Me acuerdo Jesús Marchamalo Prólogo de Felipe Benítez Reyes Papeles Mínimos Ediciones Colección Graphica, 5 Madrid, 2019 |
REGRESOS
Acumular patrimonio afectivo es una operación compleja, aleatoria,
porque el material heterogéneo que se recupera no proviene de la voluntad sino
de una memoria selectiva, cuyos criterios nunca resultan del todo claros. En
cualquier caso, la conversación con el pasado suele estar llena de intensidad
sentimental y ocupa por igual el estar del sujeto concreto y el trastero común
de una cronología colectiva.
Me acuerdo es un libro de
teselas, un mosaico incompleto que va definiendo sus trazos con el mimo
silencioso de la paciencia hasta dibujar una identidad en el ahora. En sus
contenidos perdura lo que ayer nos pareciera irrelevante y lo que sostiene
nuestra historia como una cimentación imprescindible porque resume los momentos
centrales del trayecto del sujeto.
Advierte el prólogo de Felipe Benítez Reyes de la rutina observadora del
escritor y periodista Jesús Marchamalo (Madrid, 1960) y de su predisposición a
llevar a mano esos cuadernos blancos que reclaman página entre lo contingente.
Como antes hicieran Georges Perec, Joe Brainar, o el poeta y aforista madrileño
Elías Moro, Jesús Marchamalo inicia cada destello verbal con la peculiar magdalena
proustiana del “Me acuerdo”. Así regresan desde el cauce alto de la infancia
las vivencias trenzadas de una etapa irrepetible de pantalón corto y televisión
en blanco y negro, de gozoso contacto con los ciclos naturales y de un tiempo
de aprendizaje que sumaba a la experiencia personal los ojos deslumbrados del
asombro. Pertenezco a la misma estela generacional que Jesús Marchamalo, así
que al escribir estos renglones, mi juicio crítico se instala en la cartografía
del verbo evocador compartido para asentir con el periodista muletillas orales
y anuncios televisivos, el bazar de los mensajes publicitarios y aquellos días
de internado y sacristía. Es verdad; entre el vivir y el soñar machadiano, yo
también me acuerdo del cola-cao y de la cantinela que ponía un estribillo
melodioso y zumbón: “Yo soy aquel negrito / del África tropical…”, o saco los
cromos de los futbolistas sin tatuajes ni peinados de diseño, o miro un poco
más allá para quedarme ante la tele viendo Bonanza
y El llanero solitario o para
sentarme en un parque otoñal con los tebeos de El Jabato y El capitán Trueno.
mientras en el corral de una vecina vareaban los colchones de lana.
El niño Marchamalo un día dejó dormir su infancia en el desván del
tiempo, como si fuese una carta de ajuste fuera de uso, e inició otra senda por los años finales del
franquismo para ir completando su formación educativa. Fueron cambiando los
escenarios y los personajes y tomaron sitio en las evocaciones aquel material
del pupitre juvenil, las líneas vitales trazadas con escuadra y cartabón y el
peso de la historia que entonces parecía lejana y sobria, como un páramo de
cosas cuyo tacto contagia frío.
No faltan los recuerdos del quehacer laboral que propiciaron encuentros
con personajes célebres o que compartieron su desarrollo con el afán
escritural. Siempre en la memoria aquellas máquinas de escribir estruendosas
como una gota fría y los libros que iban naciendo en los estantes para dar fe
de una vocación mantenida durante años.
Cada evocación invita al boceto, al dibujo visual de la sensación y a
ello se aplican los ilustradores que acompañan al autor en este despliegue
evocador. En las páginas de Me acuerdo
están las miradas plásticas de Carmen M. Cáceres, Carolina Díaz, César Fernández
Arias, Isidro Ferrer, Damián Flores, Enrique Flores, Emilio González Sáinz, Mo
Gutiérrez Serna, Eva Manzano, Ginés Martínez, José Luis Mazarío, Antonio
Santos, Emilio Urberuaga, Fernando Vicente y Javier Zabala. Sus dibujos conversan con la
delicada puesta editorial de Papeles mínimos y con el intachable hacer de
Imanol Bértolo y su vocación artesanal.
Las páginas de Me acuerdo
están llenas de menudencias; son como aperitivos gastronómicos que nunca se
codean con manjares y gastronomías perdurables. Su propósito no es sembrar
aforismos solemnes ni textos didácticos que puedan aportar al lector una estela
ética. Son esos instantes humildes y gozosos de quien confiesa que ha vivido y
hace del lector un cómplice de vida.
Cómplices desde el patrimonio afectivo, una necesidad para la poesía. Abrazos y buen día amigo!!
ResponderEliminarCómo he disfrutado con este libro generacional que recupera, querido Luis Ramos, aquel tiempo generacional en blanco y negro; imagina en tus manos los tebeos en blanco y negro, la leche en polvo o la casera... las novelas de Marcial Lafuente Estefanía y la melodía de Bonanza... Y verás qué poder evocativo tiene el "me acuerdo". Gran abrazo. Me acuerdo...
EliminarTe enviaré la letra de una canción que hice hace más de treinta años y va de eso. Abrazos amigo!!
ResponderEliminarQué hermosa letra tu canción y qué maravillosa invocación a la memoria; enhorabuena querido Luis por la letra tan llena de vivencias. Y gracias de nuevo por tu amistad.
EliminarHe escuchado "los meacuerdo" versificados de Jesús Marchamalo en un programa de radio ,esta mañana de domingo (13 de octubre de 2019.
ResponderEliminarEstaba en la cama y,por unos instantes, me han brotado imágenes a chorros de mi infancia toda. Una sonrisa amplia y franca se ha extendido,"sin duelo", desde la comisura de los labios hasta los pliegues más sutiles de las entrañas.
¡Bendito amanecer el de hoy!.