Tacto invidente Pilar Sastre Tarduchy Prólogo de Ángeles Mora Plaquette Poesía nº 8 Ediciones Búho Búcaro San Sebastián de los Reyes Madrid, 2018 |
AFÁN DE LUZ
El proyecto editorial Búho Búcaro Poesía
está ligado desde su amanecida a dos nombres propios, Óskar Rodrigañez Flores y
Pilar Sastre Tarduchy. Ambos han puesto en marcha una colección poética que se
singulariza por mantener en su maquetación el humilde formato de la plaquette y
por el aspecto artesanal del diseño. La directora editorial desde 2007, Pilar Sastre Tarduchy hace compatible la gestión de contenidos y un trayecto creador
que ya tiene sitio en diversas revistas digitales y en papel y en compilaciones
y antologías de España, Uruguay e Italia. Los poemas de amanecida se integraron
en la XXV selección de Voces Nuevas (Torremozas, 2012). Y han reforzado la
vocación literaria reconocimientos como la Mención de Honor en el
Concurso Internacional de Poesía Revista Letra Nueva-Ediciones Botella al Mar
(Uruguay, 2014) y la distinción “Justino Zabala Muñiz” (Punta del Este,
Uruguay). Entre sus estaciones poéticas están Doctora
del Alma (2008), Aman-ecer vs Atar-decer, en
colaboración con Óskar Rodrigáñez (2013) y Elementos para un
Pensamiento Homogéneo (2015).
Tras el periplo biobibliográfico de la
escritora, Tacto invidente integra
como pórtico un texto de la poeta Ángeles Mora, uno de los nombres esenciales
del ahora poético, que define con lúcida precisión la atmósfera escritural: “Tacto invidente nos
ofrece una metáfora de la soledad, la ceguera, la miseria de un mundo por donde
a tientas intentamos abrirnos camino, comprenderlo, para al mismo tiempo
comprendernos a nosotros mismos y saber por qué y para qué estamos aquí. Por
qué vivimos entre sombras intentando encontrar la luz. Saber y sabernos, nada
menos”. En ese enclave conceptual donde el afán de luz es esperanza y norte se
dibujan los poemas de Pilar Sastre Tarduchy. Avanzan precedimos de un
expresivo paratexto: el proverbio árabe “Los ojos no sirven para nada a un
cerebro ciego” y un aserto del genio renacentista Leonardo Da Vinci: “La
pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega”.
La voz del yo poético habla en primera
persona, como si necesitase clarificar de inmediato las afinidades del yo
biográfico y su empeño en habitar las rutas expresivas de los enunciados. Como
herramienta esencial para conocer el entorno el bastón blanco se convierte en
un apéndice necesario del existir. Se personifica como un intermediario básico
para dialogar con la realidad cercana y conocer sus coordenadas desde un tacto
ciego que oferta en cada amanecida la claridad entrevista y la estela borrosa
de un pasado que habita en la memoria con los ojos de la infancia.
La sabiduría existencial crea una
sensibilidad nueva. En ella se integra en la esencia de ser las cicatrices del
dolor, siempre presente con su abrazo de lluvia, y la certeza de una identidad
que hace balance de la carencia. Las palabras buscan su lugar en un estar
contradictorio, entre la sombra y la luz, entre la oscura ciudad de la ceguera
y la plenitud solar de lo diáfano. Así van germinando los versos, zarandeados a
cada instante por la realidad que deja en las manos un paisaje desvanecido, el
presente encallado en la tristeza, mientras hace balance del discurrir del tiempo, o sueña con un renacer que busque el verdadero rostro de las cosas, que
conozca sus códigos y que preserve en ese tantear de quien camina superando las
frustraciones y oquedades ilusorias de lo temporal.
También en un entorno físico de sombras,
con los vislumbres de la esperanza, en la poesía de Pilar Sastre Tarduchy
convergen la naturalidad expresiva y un caminar marcado por lo simbólico. El
movimiento y la búsqueda, los pasos de un yo que activa, desde el
sentir elegíaco y la emoción, estrategias de supervivencia, mientras entre sus
párpados callados resuena inalterable el gotear del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.