miércoles, 8 de junio de 2022

ROSARIO TRONCOSO. TAPAR LOS ESPEJOS

Tapar los espejos
Rosario Troncoso
Prólogo de Eduardo Cruz Acillona
Bajamar Editores
Gijón, Asturias, 2021

FUNDIDO EN NEGRO
 
 
   Duerme en mi biblioteca toda la poesía escrita hasta la fecha por Rosario Troncoso (Cádiz, 1978), profesora de Lengua y Literatura en un instituto público gaditano, poeta de intensa producción con una decena de entregas, columnista semanal de prensa e impulsora de la colección de poesía Wasabi. Durante muchos años he sido lector frecuente de una escritura profunda y vital, que crece al amparo de un humanismo sacudido por el zarandeo existencial. Como escribiera Jaime Gil de Biedma uno descubre que la vida iba en serio siempre después del naufragio, cuando flotan cerca unas cuantas decepciones mojadas y otros tantos fardos de ilusiones que hallaron pronto su fecha de caducidad.
 El cauce lírico de la escritora renueva su tejido verbal con la entrega Tapar los espejos en el catálogo asturiano que emprende vuelo impulsado por el incansable impulso de César García Santiago. Su contenida riqueza emocional comienza con el prólogo “Contra los espejos” de Eduardo Cruz Acillona, un texto que opta por el soliloquio poético frente al incisivo apunte crítico. En sus párrafos conviven las sensaciones que depara la certeza de asistir a un viaje interior marcado por los recuerdos; quien habla sobrelleva la soledad manteniendo intacto el ansia de querer y la plenitud sensorial de los sentimientos: “El amor no reside en los espejos, ni son estos quienes tienen las respuestas a las preguntas que nos nacen de dentro “.
   Queda claro que en el quehacer poético de Rosario Troncoso la palabra es continua introspección, conocimiento y búsqueda del sentido vital. El esquema versal del haiku da cuerpo a una meditación sobre el amor y la soledad como impulsos vitales esenciales del discurrir diario: “Ámame ahora. / En este andén oscuro / termina el mundo.”; “En poco tiempo / se nos abrieron grietas. / Dolor de fondo”. El quehacer de los relojes afronta el discurrir con la aspereza de las erosiones; el deseo y aquella fuerza pasional que enlazaba los cuerpos se han desvanecido, como una hoguera que consume los últimos indicios para ser depurativa ceniza; certeza de desvalimiento y fragilidad: “Y ya eres bruma. / Me desanclé tu ausencia / del pensamiento.”
   El apartado “Tapar los espejos” explora otras estrategias expresivas como el poema en prosa, con una dicción de textura simbólica, hecha de imágenes sensoriales. La soledad entraña un viaje circular por las mismas obsesiones. El estar se hace resurgimiento de la evocación y ejercita una implacable resistencia frente al olvido. Las ásperas grietas de lo diario sugieren un fundido en negro, una toma de conciencia de una persistente deriva que yuxtapone sombras en el camino. Este itinerario de carencias y espera nunca pierde el soplo fresco de la esperanza: “A lo mejor, si lo pido con vehemencia, esa mujer a la que amo, a la que me niego a escuchar, y que arrojé al fondo de mi infierno, regresa y me abraza. La mujer que sangra por mí, que desaparece adrede, y que soy yo.”
  El poema  “De la poesía” reivindica el contenido plenamente existencial de la escritura, su carga terapéutica para mostrar, con voz confidencial, las grietas ensimismadas del yo; no se trata de hilvanar meros ejercicios lingüísticos, sino de dar voz a una crónica del naufragio. Quien protagoniza el escueto desarrollo argumental comparte estados anímicos, muestra sus heridas abiertas, deja una estela de instantáneas vivenciales, donde van aflorando cicatrices y sombras. Los poemas retratan también un tiempo de aislamiento y soledad marcado por la pandemia, en el que se borraron abrazos y sonrisas para convertirnos en solitarios habitantes de la inquietud. Ese aislamiento desemboca en un existir sin nadie, salvo el propio yo que fija su desconcierto en los espejos: Es la sensación que deja el laconismo de “Autoayuda” que subraya la aceptación de la propia fragilidad y la terca disolución de la identidad: “Y los demás no tienen por qué entenderte. / Ama. Perdona. Siente. Vive. / Nadie hablará de ti cuando no existas”
  El poemario Tapar los espejos cierra los ojos ante una realidad desapacible para impulsar una mirada interior, un viaje de vuelta al yo poético, varado en una extrema soledad, donde se hace costumbre sentir la orfandad manifiesta de la nada. Hay que ahuyentar sombras y frío, buscar el curso subterráneo de un verano con sol, que haga posible el vuelo y la presencia en el azul con luz del mediodía. Me gusta la poesía de Rosario Troncoso, sacude el tímpano con un pentagrama de tristeza, estremece.

JOSÉ LUIS MORANTE



 

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