” de Casi
una leyenda (1991). Vaya por delante, que en el aserto no hay ningún
sentido religioso sino matérico; la poesía se postula como salvación de la
realidad, como elevación de lo transitorio hacia un plano de permanencia
natural.
El decurso lírico de Claudio Rodríguez nunca es extravital; da fe de
vida de las preocupaciones de una sensibilidad individual que entiende la
poesía como participación de un organismo activo ante un mundo en construcción.
El caminar reflexivo del ensayista advierte en esta poesía un indicio esencial:
el amor. No es un sentimiento inalterable; las relaciones con la alteridad no
están exentas de ensimismamiento y soledad. La afirmación sensitiva adquiere en
ocasiones un epitelio de orfandad. En él se impone el lapidario magma informe
de la incertidumbre.
En las preocupaciones vitales y poéticas se percibe un discurrir lineal,
un trazo ordenado y coherente que
hilvana las entregas en el tiempo. Así lo manifiesta el mismo poeta: “El pensamiento
poético realmente ha variado muy poco. Los temas siguen siendo prácticamente
los mismos; lo importante es la aventura del lenguaje y del pensamiento a
través de la palabra. No se trata de hacer una ecuación, ni de decir: esto es
así por las siguientes razones. Se trata de ver cómo las palabras van creando
no solo el pensamiento sino la emoción y la contemplación sensorial”.
Conviene recordar que el paréntesis histórico de los años cincuenta,
germina un debate estimulante basado en una dualidad: el concepto de poesía
como comunicación o como conocimiento; la cuestión sembró abundantes páginas de
divagaciones, comentarios y juicios. Claudio Rodríguez –y así lo recalca el
poeta Rafael Morales- añade un recodo nuevo: la poesía como salvación, refugio
o encuentro con la verdad de su propio ser y de la existencia. Nace así un
nuevo enfoque, cargado de significación, que convierte el poema en casa
habitable. La palabra resulta experiencia clarificadora, que busca coherencia
entre trayecto existencial y escritura.
Luis Ramos de la Torre explora el proceso poético de Claudio Rodríguez
como un caminar abierto hacia la luz. Su estudio completa un retrato fuerte del
personaje verbal a partir de una cronología creadora siempre plena de
imaginación y belleza. Su primer paso, Don
de la ebriedad comienza cuando el poeta contaba diecinueve años. Desde
aquel libro, que ganó el Premio Adonais en 1953, labra un itinerario que
completan Conjuros (1958), Alianza y condena (1965), El vuelo de la celebración (1976), Casi una leyenda (1991) y concluye con Aventura, libro póstumo. En su búsqueda
de significado y sentido, El sacramento
de la materia documenta una minuciosa indagación en la experiencia creadora
que busca la pervivencia del canto, el afán de salir a la serenidad de la
contemplación. A esa claridad que sabe que “la vida no es poesía, pero la
poesía es vida; y si no, no es nada”.
Querido José Luis, como tú bien sabes, la poesía de Claudio Rodríguez es un lugar necesario al que seguir acudiendo para hacernos mejores. Tus palabras son de ánimo y cercanía, y eso ayuda a construir nuestro camino. Entre poesía y amistad pasea el hombre, buen trayecto. Gracias por la consideración poeta. Buen día!
ResponderEliminarGracias a ti por ese excelente sondeo en los estratos literarios de Claudio Rodríguez; así que un fuerte abrazo y ojalá mi lectura resulte de tu interés. Feliz jornada.
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