La brisa de la tarde (Ávila, 2019) Imagen de Adela Sánchez Santana |
OTOÑO, VOCES Y ÁMBITOS
Si la brisa de la tarde
serenó luego los ánimos
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Concluyen dos semanas de insólita
intensidad social y arranca otra forma de medir el tiempo con la mirada abierta
al estar solo. Un discurrir propicio a descubrir voces y ámbitos en la callada
quietud de la lectura, como enunciaba aquella primera novela de un jovencísimo
Truman Capote.
Abro fechas de entrega a trabajos
pendientes y selecciono los libros finalistas de un concurso literario; trazo otros caminos que irán tomado asiento en este blog, cuando desplieguen
sus ángulos ante los sentidos curiosos de quien busca conocer.
Todo espacio vital se amplía en
otros y nadie queda fuera de esa sensación de vecindad que impulsa a descubrir.
Para enaltecer lo propio con conocimiento de causa es necesario frecuentar lo
ajeno. Cada viaje por el conocimiento permite contrastar detalles y ambientes, deja que lo percibido muestre afinidades y diferencias. Un
cambio de horizonte aloja elementos nuevos con los que la realidad se completa
a sí misma. La posibilidad del encuentro busca una implicación directa. No
quiero ser el testigo que mira acontecimientos a la distancia justa para que
las emociones no se sobresalten. Pienso, como defendieron los románticos en su
literatura, que cada paisaje no es más que la apariencia exacta de un estado de
ánimo.
Como en el entreacto del teatro,
no acaba aquí la historia; recupero aliento y vuelvo a casa, a la mesa repleta
de libros por leer, al silencio auroral de la poesía, a las cosas de siempre.
(Páginas del diario)
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