Todos los febreros cada dieciocho Fer Gutiérrez La Garúa Poesía Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2020 |
AUSENCIA
La primera publicación de un poeta deja en letra minúscula los méritos
personales adquiridos –premios, reconocimientos, colaboraciones…- y sitúa la
biografía en el centro de la indagación. Sobre todo si quien pisa el umbral ya
ha dejado en el discurrir temporal las apresuradas aceras juveniles para
instalarse con sedentaria calma en la madurez. Nacido en Badalona en 1965, Fer
Gutiérrez, tras integrarse en algunos proyectos digitales como La libélula vaga, Por qué tiemblan y Obituario,
y ceñir su voluntad exploratoria a otros cauces, como el plural homenaje a
Federico García Lorca, impulsado por Karima Editora. Ahora, en el despertar de
2020, nos deja la compilación Todos los
febreros cada dieciocho, un libro concebido como una propuesta introspectiva,
elegíaca e intimista.
La fecha del aserto se convierte en núcleo reflexivo que provoca el vendaval
de la memoria. También la lírica dedicatoria es clave de lectura: “A ella /
árbol palabra camino”. Refrenda esa insistente sensación de pérdida la cita de
Federico García Lorca: “El grito deja en el viento / una sombra de ciprés.” Son
indicios esenciales que vitalizan la mirada sentimental. Con ella arranca una
salida hilvanada con poemas muy breves. Contienen versos despojados en los que
la imagen cobra un evidente protagonismo expresivo: “Al irte / lo incurable me
llueve una desnudez / que no cierra / se hace herida / un aguacero de
amapolas”. La brevedad y el latir fragmentario se refuerzan con sangrados que
ralentizan la lectura, como si fuese necesario rememorar, tomar aliento,
mitigar la voluntad de seguir. Desde el principio la experiencia del dolor deja
un matiz crepuscular en las palabras que marcan la soledad del sujeto poético y
su relación con el lenguaje.
El entorno solo se vislumbra con aproximaciones esporádicas. El recuerdo
trastoca esa firmeza del estar solitario: “Muero todos los febreros / cada
dieciocho / al despertar / de cada muerte / he aprendido a hacer un silencio en
la piel / a dejar escapar / un pedazo de mí / sin preguntar”. Descubrimos que
todo el apartado “El pájaro que fui” muestra un entrelazado unitario en el que
se acoplan la soledad, la ausencia y el dolor: Son sensaciones que conforman
una premisa conceptual arraigada en la conciencia: la pérdida. En ese estar se
elabora toda la percepción del entorno y sus manifestaciones explícitas. Es el
lugar de la evocación.
Se inicia la segunda sección “La ausencia que eres” con unos versos de
Vladimir Holan inspirados por la dimensión del dolor. La compleja relación con esa incisión en lo
emotivo desemboca en un lacónico vacío que moldea el conocimiento ajustado de
la ausencia: “Esperar de mis grietas / la existencia de un poema / que engulla
cualquier carencia”. Las palabras comparten los apresurados escenarios del
recuerdo y la obsesión: “Nadie está a salvo de los recuerdos”, aunque la corriente
discontinua de vida laboral imponga su calendario de rutinas y obligaciones.
En Todos
los febreros cada dieciocho la quietud de la casa vacía se convierte en angosta
pasarela por donde cruza la soledad. Es el espacio íntimo donde únicamente cabe
una realidad ensanchada: la ausencia, el rastro de un tiempo perdido en el
azogue gris de los espejos hecho de sensaciones y añoranza, de amor y vida.
Qué maravilla leer a Fer leído por ti.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias Gabriela Rosas, la editorial La Garúa es un proyecto cultural de primer grado que apuesta por voces inéditas como Fer. Un libro lleno de intimismo sobre la pérdida que hace grande la elegía. Fuerte abrazo querida poeta.
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