Novedades: ayer Posible antología 2008-2019 Elena Román Ediciones Liliputienses Cáceres, 2020 |
EN CONSTRUCCIÓN
En sitio visible dejo dos circunstancias que, de inmediato, sorprenden
al acercarse a la cartografía poética de Elena Román, nacida en Córdoba en 1970
y con domicilio habitual en Toledo por quehaceres laborales desde 2006: la voz llega
al ahora con una fecundidad sin quiebras ni estridencias; y en sus salidas se muestran
coordenadas singulares, donde verso y prosa establecen una sosegada convivencia
de forma natural. Recuerdo que, hace unos años, Carlos Jiménez Arribas y Marta
Agudo abordaron la mejor introspección teórica hasta la fecha sobre el poema en
prosa; incidían en su naturaleza contradictoria y su desarrollo histórico. Estas
constantes vitales siguen vigentes. como se verá al abordar la obra de Elena
Román que amanece con Veintiún bisontes (2008),
carta auroral compuesta por entero de poemas en prosa. Se elige la voz directa del sujeto
implicado para enumerar circunstancias y
sensaciones con un tono narrativo que deambula por una realidad distorsionada.
Los poemas iniciales trasmiten un discurrir fluido y vitalista. Sus
párrafos están hechos desde una construcción reiterativa. Muestran una dicción
limpia, alejada del espesor hermético, que se acerca al planteamiento
biográfico. El poema nace por acumulación, como si diera forma a un entorno
expresivo que aglutina en su voluntad de ser elementos dispares. La línea de
horizonte se define por asociaciones insólitas, con una fuerte textura metafórica,
que convierte el fluir existencial en una larga senda de diálogo y
conocimiento. La escritura testifica, constata gestos, como si ofertara la suma
de causas y efectos que deshilvana la percepción. La meditación sobre el
trayecto ofrece un balance de extrañeza. Nada sucede, salvo lo contingente;
nada es simple ante los sondeos de la razón y todo demanda su mecánica de azar
y absurdo antes de sumergirse en las páginas escritas del silencio. La
superficie argumental despliega situaciones que definen las asimetrías de
nuestro tiempo: los malos tratos, la supervivencia de los vendedores
ambulantes, el acoso sexual y otras actitudes que marcan cicatrices en la piel
social de un tiempo ensimismado y fragmentario, que parece carecer de lógica.
Hay una evidente continuidad formal en los textos acogidos en la entrega
A propósito de los cuerpos (2008),
aunque el trayecto argumental se centra en el cuerpo de forma monográfica. Cada
parte sugiere una reconstrucción verbal: frente, manos, espalda, oído, muñecas,
sangre… Pero la originalidad anula de inmediato cualquier postulación
previsible. El yo fisiológico se hace lenguaje para acarrear ángulos
inéditos con enfoques irónicos o pulsiones dialogales que convierten cada parte
de la materia viva en una tesela renacida.
Reconocido con el XXV Certamen Andaluz de poesía Villa de Peligros, Diario de un ascensor en un
bloque de dos plantas con azotea supone un cambio posicional en la
escritura para asentar el discurrir del sujeto hablante en el verso libre. Sin
embargo, la significación, el sentido y la estética de Elena Román no cambian;
solo introduce modulaciones nuevas para hacer del amor, el deseo y el eros las claves
temáticas de las composiciones.
La arqueología poética de Esta
dichosa ansiedad doméstica, ganador del III Premio Internacional de
Poesía Blas de Otero, indaga en la textura relacional del entorno cotidiano.
Los objetos se personifican para adquirir un significado simbólico que expande
indicios y claves en el fluir de la temporalidad, construyendo un diálogo
emocional y filosófico con la identidad. El título del libro aparecido en el catálogo de Olifante en 2011, Destrucción de algunos tópicos sobre lo
incierto parece argumentar un cierto abandono de la percepción matérica y
un sondeo en el lenguaje como espacio receptivo de sensaciones. Cada concepto
define un semillero de lugares comunes que la originalidad expresiva de Elena
Román se empeña en desmontar con mágicas incisiones en las que se refugia lo
paradójico, la imaginación con sus capas más profundas y un cultivo de imágenes
que fortalece otros significados.
