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CHARCOS
Llovía. Mientras caminaba despacio bajo el paraguas se hizo niña. Recordó que entonces buscaba charcos para alborotar su transparencia. Dibujó una sonrisa. Sumó pasos hasta vislumbrar un círculo de agua en medio de la calle. No dudó. Plegó el paraguas, lo dejó dormir unos minutos sobre la acera y ensayó un primer salto, y otro y otro, antes de que faltara el aliento. Entre las punzadas de humedad su cuerpo se sintió renacido.
Recogió el paraguas y ya no lo abrió en la tarea del regreso. Pensaba
en el personal del geriátrico y en cómo justificaría el desorden de ropa y zapatos mojados. Daba
igual la excusa. De niña, también creía en el final feliz.
(De Cuentos diminutos)
Muy bonito. Final inesperado.
ResponderEliminarMuy amable, es obligatorio en un texto breve huir siempre de lo previsible. Así que feliz si se consigue, aunque sea un poco. Que tengas un buen día.
EliminarIgualmente y que mejores de la vista
ResponderEliminarSí, ya estoy mucho mejor, con la graduación definitiva y el ánimo más lleno de luz. Así que me apunto también a buscar charcos...
EliminarQué preciosidad de cuento, José Luis. Una belleza.👏🏻👏🏻⭐⭐⭐⭐⭐
ResponderEliminarGracias querida Gabriela Rosas, qué hermoso siempre pensar que dentro de nuestra identidad sigue el entusiasmo alborotado de la infancia, te escribo para contarte cómo va todo. Fuerte abarzo.
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