El transcurso temático de Autosuficiencia en la se define desde la
introspección. El hablante lírico establece un fragmentado soliloquio con sus
circunstancias para conocer las señales de vida. Así traza un mapa de
singularidades que tienen un carácter dinámico y cambiante. Lo individual
requiere interpretación porque en su textura respira lo transitorio. Esa mirada
al entorno singular del sujeto se expande en Será genealogía (2012) al ámbito familiar. El retorno al pretérito
contiene un intenso onirismo, como el desandar el tiempo necesitara la brújula
segura de la imaginación. Todo es constatación del asombro, como ese retrato de
“Ella era”: “Yo tenía una tía con patios. / Corría en ella el agua clara y
vegetal. / Acudían a sus manos unos pájaros / que después no se marchaban de
ellas / y mi tía, por eso, no tocaba las cosas: / las revoloteaba.”
Los epígrafes parecen condensar una filosofía estética en
movimiento. Así, Hombre desatornillando
caminos aglutina quehacer y voluntad
en guardia. Una inmersión en los oficios para avanzar por rutas desconocidas.
Todo, como el embarazo, es un proceso de mutaciones y perspectivas renovadas,
como esos dibujos infantiles que se completan mediante una interpretación como
si fueran mínimas historias que no requieren palabras. El onirismo narrativo
prosigue en los textos de Hay menú
económico con poemas de claras afinidades con la microficción. En ese espacio
de intersección expresiva se postula la siguiente entrega, Ciudad girándose aparecida en Baile del Sol en 2015. Otra vez se
vela la contingencia del yo para dejar el entorno en primer plano con una
exposición de lugares sensitivos, que muestran sus latidos en las aceras mansas
del fluir: la peluquería, el puerto, la comisaria, la tienda de
relojes o el bar intercambian respuestas mudas sobre su activismo renovado a
diario.
Pan con pan amanece en 2016. El tono confidencial del
aserto aborda esas grietas del asombro que contradicen lo previsible. La
temporalidad rompe su decurso lineal para yuxtaponer circunvalaciones y
reajustar hábitos. Todo se aproxima a la incertidumbre de una realidad borrosa
que abandona sus indicios en el poema. Lo insólito adquiere una textura
rutinaria, como si estuviese abocado a la normalidad. Ningún nombre define el subconsciente y el lenguaje secreto de los
sueños mejor que el de S. Freud; así que el poemario ¿Qué hacer con Freud además de matar a Freud? sugiere un homenaje
explícito a esas habitaciones interiores del surrealismo y a sus conexiones en
clave con obsesiones, sentimientos y complejos vitales. Los poemas realzan un
mundo de reflejos y opacidades. Se desplazan entre superficies y fondo para
mostrar paisajes imaginarios que se acomodan en las composiciones para airear
asociaciones y argumentos enunciativos.
Los anticipos en revistas, antologías y otras publicaciones se agrupan
en Bonus track, que resalta por su
diversidad temática, aunque predomina el tono intimista, que hace materia de
emociones y pensamientos. Entre sus textos breves resalta, pleno de acierto, el
poema “En boomerang”: “La mujer que recorrió el mundo en boomerang / ha llegado
al sitio / de donde partió: / a la mano que la quiere lejos”.
El
corpus completo de Elena Román, reunido en Novedades:
ayer deja constancia de una escritura vitalista y existencial. Sus
poemarios reiteran obsesiones, sorprenden por su manera de trastocar la
realidad con elementos narrativos del subconsciente que se convierten en
hábitos entrelazados a lo cotidiano. No hay solemnidad en el desarrollo verbal,
sino un aire de naturalidad que empaña el absurdo con notables dosis de ironía,
como si proclamaran su lucidez y su desconfianza hacia la propia identidad. Uno
nunca sabe del todo si es una presencia viva o un frío maniquí de escaparate.
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